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El verano, una estación de cine

Probablemente no exageremos si decimos que el verano es la estación más cinematográfica de todo el año. Y no únicamente por la cantidad de películas que incorporan esa palabra en su título. Desde largometrajes de terror adolescente (Sé lo que hicisteis el último verano) al cine de autor (Un verano con Mónica, de Ingmar Bergman o Cuento de verano, de Eric Rohmer), pasando por verdaderos clásicos (De repente, el último verano o Locuras de verano), los meses de estío han dado muchísimo juego a lo largo y ancho de la historia del cine. Sin ir más lejos, ahora mismo tenemos en las carteleras la divertida y tierna Nuestro último verano en Escocia.

Pero además, y dejando los títulos aparte, hay muchos otros filmes en los que los calores veraniegos son una parte fundamental de la trama, convirtiéndose en algo esencial y fundamental, sin cuya presencia sería completamente imposible la historia que vemos en pantalla. Pensemos, por ejemplo, en La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock. De haber sido invierno, James Stewart nunca hubiera abierto de par en par el mirador de su apartamento en busca de aire fresco y, por tanto, no se hubiera topado con los sospechosos movimientos de uno de sus vecinos.

Sin verano, y sin la consiguiente y pegajosa humedad, tampoco hubiéramos asistido a la pasional y fatal historia de seducción y de muerte que protagonizan William Hurt y Kathleen Turner en Fuego en el cuerpo; ni Marilyn Monroe hubiera buscado la fugaz brisa y frescor que proviene del metro ante la atenta mirada del rodríguez Tom Ewell.

Los jóvenes de American Graffiti se replantean su futuro durante una larga noche veraniega mientras vagan por la ciudad en sus coches, y otro joven, el que interpreta Dustin Hoffman en El graduado, comienza un romance con la insatisfecha señora Robinson durante unas vacaciones estivales al acabar sus estudios universitarios.

Y así podríamos seguir. Y no es capricho de guionistas o mera casualidad. En el cine, como en la vida real, el verano es la época en la que se relajan las costumbres, los horarios se dilatan, los días se alargan y la ropa se desprende más fácilmente de los cuerpos. Los veranos son, además, una especie de paréntesis vital, un buen momento para que los personajes recuerden el pasado con nostalgia, como ocurre en Verano del 42, o para que emprendan un nuevo giro en sus vidas. El verano invita al descubrimiento de uno mismo pero también a la aventura; a los amores fugaces en medio de sobresaltos y tormentas que, por muy fuertes que sean, acaban siempre por escampar. Disfrutemos por tanto, un año más, de un largo y cálido verano de cine admirando a las estrellas que brillan tanto en el cielo como en las pantallas.

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