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Feria de Hogueras

Todos a hombros en el fin de fiesta

Ambiente triunfalista en la última corrida de la feria de Hogueras de Alicante

Antes de saltar el primer toro y tras el paseíllo, se homenajeó a los hijos del maestro Manzanares, Manuel y José María. Un sinfín de personas saltaron al ruedo, junto a las cuadrillas de la tarde, acompañadas por la Bellea del Foc, su corte de honor y el alcalde de la ciudad. Se formó un medio círculo, en torno a los hijos de Manzanares, mientras sonaba el himno de la ciudad.

Después del largo prólogo, salió el primero de rejoneo. De muchos pies al principio, al que Manuel Manzanares trató de pararlo. Hubo temple en la monta, aunque el toro se resistió a pararse al fin. Pagó caro ese gran esfuerzo el de Bohórquez, que a partir de la primera farpa se derrumbó hasta dos veces en la arena. Muy correcto Manzanares en toda la lidia, a lomos de Jumillano, Farruquito, Garibaldi y Secreto. Y acertado al clavar. La manifiesta invalidez del toro restó importancia a todo. Luego, el poco acierto al matar, dejó la cosa en ovación.

También muy impetuoso de salida el segundo. El caballero le obligó mucho en principio, tratando de parar tan veloz embestida. La farpa que trató de prender salió fallida, pero en banderillas cambió el asunto. Con Príncipe clavó hasta cuatro banderillas, todas al quiebro; y con Secreto, tres en noria continua. Exigió mucho Manzanares al toro, que aguantó muchas carreras sin rechistar. El rejón de muerte cayó a mitad del lomo del toro, pero el entusiasmo desatado de la tarde premió doble a Manzanares.

El primer toro de lidia de a pie tuvo bondad infinita. Y muy justo de todo: de presencia y de fuerzas. Un tremendo volatín antes de ir al caballo lo dejó medio grogi. Tanto, que por varas pasó como si no pasara. Para Enrique Ponce fue un juguete en sus manos. El viento, a veces molesto, y la poca fuerza del toro de Núñez del Cuvillo, no lograron darle velocidad a la faena. Con más de medio trabajo ya hecho, un par de series con la derecha, en redondo y ajustadas, encendieron la cuestión. Ponce, muleta a media altura, cuidó al máximo un toro que parecía morir de pie en principio. Muy larga la faena, tanto que llegó el aviso antes de entrar a matar. El estoque entró y la gente, con la complicidad del presidente, en el día grande de las fiestas, recompensó con generosidad a Ponce.

BOHÓRQUEZ, CUVILLO / MANZANARES, PONCE, MANZANARES

Dos toros de Fermín Bohórquez despuntados para rejoneo y cuatro de Núñez del Cuvillo; a menos los dos de rejones. Los de Cuvillo, muy justos de presencia, sobre todo segundo y sexto; muy manejables y nobles. El sexto fue premiado con la vuelta al ruedo.

Manuel Manzanares: tres pinchazos y descabello (saludos); entera muy trasera (dos orejas).

Enrique Ponce: _aviso_ entera trasera (dos orejas); pinchazo _aviso_ y descabello (vuelta al ruedo).

José María Manzanares: entera caída (dos orejas); gran estocada (dos orejas).

Plaza de Alicante, 24 de junio. 5ª y última de Hogueras. Tres cuartos largos de entrada.

El cuarto fue el que apuntó mejores maneras en el caballo. Y fue un buen toro. El inicio de faena de Ponce tuvo mucho empaque: doblones ganando terreno y el remate a una mano con el toro ya rendido a sus manos. Lo demás fue como una pieza de recreo para Ponce. Más ligada esta faena, con los muletazos bien cosidos en cada serie. Equilibrada, además, sobre ambas manos. El toro amagó un par de veces con marcharse a tablas, pero Ponce no le dejó. Entre las rayas, donde el toro encontró acomodo, Ponce cerró la obra con sus clásicas poncinas. El entusiasmo general se desató. A la faena, también muy larga, siguió un pinchazo y un descabello. No hubo premio en esta ocasión. Paradoja: mucho mejor Ponce en este toro que en el otro.

El toro de más peso fue el segundo. Largo y alto, además. Fue manso en el caballo, al que acudió dos veces. En la primera se pegó un tremendo topetazo contra el peto, saliendo suelto. En la segunda entrada, un picotazo para escupirse de nuevo. Un manso claro. Fue, sin embargo, toro de embestida a golpes para la muleta. No a oleadas, pero sí de arrancadas casi en seco. Manzanares se armó de paciencia y la faena también se cumplió a golpes. Muchas pausas, reposo también, pero sin remate. Con el toro mirando de reojo a tablas, Manzanares le dio tres circulares que la gente jaleó. Ya casi entre tablas, un circular que se convirtió en un carrusel de casi cuatro vueltas abrochado al toro. Clamor. La espada entró, aunque caída, y la fiesta de las orejas continuó.

El fin de fiesta se cerró con un torillo, de hechuras anovilladas. Cumplió en varas y tuvo alegría en banderillas. Apuntó bien y no falló. Incansable de embestida, lo aprovechó Manzanares para torearlo a placer. Hubo distinción y elegancia, con muletazos largos en series cortas pero bien medidas. Sin obligarle mucho, tampoco hacía falta, la faena se fue desgranando a gusto y capricho de Manzanares. Hubo pausas, en esta ocasión, justificadas, pero la faena nunca pesó. Tuvo su justa mesura. Y de colofón, una gran estocada. El excelente toro recibió honores póstumos en el arrastre. Un final de fiesta apoteósico. Lo que la gente pidió. Y consiguió.

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