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La vida oculta de Corea del Norte

La directora Anna Broinowski muestra en un documental cómo entró en este opaco país

Toni García

La realizadora australiana Anna Broinowski presentó este lunes en el marco del Atlantida Film Fest en Barcelona su trabajo más polémico, Aim high in creation, un documental con el que consiguió acceso al país más opaco y controlado del mundo: “¿Cómo empezó? Pues cuando una amiga me regaló a modo de broma el manual para hacer cine de Kim Jong Il. Lo primero que comprendí es que el dictador entendía muy bien los mecanismos del cine, y —obviamente— los de la propaganda. Poco tiempo después una compañía de gas intentó empezar a perforar cerca de Sidney y yo me propuse pararlo haciendo un corto usando los consejos de Kim Jong. Pero a mitad de camino pensé que sería increíble que los propios cineastas norcoreanos me explicaran cómo funciona el cine propagandístico”, cuenta Broinowski a la luz de L’Eixample, en un apartamento de Barcelona.

Retrato de la directora de cine Anna Broinowski, autora del documental 'Aim high in creation', en Barcelona
Retrato de la directora de cine Anna Broinowski, autora del documental 'Aim high in creation', en BarcelonaXavier Torres-Bachetta

La aventura tuvo respuesta positiva después de una campaña de insistencia epistolar (“envié cartas a cualquier embajada norcoreana que pude encontrar en el hemisferio occidental”) que acabó con un contacto en China que finalmente le consiguió lo imposible: acceso total a la industria cinematográfica norcoreana. Después de entregar su móvil y su pasaporte, Broinowski pasó tres semanas en el país, charlando con directores y actores, que producen entre 30 y 40 películas al año, y acabó descubriendo un paisaje singular. “¿Mis sensaciones? Pues una especie de desintoxicación del capitalismo, una suerte de serenidad respaldada por el hecho de que no había publicidad, en las paradas no se veían anuncios de McDonald's, todo eran paisajes pintados a mano, los colores de los edificios seguían un tono pastel y las personas parecían salidas de la Rusia de los años treinta, o de Mad Men… Por supuesto, esa sensación sería pura claustrofobia si yo fuera norcoreana, porque debajo de cada paisaje pintado a mano, en cada parada de bus, en cada edificio, había un eslogan que advertía a la población de que debía seguir al amado líder”, cuenta la directora australiana.

Esas tres semanas en las que llegó a tener vía libre gracias a la complicidad de sus colegas norcoreanos le sirvieron a Broinowski para hacerse una composición de lugar lejos de la realidad occidental: “El problema es que son los periodistas o sus medios de comunicación los que se encargan ahora de decidir qué es o qué no es verdad en Corea del Norte. Por un lado está la propaganda gubernamental que habla de un país socialista feliz donde se vive de maravilla; por otro están los topos de Corea del Sur que filtran informaciones dudosas, o directamente falsas; y finalmente, los expertos en Corea del Norte que no tienen ninguna fuente directa en el país. ¿Qué si creo que hay gulags? Sí, lo creo, he visto las fotos vía satélite de esas zonas y he leído los informes de la ONU. Pero debes tener en cuenta que incluso algunos desertores se han visto obligados a rectificar algunas de sus historias y esto ha pasado hace sólo unas semanas. Es decir, que en realidad nuestro conocimiento del país se limita a saber que es una gran secta, una religión que sigue a sus propios dioses, en este caso los Kim Jong. No sabemos nada más”.

El documental (disponible en la plataforma española de pago por visión, Filmin, que organiza el festival) levantó una polvareda descomunal en países como Estados Unidos, donde se acusó a la realizadora australiana de ser una mera propagandista del régimen norcoreano.

“Hubo reacciones muy virulentas, pero estaba preparada para ello. Me parece —y esto es lo que he dicho siempre— que no podemos culpar a 24 millones de personas por una dictadura que ellos no controlan. Pero puedes poner por escrito que jamás he hecho apología del régimen. Simplemente intenté contar, a través de su cine, la historia de un país que vive en el vacío desde 1953. Creo que hay pocas cosas tan interesantes como esa”, concluye la directora australiana.

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