Xavi TV

El fútbol no es sólo un juego. Lo entiendes al comprobar cómo un niño relaja su tensión cotidiana a expensas de las incursiones militares en Palestina y sonríe cuando le pronuncias la palabra “Barça”, al ver una plaza llena de forofos ante un televisor en cualquier pueblo de África cantando los goles de Messi o si desayunas en un bar de Colombia, Venezuela o Argentina reunido con los amigos para seguir por las pantallas la Liga española… Sólo así, globalmente, puedes medir la auténtica dimensión de la fiebre.

Una imagen ha dado la vuelta al mundo por todas las cadenas desde el sábado. Xavi, embarazado de un balón, levantando otra criatura: la quinta Copa de Europa. En buena hora decidió aguantar un año. La leyenda queda redondeada por ensueños muy pocas veces. En su caso, lo ha hecho más que merecidamente. No se me ocurre nada mejor para cerrar su etapa como jugador que sujetar la orejona con las manos rubricando tanta gloria personal.

Ahora que se va, deberíamos guardar en la memoria cómo todos lo hemos visto en las pantallas crecer, dotarse de genio y estilo, engrasar los motores y cada tuerca de algunos de los mejores equipos de la historia: su Barça y la selección, con los que ha ganado 25 títulos. Podríamos sugerir un canal específico, una especie de Xavi TV donde programar sus partidos, la talla humilde con la que ha labrado sus dotes soberbias, esa nada afectada consecución del ideal que comprobábamos en cada partido con un noventa por ciento de acierto en los pases.

Una parrilla en que nos enseñaran la manera de cumplir con su deber como si no cupiera en su cabeza y en sus piernas más debate que la perfección, una marcada cualidad de liderazgo basada en el entendimiento sin darse importancia o la fluidez natural de las cosas para algo tan sumamente trascendente como es el arte de saber jugar.