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DOS VISIONES

¿Hay algo nuevo en la poesía en español?

La poesía en español es siempre otra. Hace anacrónico cualquier mapa de su actualidad fervorosa. Amplía el presente, excede fronteras

La micropoetisa Ajo, en el Star Café de Madrid.
La micropoetisa Ajo, en el Star Café de Madrid.Samuel Sánchez

La poesía se lee con el oído

Por Ajo

Soy de esas personas que le pone voz a los libros de poesía, leo voces que me invento para cada uno. Lo mismo que hace mi amiga Ruth Toledano con todos los animales que se encuentra, siempre sabe cómo hablarían de ser humanos. Pues yo idéntico, pongo mis voces a los poetas cuya voz nunca he escuchado como también leo a Pizarnik o Plath o al mismísimo Lizano con la suya propia y he respirado donde ellos respiraban. Así somos las personas curvas, tan de su agrado. Un buen día embadurné de golpe el mapa de mis días grises salpicándole tinta de un frasquito y quise saber a qué sabía Mayakovski en ruso, ver cómo eran esos pómulos oblicuos del océano y reconocer un nocturno en cada cañería. A fin de cuentas eso es la poesía. Escuchar en cada escama de pescado en lata la invitación de nuevos labios. Y esas voces y esos labios me invitaron a inventarme, junto con Eduard Escoffet, Yuxtaposiciones, el festival internacional de poesía y polipoesía que acogió La Casa Encendida durante 10 años y por el que han transitado todo tipo de poetas de todos los colores. Y por supuesto invitamos a Valeri Scherstjanoi para escuchar a Mayakovski en ruso. También hubo quien nos agradeció por considerarle poeta, como es el caso de la grandísima Joan La Barbara y su voz prodigiosa.

Durante los primeros tiempos tuvimos muchos problemas con la comunicación de un festival de estas características polipoéticas porque no se sabía qué era la polipoesía: no les parecía literatura exactamente, tampoco era música del todo, ni teatro tampoco, ni performance siquiera, que ya era un término asumido con cierta naturalidad. Eran aquellos tiempos en los que mencionabas la palabra poesía y la gente salía huyendo como si les hubieras invitado a un recital de física cuántica de Rajoy, por poner un ejemplo aburridísimo. Bueno, pues, de aquellos tiempos a estos días, la palabra poesía ha salido mucho de los libros para aderezarse con todos los prefijos y sufijos que se ha encontrado en el camino y ha coqueteado con las otras artes y estilos, de manera que en este momento podemos hablar de gran variedad de géneros poéticos: spoken word, poesía sonora, micropoesía, poesía visual, slam, poesía culinaria, perfopoesía, videopoesía, poesía experimental…

Los versos salen de los libros y se convierten en polipoesía, algo que ya no es solo literatura, música o teatro

Y las cosas han cambiado mucho por la iniciativa y el empeño personal de algunas editoriales independientes, como es el caso de Arrebato Libros, que además de editar unos libros preciosos organiza un festival, Poetas × km2, que es un intercambio con poetas latinoamericanos, lo que nos ha permitido a muchos recitar en lugares como Managua, São Paulo, República Dominicana, Nueva York, México, Montevideo… Lo que no puedo olvidar es cuando en 2003 buscando la palabra micropoema Google me corrigió sin pudor: “Usted quizá quiso decir micropene”. Y cuando busqué micropoetisa me remitió a “microporosa”. Me propuse cambiar la tendencia y hoy en día es al revés, o he tenido mucha suerte o es que a nadie le interesan ya los micropenes ni las microporosas. Desconozco si acabarán con los libros, lo que sí sé es que no hay quien acabe con los poetas.

Ajo es micropoetisa.

Destiempos de penuria

Por Julio Ortega

La poesía en español es siempre otra. Hace anacrónico cualquier mapa de su actualidad fervorosa. Amplía el presente, excede fronteras y postula otro orden del mundo en su sintaxis. Por eso, las antologías no disputan la memoria sino la fugacidad. Las mejores son más fieles al instante. 30.30, Poesía argentina del siglo XXI (Rosario, 2013) incluye 30 poetas de entre 21 y 30 años, que tributan lo más actual. No buscan la memoria, buscan la duración del habla, su tiempo vivo. Confirman la fugacidad mutua, esa cortesía del diálogo. Con razón, Rubén Darío decía que los malos poemas “no acaban nunca”. En la selva impresa, los buenos poemas arden a gusto. Lo ha dicho bien la mexicana Rocío Cerón (1972): “Debajo de la lengua hay un presidio”. Para remontar la actual conversión de la vida cotidiana en mercado tenemos las armas y las letras del poema. Responde el cubano Óscar Cruz (1979): “Oh Dios / a-diós… / y debajo de la tierra tú / y debajo de la tierra yo”. Y Francisco Ruiz Udiel (Nicaragua, 1977-2010), antes de suicidarse, escribió: “Dos monedas en la mano / y un diccionario griego” (‘Equipaje para bajar al infierno’). No en vano hay una vuelta a Vallejo, en pos del griego mundano de la poética. Tamara Kamenszain escribe: “Me demoro en el verso de Vallejo”, que su madre, ya casi sin memoria, completa: “Entre puntos suspensivos: yo no sé”. El peruano Miguel Cabrera, desde la fábrica social madrileña, nos dice: “Has tenido que ganarte la vida”, pero otro desenlace te aguarda: “Ganarte también la muerte”. El altísimo costo social en América Latina (nunca hubo mejor economía y nunca la gente fue más infeliz) es documentado por la poesía. Enrique Winter (Chile, 1982) lo dice: “Mi padre nunca fue dueño de nada / y el agua que ponía en la maleta / la sacaba de un lago / que no aparece ya en el mapa”. En Puerto Rico, Marta García Nieves se siente “como una indigente / de la realidad”.

Nunca fue mejor la economía en Latinoamérica y nunca la gente fue más infeliz. La poesía lo cuenta

Joan Margarit es uno de los grandes poetas españoles actuales, en catalán como en castellano. En Amar es dónde (2015) traduce sus poemas de aquella a esta lengua, como quien los confirma en el espejo del diálogo: “Salvar la lengua me ha dejado / a merced de una gente que es la mía”. Esa experiencia suya es de todo hispanohablante, gracias al fuego hospitalario del poema. “¿Quién no es poeta?”, pregunta Julia Castillo en su alabanza del camino como mapa íntimo del saber del lenguaje (Febrero). Lección de cosas y meditación celebratoria: “Un tiempo queda aún / y el agua lavará estos nombres”, anuncia Esperanza López Parada (La rama rota). A “una rosa sin espinas” dedica Vicente Luis Mora su contracanto de la pareja (Construcción). Susanna Rafart, con agudeza, pregunta por “la oscura rosa fonética” de la página en blanco (Baies). Olvido García Valdés y Miguel Casado, en el poema como en la crítica representan la integridad de la poesía como el lugar donde el lenguaje sigue siendo, contra todas las sinrazones, verdadero y nuestro. Ellos y quienes los prosiguen, como Ana Gorría, J. L. Gómez Toré, Carlos Fernández López, son poetas de pleno registro atlántico. Tiempo de penuria, destiempos del poema.

Julio Ortega es profesor en la Universidad de Brown y autor de César Vallejo. La escritura del devenir (Taurus).

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