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‘Saúl y David’, restaurado: Rembrandt vuelve a ser Rembrandt

Los expertos han empleado ocho años para certificar que la pintura es del genio holandés

Isabel Ferrer
El cuadro 'Saúl y David' de Rembrandt.
El cuadro 'Saúl y David' de Rembrandt.Margareta Svensson (AP)

La autoría de algunas obras de Rembrandt, puesta en duda durante años dada la maestría y complicidad de sus alumnos, acaba de ser confirmada de nuevo en uno de sus óleos más famosos: Saúl y David. Propiedad de la galería Mauritshuis, de La Haya, sobre la obra pesaban serias dudas debido a su particular historia. Pintada por el maestro del Siglo de Oro en dos etapas, posiblemente entre 1645 y 1652, fue cortada en dos en el siglo XIX. El cuadro pertenece a la serie de temas bíblicos de Rembrandt, y figuraba en el catálogo de la sala holandesa desde 1898 como una de sus piezas esenciales. En 1969, sin embargo, fue etiquetado como salido del taller del pintor, o incluso ejecutado por uno de los aprendices. A pesar de que expertos como Ernst van de Wetering, considerado el mejor del mundo, siempre lo ha atribuido al artista, han sido necesarios ocho años de trabajos para darle la razón. Para celebrarlo, la Mauritshuis abrirá el próximo jueves una muestra dedicada a la restauración de Saúl y David, calificada de verdadera obra forense.

Las penúltimas atribuciones

El Proyecto Rembrandt ha rastreado durante un total de 46 años la huella del maestro holandés a lo largo de las colecciones de todo el mundo. Entre sus hallazgos más sonados figura un autorretrato sobre cobre titulado El joven Rembrandt como Demócrito, el filósofo sonriente (1629).

En 2011, Retrato de anciano con barba (1630), en manos de un coleccionista privado, fue acreditado gracias al autorretrato inacabado del propio artista hallado bajo ese óleo.

En 2014, Autorretrato con gorro y pluma blanca (1635), expuesto en la abadía de Buckland y en poder del English National Trust (patrimonio nacional), fue por fin atribuido al genio holandés.

En la tela, el futuro y joven rey David toca el arpa para un anciano rey Saúl. Conmovido por la música y su intérprete, el patriarca enjuga sus lágrimas con una cortina. La postura de ambos, la iluminación y la época en que fue pintado, apuntaba al maestro. El problema era el mal estado del lienzo y sus múltiples remiendos. Eso, y la gruesa y amarillenta capa de barniz utilizado, que dificultaba llegar al fondo de la tela sin dañarla. Con ayuda de la Universidad Técnica de Delft y la de Amberes, se ha aplicado un escáner portátil que proyecta rayos X fluorescentes y permite aislar los componentes de los pigmentos para ver la gama de colores utilizada. El aparato aplica el mismo principio del acelerador de partículas de Hamburgo, y ya fue usado con éxito en el Retrato de Ramón Satué (1832) de Goya. Expuesto en el Rijksmuseum de Ámsterdam, debajo apareció un general napoleónico desconocido. Con Rembrandt la sorpresa ha sido múltiple.

La obra original era más grande. Ahora está compuesta de unos quince pedazos distintos de lienzo. Los dos mayores corresponden a las figuras de Saúl y David. A ello se añadieron luego una copia de un retrato del también famoso pintor flamenco Anthony van Dyck, y otros recortes de tela para completar las esquinas. Un auténtico rompecabezas en mal estado de conservación, porque los pedazos estaban bien pegados pero habían sido repintados para igualarlos. Para complicar aún más las cosas, la obra fue restaurada hacia 1900 en Berlín por Alois Hauser. Él le dio un tono más oscuro y pintó la cortina de nuevo. Una vez limpio, el cuadro ha sido examinado por un equipo internacional de conservadores, restauradores e historiadores del arte. “Es un momento especial y deben sentirse dichosos por añadir otro Rembrandt a su colección”, ha asegurado ahora Van de Wetering, que en 2014 reiteró su convencimiento sobre la autoría del pintor.

La historia reciente del lienzo se remonta a 1830, cuando fue vendido varias veces en sendas subastas en París. En 1869 fue a parar a manos de marchante Dyrand-Ruel, que lo colocó en diversas colecciones hasta que volvió a sus manos. El trasiego de la obra se explica porque Wilhem von Bode, uno de los especialistas de la época en Rembrandt, había expresado ya en 1876 sus dudas acerca de su autenticidad. Cuando el cuadro fue expuesto en Ámsterdam en 1898, Abraham Bredius, a la sazón director de la Mauritshuis, hizo oídos sordos al rechazo oficial. Siempre lo consideró una obra maestra de Rembrandt y la legó a la galería a su muerte. En 1969, sin embargo, el cuadro fue descalificado sin contemplaciones por el historiador del arte Horst Gerson. “La escena bíblica es presentada como una de las interpretaciones más personales del pintor (…) creo que ello se debe más al gusto de la época por este tipo de composiciones que a su calidad intrínseca”, dijo.

Van de Wetering, que ha llevado durante décadas el peso del denominado Proyecto Rembrandt, y certifica un catálogo de 340 obras del pintor, forma parte del consejo de asesores independientes de la galería Mauritshuis. Su directora, Emilie Gordenker, no ha querido correr riesgos y ha llamado a también a otros estudiosos. Su conclusión es que Rembrandt debió pintarlo antes de lo que se creía, cuando había más luz en sus temas bíblicos y su estilo evolucionaba con rapidez. “No pretendemos imponernos, pero el museo ha recuperado una de sus obras más famosas”, afirma hoy Gordenker.

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