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OBITUARIO

Baldomero Pestana, retratista de la cultura latinoamericana

El fotógrafo de artistas y escritores ha muerto casi centenario con gran parte de su obra inédita

Autorretrato de Baldomero Pestana con su cámara Rollei.
Autorretrato de Baldomero Pestana con su cámara Rollei.B. P.

La vida siempre se nos queda corta aunque se viva casi un siglo. Baldomero Pestana tenía 97 años y esperaba con ilusión la gran exposición de sus fotografías que se inaugurará dentro de un mes en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima, junto a la publicación de un libro de sus retratos de personajes de la cultura peruana de los años sesenta y seteNTa. También el estreno de un documental, La imagen Reb-velada, sobre su maravillosa existencia. Estaba lúcido, sano, guapo y vital hace solo unas semanas pero el reloj se detuvo. El tiempo no esperó.

Fue un niño de la emigración española de los años veinte el siglo pasado. Nació un 28 de diciembre de 1918, en la parroquia gallega de Pena. A los cuatro años llegó a Argentina, donde creció. Al hablar de su vida no tardaba en decir que había sido hijo de madre soltera, que creció entre familiares para los que era un estorbo, y añadía: “En esa época ser hijo de madre soltera era algo muy duro. Mi madre no me quiso, mi padre nunca me reconoció. Tuve la suerte de nacer como un hombre libre”. Y así vivió.

Le enseñaron a ser sastre pero cuando descubrió la fotografía no dudó que eso era lo que quería hacer. Y viajar. Se embarcó y conoció mundo. Con su esposa, Velia, vivió diez años en Perú, donde se asentó como uno de los más importantes fotógrafos del medio. Llegó a París en 1967 y allí sintió que el mundo llegaba hacia él. Fotografió a casi todos los artistas y escritores latinoamericanos –también europeos- que pasaron o vivieron allí: García Márquez y Carlos Fuentes, entre muchos otros. Sus retratos, elegantes, sobrios y de una composición impecable lo están descubriendo ahora como el enorme retratista que fue. Gran parte de su obra está inédita. Nunca cobró nada por ella. Lo hacía para su propio placer.

En un camino paralelo, decidió fijar al detalle la realidad a través del dibujo hiperrealista. Las últimas décadas dejó un poco de lado la cámara para afilar el lápiz. Seguía dibujando con pasmosa exactitud su admiración por las jóvenes hermosas.

Sus últimos años los pasó muy cerca del lugar donde nació. Tuvo la suerte de reencontrar a unos familiares que lo acogieron con cariño y admiración, su sobrino Toño y Carmen, su esposa. Baldomero Pestana reconocía al final que quizá le faltó ambición como artista, que si volviera a nacer creería más en su arte. Libertad y ambición a veces no conjugan bien. Los que eligen con compromiso vital la primera bien merecen que sean los demás quienes le otorguen el reconocimiento. Ahora la toca vivir a su obra y a Baldomero Pestana por renacer con ella.

 

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