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Una imagen, mil palabras

En la era digital, los libros ilustrados para adultos (en papel) están al alza

Ilustración de Liniers para 'Crímenes ejemplares'.
Ilustración de Liniers para 'Crímenes ejemplares'.

Reza la sabiduría popular que una imagen vale más que mil palabras, pero el sector editorial sabe que eso es tan falso como lo contrario: una imagen, de hecho, gana mucho si acompaña a mil palabras, y si de vender esas palabras se trata hay pocas ayudas mejores que un buen muestrario de imágenes. De ahí, sin duda, que en la era de internet, y a falta aún de un verdadero despegue en los campos del ebook y el libro enriquecido, los títulos ilustrados para adultos -en papel- se estén convirtiendo en un nicho al alza. Bastaría para probarlo con ojear algunas perlas presentes en cualquier librería real o virtual (por citar cinco: los Crímenes ejemplares de Max Aub ilustrados por Liniers en la premiada Libros del Zorro Rojo; la obra de arte Mirabilia, de Milena Nonó y Conrad Roset en La Galera; La vida de las paredes, de la escritora e ilustradora Sara Morante, en Lumen; Mansfield Park, de Jane Austen junto a Fernando Vicente, en Galaxia Gutenberg; y, last but not least, Saltaré sobre el fuego, de Wislawa Szymborska y Kike de la Rubia, en Nórdica, editorial que también acaba de lanzar los Cien sillones y pico de Max y Manuel Rodríguez Rivero), pero la red, por supuesto, permite mucho más.

Así, y empezando por España, noticias recientes como la de los ilustradores en campaña espontánea por Manuela Carmena, la de la inclusión de cinco españoles entre los mejores del mundo o la de la aparición el Lunwerg del libro Ilustradores españoles del especialista Mario Suárez (convencido de que "internet fomenta el intercambio creativo" y comisario de una exitosa exposición internacional) respaldan la idea de que el fenómeno made in Spain va más allá de las inspiraciones de Lady Gaga en su Applause. Los numerosos blogs en busca de los ilustradores on line más destacados, el éxito en redes de artistas como Paula Bonet y la existencia de una agencia especializada y pionera como Pencil, en fin, no hacen sino subrayar un auge al que pese a todo afecta la crisis.

Junto al desarrollo que permite el diseño digital popular, a menudo combinado con técnicas tradicionales, la principal tranformación del sector se ha producido sin embargo en la promoción. Para conocer hoy a algunos de los mejores ilustradores latinoamericanos, por ejemplo, y para disfrutar de sus creaciones, basta con navegar por webs como Ilustración México (de Itzel Alcántara a Jorge Manjarrez), Ilustradores argentinos (de Marcelo Zamora a Tintavlek), Ilustradores colombianos (de Johnny Calderón a Eliana Molina), Artistas gráficos del Perú (de Sandra Travenzaño a Juan Carlos Silva Bocanegra), Ilustradores ecuatorianos (de Andrés Landivar a Chepita Ouyeah), Ilustradores Paraguay (de Adri Peralta a Wolfgang Krauch) o la chilena Ilustrared (de Diego Agasso a Raquel Echenique). Claro que, para los más urgidos, es fácil encontrar recopilatorios como el que la revista Código ha publicado este año sobre diez ilustradores latinoamericanos en el punto de mira, de Alberto Montt a Mathias Siefield. O mejor, encontrar, explorando, sus favoritos. Y ponerles, claro, nombre y cara, es decir: palabra... e imagen.

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