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Sónar 2015: Estado de la cuestión

Músicos, críticos musicales y aficionados opinan del festival de electrónica y su evolución

Abraham Rivera
Jóvenes bailando en el 'village' en la primera tarde del Sónar.
Jóvenes bailando en el 'village' en la primera tarde del Sónar.MASSIMILIANO MINOCRI

Da la impresión de que nada ha cambiado en estos 21 años. Un 2 de junio de 1994 se daba por inaugurada la primera edición del festival Sónar, por aquella época era el recinto del CCCB quien acogía la parte de día. 6.000 personas asistieron aquel fin de semana, muy lejos de los más de 100.000 que se esperan este año.

El público de esta edición de día, reubicado desde hace dos años en los amplios espacios de la Fira de Barcelona, lo forma una selección diversa de perfiles, si acaso se aprecia una enorme presencia de espectadores anglosajones. El artista de pop electrónico Kindness lo resaltaba en uno de los comentarios que realizó durante su actuación del jueves: “Quería practicar algo de español, pero veo que hay un amplio sector que sois británicos”. La zona del SonarVillage, una gran explanada de césped artificial donde la gente permanece tirada en las primeras horas del día, da una de las claves del festival. “Este es el segundo año que venimos. Somos cinco amigas de Londres”, comenta una chica inglesa de rasgos asiáticos. “No sé quién toca durante el día, pero esta noche me gustaría ver a Skrillex”. A su lado se encuentran una pareja de chicos, no llevan camiseta y sus espaldas están algo quemadas. “Hemos dormido poco, pero no queríamos perdernos la edición de día, se está muy bien en el césped”, confiesa en un perfecto inglés uno de ellos.

En estos veinte años el festival ha evolucionado de forma sostenible, sin perder su esencia y mostrando algunas de las propuestas más innovadoras del presente. “Este es el mejor de los festivales posibles”, opina Tomas Fernando Flores, director de Radio 3 y uno de los pocos periodistas que no se ha perdido ninguna de sus ediciones. “El cartel recoge la doble faceta de Sonar, por un lado su vertiente más lúdica y hedonista, y por el otro su capacidad única para descubrir los nuevos caminos de la música contemporánea”. Sin embargo, otras personas del público que se congregan junto al SonarDome no opinan lo mismo. “Vine por primera vez en 1995, en su segunda edición. Para mi aquel espíritu no se mantiene”, critica Luismi, un chico madrileño que ha viajado desde Berlín para asistir por enésima vez al festival. “Uno encuentra demasiados nombres que se repiten año tras año, la capacidad de sorpresa ha disminuido, se ven demasiadas concesiones a un tipo de público enfocado al ocio”.

Víctor Flores es el director del departamento de cultura de Red Bull, uno de los patrocinadores del festival y quienes programan el escenario SonarDôme, sin embargo su primera relación con el festival fue como pinchadiscos invitado en 1999: “La noche y el día antes estaban muy separados. En aquellos años podías ver propuestas muy radicales, artistas que pinchaban con discos de lija o un concierto de impresoras, por ejemplo. En el lado contrario estaba la noche, mucho más guerrillera que ahora. En los últimos años se puede observar como la noche se ha ido introduciendo en el día”.

Público bailando en el concierto de The Chemical Brothers.
Público bailando en el concierto de The Chemical Brothers.MASSIMILIANO MINOCRI

Otro de los aspectos que cada año toma más fuerza es Sónar+D, un festival paralelo dedicado a las nuevas tecnologías que tiene lugar muy cerca de los conciertos de día. “El +D es una locura”, explica Víctor. “Este año me ha sorprendido por la expansión que ha tenido”. Alejandro, un madrileño de 44 años que solo acude al festival el viernes, también destaca ese apartado del festival: “Llevo viniendo diez años y ahora es una de las partes que más me interesa. Quizá sea por la edad”, comenta entre risas. Un recorrido rápido por sus actividades nos descubre zonas concurridas donde la gente prueba sintetizadores, conversa sobre las últimas mejoras de la plataforma de crowdfunding Kickstarter o programa sobre una mesa en la sesión dedicada al Music Hack Day.

“A nosotras siempre nos ha gustado la parte de día, por ambiente y line up”, matizan Ana y Uge, más conocidas como Las Casicasiotone (LCC), quienes tocan por primera vez este año en el festival, dentro del showcase del sello austriaco Mego. Se las ve contentas y distendidas, comentan que el jueves pudieron ver muy brevemente a Arca y Autechre, dos de los nombres más esperados del festival.

Un pequeño sondeo entre el público constata que pocos conocen a la mayoría de artistas que estarán ese día en el escenario del SonarDome. “Llevo viniendo 4 años al festival, pero esta es la primera vez que vengo todo el día. Siempre vengo de rebote, pero esta vez quiero ver todas las propuestas. Conozco un 10% del cartel, pero me fio”, confiesa Daniel, un joven de unos treinta años que está recargando la pulsera con la que se puede pagar dentro. Comenta que uno de los eventos más esperados es el del cierre, con Laurent Garnier. El francés es de los pocos artistas que pueden alardear de haber pinchado en la primera cita de Sónar. Un festival que aunque pasen los años, siguen adaptándose a los gustos de la gente.

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Sobre la firma

Abraham Rivera
Escribe desde 2015 para EL PAÍS sobre gastronomía, buen beber, música y cultura. Antes ha sido comisario de diversos festivales, entre ellos Electrónica en Abril para La Casa Encendida, y ha colaborado con Museo Reina Sofía, CA2M y Matadero. También ha presentado el programa Retromanía, en Radio 3, durante una década.

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