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En el pudridero

Maximiliano Barrientos se mete en su última novela en el interior de una familia cruceña de clase acomodada y narra su derrumbe

José Andrés Rojo

Maximiliano Barrientos (Santa Cruz, Bolivia, 1979) se mete en su última novela en el interior de una familia cruceña de clase acomodada y va narrando cómo las cosas se descomponen y cómo lo hacen de manera irreversible. Vitor Flanagan salió escopetado a Estados Unidos cuando murió su madre y, tras una larga temporada habitando en ese país a salto de mata, vuelve a casa. Ya no vive su padre, con el que rompió de manera brusca por su alcoholismo, así que se instala con la que fue su última mujer, y le toca ir recomponiendo el tejido de sus antiguos afectos.

Termina siendo, de esa manera, la historia de alguien que va dando palos de ciego, medio enfangado en un lugar donde se embarran el muchacho que era cuando se fue y el hombre joven que vuelve y no consigue agarrar el curso de su vida. Maximiliano Barrientos forma parte de esa nueva hornada de escritores que andan explorando ese particular extravío en el que anda metida su generación. Tienen algo de nómadas que buscan un asidero: se fueron un buen día y han perdido los lazos con lo que fueron y, al mismo tiempo, no los han perdido. Puede pasarles lo que a Vitor: estar como amarrados, sin terminar nunca de arrancar, enredados en el laberinto familiar (o en el que sea), abocados a no terminar de entenderse del todo con un presente que se les rebela.

Maximiliano Barrientos le sigue la pista a Vitor: una pelea justiciera para corregir una antigua afrenta, la intensa recuperación de un antiguo amor, la relación cómplice con ese tío que se hunde en su propia autodestrucción, las complicaciones para recuperar la confianza de su hermana. En medio del camino, las borrascas de los viejos recuerdos y el aturdimiento en el que lo meten algunos episodios accidentales. Borracheras, sexo, broncas, las salidas en coche para perderse en las carreteras. El paisaje de fondo tiene que ver con “...los desteñidos letreros publicitarios de la última elección presidencial —inmensas gigantografías de Evo Morales levantando un brazo, saludando al pueblo, de pie en un podio, envuelto en un poncho de alpaca con los motivos tribales aimaras—”.

La novela no tiene una voluntad política explícita, pero a las transformaciones que están afectando al mundo entero habría que añadir los grandes cambios que ha experiementado Bolivia en los últimos años. Un personaje de la novela, un ejecutivo en Petrobras, comenta de pasada que Morales llevará a la zona oriental a la ruina. Las conmociones que el libro ilumina, sin embargo, son otras: las que les ocurren a todos. “La vida no trata del deterioro de esas imágenes”, comenta el narrador a propósito de una fotografía donde el tío y el padre de Vitor posan de adolescentes junto a un venado, “la vida trata de cómo envejecemos y esas imágenes se mantienen fijas, incontaminadas, protegidas de nuestros propios cuerpos, de la marcha silenciosa de las enfermedades”. Barrientos cuenta ese afán inútil por reconquistar lo que ya se ha ido.

La desaparición del paisaje. Maximiliano Barrientos. Periférica. Cáceres, 2015. 276 páginas, 18,75 euros.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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