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ENTREVISTA

Lágrimas de V.S.Naipaul

El Nobel de Literatura de 2001 se emociona al describir la fuerza que le ha impulsado a escribir. El genio de la mezcla de géneros hoy apenas esboza fragmentos

V. S. Naipaul posa en su apartamento de Chelsea (Londres).
V. S. Naipaul posa en su apartamento de Chelsea (Londres).Gorka Lejarcegi

Tantas personas nos habían alertado de todo lo que puede enfadar a Sir Vidia que acudimos a la cita con el respeto recorriéndonos la médula, por usar un eufemismo suave. Pero V.S.Naipaul, nacido en Trinidad en 1932, Nobel de Literatura en 2001, es mucho más que un enfent terrible de las letras universales: retrató el desarraigo con pluma poderosa; nos hizo reflexionar sobre el islam, la fe y el mundo; sembró dudas sobre Gandhi; y pintó con vigor las frustraciones de las vidas sin elección. Ha combinado ficción y no ficción con una arbitrariedad pasmosa y genial. Y ha alimentado la historia mundial de los mitos con una vida que Paul Theroux y Patrick French desmenuzaron en sendas biografías sin escatimar los agujeros oscuros que frecuentó: el maltrato a su primera mujer, su recurso a la prostitución, su amante, su ira.

Y además, sí, es cierto: se enfada con los periodistas cuando no conocen su obra, les examina sobre lo que preguntan y pone fin a las entrevistas cuando le da la gana.

Así que la cita en su piso del barrio de Chelsea, en Londres, en la primera entrevista que concede en un año y tras las repetidas advertencias de rigor sobre lo que se ve, pero no se toca (su vida privada, la crítica o la calificación de su obra como “literatura de viajes”, que le molesta especialmente) lo tenía todo para ser arriesgada.

Naipaul nos recibe ya sentado, o instalado, en una silla. Apenas tiene movilidad en las piernas, sus ojos permanecen semicerrados y su voluntad de contestar no parece haberse despertado aún. “Necesita calentar”, ayuda Nadira Khannum Alvi, su segunda esposa, con la que ha compartido los últimos 20 años. Pero no acaba nunca de calentar y es ella la que terminará volcando la devoción que le profesa en el empeño de que esto no descarrile. Le riñe cuando no contesta, le repite las preguntas en voz alta y rellena de halagos y anécdotas todos los vacíos que él deja.

¿Y él? Sorpresa: no solo no se enfada, o no lo expresa demasiado en su semblante distante y endurecido, sino que de cuando en cuando busca nuestra aprobación. Se emociona. Y hasta llora. De alguna manera, mientras transcurre la larga hora que dedica a Babelia en presencia de su mujer y de un agente, vamos tomando conciencia de que la entrevista se está convirtiendo en algo diferente: en testimonio de un momento de vejez y decaimiento; de la evaporación de la energía; del éxtasis y hasta de cierta rendición ante su mujer; del vigor y la impotencia de un genio en una etapa final.

Sir Vidia ya no escribe libros, pero sí “fragmentos”, le socorre de nuevo su esposa. No relee su obra, dice, pero le gusta que ella la relea en alto para él, y se enfada cuando se salta algo. Ama sus libros, cada una de sus palabras, de sus frases y de sus párrafos, que conoce al dedillo tras la lucha librada por cada coma en contra de su inseguridad. Al fin y al cabo lo ha dedicado todo a ellos. A costa de la bondad. Y de los demás.

- ¿Le preocupa la imagen que quedará de usted?

- No, en absoluto. -responde con rotundidad, esta vez por sí solo, a la pregunta final.

Pero empecemos por el principio.

La excusa para la entrevista es buena: se publica en España Una zona de oscuridad (Debate), un libro en el que volcó la experiencia iniciática de su primer viaje a la India, de donde sus abuelos habían salido décadas atrás rumbo a Trinidad. De niño había sido un extraño como miembro de la minoría india en esta colonia británica; de joven fue un extraño como indio estudiante en Inglaterra; y de adulto se encuentra de repente en un país desconocido para él en el que sin embargo es uno más. Y ese desarraigo es, reconoce, el motor de su literatura.

Aquel libro, además, le sirvió para cambiar de registro después de sus primeras novelas en un momento en que se creía agotado para la ficción. Y para retratar lo que veía ante un mundo que no quería verlo.

P. Usted describe una India de divisiones, ineficacia, insensibilidad, que le hace daño. ¿India le sigue doliendo todavía?

La gente me pregunta ahora por qué ya no describo los horrores en las calles, si todo eso ha desaparecido. Y yo contesto que no, pero no puedo estar escribiendo siempre lo mismo.

R. Sí. La gente me pregunta ahora por qué ya no describo los horrores en las calles, si todo eso ha desaparecido. Y yo contesto que no, pero no puedo estar escribiendo siempre lo mismo. Intento cambiar al tiempo que cambian mis sensaciones, pero sin olvidarme nunca de lo que he escrito antes. ¿Tiene sentido lo que digo?

P. Lo escribió en 1964. ¿Lo ha releído? ¿Relee usted sus libros antiguos?

R. No, la verdad es que no. Así de sencillo. ¿Cree que debería?

P. Algunos lo hacen. Philip Roth dejó de escribir y se dedicó tres años a releer sus treinta y tantos libros. ¿Ha pensado usted alguna vez en revisitar sus libros?

R. No. Tengo tan presente la experiencia de cuando los escribí que no lo necesito.

P. En el prefacio dice que este libro le ayudó a mirar más allá de la ficción. Había escrito ficción, tres o cuatro novelas, y con este libro dio el salto a la no ficción. ¿Puede decirme qué supuso para usted esta forma de saltar de la ficción a la no ficción?

R. ¿Qué era exactamente lo que decía? Esta cita que menciona, ¿dónde está?

P. En el prefacio. Y en Momentos literarios, donde habla de cuando escribió este libro.

R. No me acuerdo.

P. Decía usted: “Estaba exhausto después de Una casa para el Señor Biswas, estaba buscando alguna otra novela”. Y algún editor le propuso ir a India y escribir sobre la experiencia. Y dice usted: “Me ayudó a mirar más allá de la ficción, a saltar al ensayo...

R. Creo que ahí está dicho con mucha claridad. Acababa de terminar un libro muy largo de ficción, estaba agotado por el esfuerzo, quería hacer algo nuevo, algo que no fuera de ficción. Nada más. ¿Tiene sentido?

P. Claro, pero me gustaría que lo explicara un poco más.

R. No puedo explicarlo más. Es suficiente.

P. Usted ha escrito ficción y no ficción toda su vida. ¿Qué satisfacciones y qué dificultades le ha aportado cada género?

R. Es una pregunta muy seria, sobre mi forma de escribir, que ahora no podría contestar. No puedo responder con una frase sencilla. Hay cosas que son tan difíciles de explicar sobre la escritura, y que tampoco es fácil hablar sobre ellas... Pruebe con otra pregunta.

P. ¿Por qué ha preferido a veces escribir ficción y a veces no ficción?

R. Un motivo puede ser que estás cansado de una forma y tienes muchas ganas de probar otra. Y otro es que hay ciertas cosas que exigen determinada forma de contarlas. Cuando uno está viviendo esa experiencia, dice: “Esto lo escribiría de esta determinada forma”. Por ejemplo, como no ficción.

Una zona de oscuridad molestó y conmocionó en su tiempo por la crudeza con que describió una India de miseria e inconsciencia, y debe su título a la penumbra que nos rodea más allá de la débil luz que ilumina nuestra choza. Es pura India, pero es universal. Y su referente literario no puede estar más lejos de allí, y más cerca de aquí: El Lazarillo, que él leyó en esos años en español y tradujo para sí. “Lo adoro, me encanta su lenguaje. En 1555 había un español delicioso, una lengua maravillosa, y eso fue muy educativo para alguien como yo que estaba tratando de aprender a escribir. El lenguaje y el tono es maravilloso, extraordinario, tan lleno de ironías.”

P. Usted ahonda mucho en los personajes por dentro y también por fuera. Como el Lazarillo. ¿Qué le costó más?

R. Cuando escribo no hago compartimentos, todo sale de forma fluida ¿me explico?

P. Este libro, Una zona de oscuridad, y este primer viaje a la India, ¿qué representaron para usted?

R. Supongo que representó mucho, porque era la primera vez que escribía sobre una experiencia tan fuerte, el primer viaje a la India. Pero no puedo decir mucho más, yo creo que con esta explicación basta. A no ser que... veo que tiene usted cara de querer preguntar algo más al respecto.

Nadira. Bueno, fue un libro muy importante. Fuiste a India por primera vez, viste el país de cerca, escribiste sobre India y molestaste mucho a los indios, porque era una mirada desde fuera, porque tú eres indio y a la vez no lo eres. El libro despertó mucha indignación en India. Recuerda lo que decían: Cómo se atreve a venir aquí y hablar de la suciedad, cómo se atreve a escribir que la gente defeca en las vías del tren... Fue un libro muy importante para los escritores indios más jóvenes, Amitav Ghosh y gente así. Tú les enseñaste otra manera de mirar India, y después vinieron otros libros.

R. Todo eso es secundario respecto al acto de escribir. Cuando uno está escribiendo no piensa en el revuelo que va a causar. No pensé que iba a causarlo, porque me pareció que lo que estaba escribiendo era tan obvio que la gente lo iba a recibir como una descripción de lo que había, sin más. Pero ya ve, a veces las cosas ocurren así... A veces crees que no has hecho nada y descubres que has hecho algo.

V. S. Naipaul con su esposa, Nadira, en su piso de Chelsea.
V. S. Naipaul con su esposa, Nadira, en su piso de Chelsea.Gorka Lejarcegi

P. Usted dijo, por ejemplo, que Gandhi fracasó, 30 años después de su muerte. ¿Sigue pensando que fracasó?

R. Desde luego.

P. ¿Por qué?

R. Porque sus ideas y su mensaje son tan profundos, abarcan de tal forma todos los aspectos de la India que para poder decir que triunfó debería haber promovido un vuelco total del país. Y no lo hizo.

P. También se sintió decepcionado con la Inglaterra colonial. ¿Siente que Inglaterra ha aprendido a valorar sus excolonias?

R. No he dicho nada tan radical sobre Inglaterra. No me atrevería jamás a hacer grandes afirmaciones sobre países tan importantes, a decir que es un país que me ha decepcionado o algo así. No se puede hacer eso. Los países así son tan grandes y tan importantes, y dependemos tanto de ellos, que tenemos que aprender a aceptar todo lo que tienen.

P. Es cierto que usted no habla de Inglaterra, sino de “inglesidad”, de cómo chocó con India. Dice que no fue un buen encuentro el de las dos potencias. De modo que, en cierto sentido, sí critica la actitud de los ingleses. ¿Cree que esa actitud de Inglaterra hacia sus viejas colonias ha evolucionado, ha cambiado?

R. Tengo que pensarme mucho esta respuesta.

P. Usted decía literalmente: El imperio despreció a India al tiempo que la conquistaba. Fue una relación de desprecio, de indiferencia. Eso es lo que escribió. De modo que la pregunta es: ¿Ha aprendido Inglaterra a valorar a la gente de sus excolonias?

R. Creo que no, y no veo ningún motivo para que lo haga (ríen su esposa y él). Cuando empecé a escribir me dije que había una serie de palabras que nunca debía utilizar. Una era colonialismo. Otra imperialismo. Cuando leía no me gustaba encontrarme este tipo de palabras, no me gustaba que la gente las usara en lugar de expresar ideas propias. Una de ellas era “colonialismo”. Otra, “imperialismo”. Si usted repasa mis escritos, no las encontrará. Es cuestión de principios.Y sigue siendo así.

P. Hay una descripción que hace en el libro de sí mismo: en Trinidad era diferente, en Londres era diferente, pero entonces fue a India y allí era anónimo, porque era indio. Tengo la sensación de que ese sentimiento de desarraigo, de ser diferente, es el motor que impulsa este libro. ¿Es también el motor que ha impulsado toda su carrera?

R. Sí. Sin la menor duda. Nunca lo he pensado conscientemente, aún hoy no lo hago, pero creo que en el fondo siempre he tenido la impresión de que otra persona estaría haciendo otra cosa diferente.

P. ¿Cómo describiría su estilo? ¿Profundo, crudo, honesto? Son palabras que propongo, pero me gustaría que usted lo definiera.

R. Es imposible hacerlo. En cuanto uno empieza a analizar sus propios escritos como si fuera un crítico emprende un camino que lleva a la locura.

Su esposa se empieza a enfadar, le anima a explicarse: “Es cierto, sería una locura, pero tú siempre has dicho que tratas de acercarte lo más posible a la verdad y siempre me has descrito tu forma de escribir en esos términos. Lo más cerca posible de la verdad. Dices que hay que hacer el máximo esfuerzo para acercarse lo más posible a la verdad.Y que lo revisas una y otra vez porque nunca estás seguro”.

“Mi mujer lo explica mejor que yo”, se limita a decir él.

Nadira. Él está siempre inseguro de sí mismo. Con todo lo brillante que es, duda constantemente y es un perfeccionista. Cuando escribió Semillas mágicas, y cuando escribió Media vida, redactaba una frase y se quedaba ahí. Cuando escribe no habla ni escucha, y entonces yo leía esa frase en voz alta y él respondía “No está bien”. Yo le decía: “¡Es perfecta!” Y el insistía: “No, no está bien. No tiene mi ritmo”. Porque él tiene su propio ritmo, su propia música en la cabeza. Y luego, de pronto, se sentaba en la cama a las tres de la mañana, y corría al ordenador, y cambiaba una palabra, y entonces decía: “Ahora, sí”. Y ahí estaba, la frase perfecta. Es un perfeccionista. Examina las palabras sin cesar. Está obsesionado con la claridad: dice que, si un escritor es bueno, puede expresar las ideas más complejas de manera muy sencilla. Si eres incomprensible, estás perdiendo el lenguaje que tienes. Por eso no le gustan palabras como colonialismo, imperialismo, grandes palabras muy simples que nadie se atreve a cuestionar. El escritor debe buscar más a fondo para ser más claro.

P. Por eso he escogido esas palabras sobre su estilo: verdad, transparencia, honestidad...

Nadira. Y claridad.

P. Y claridad. Verdad.

Nadira. Lo más cerca posible de la verdad. Porque dice que la verdad absoluta no existe, que siempre está cambiando, pero hay que hacer el máximo esfuerzo para acercarse lo más posible a la verdad. Y todos los libros sobre India de los que hablábamos antes, él se ha pasado la vida volviendo a India, volviendo sobre el tema, volviendo a examinar el país desde diferentes puntos de vista. India, A Wounded Civilization (1977) es muy distinto de India, a Million Mutinies Now (1990). Tengo que decir, y espero que lo reproduzca, que, cuando escribió esos libros, en India causaron gran revuelo. India, a Wounded Civilization es un libro que han utilizado los dos partidos, y no solo en el aspecto político. Es un repaso a la historia de India. Ahora, los indios quieren que escriba otro libro, y él les ha dicho que no. Les ha dicho que les dio India, A Million Mutinies y que todo lo que aparecía ahí sigue siendo válido. No tiene nada nuevo que decir sobre ellos. No quiere escribir un nuevo libro solo por escribirlo. Y ahora los indios han crecido lo suficiente en el mundo y son lo bastante poderosos como para decirle: “Muchas gracias por habernos dado las herramientas para juzgarnos a nosotros mismos. Ahora podemos mirarnos en el espejo y vernos. Ya tenemos las herramientas”. Lo malo del mundo islámico es que no tienen las herramientas necesarias. Los libros que él escribió sobre ellos también son unos libros muy importantes, pero todavía no tienen las herramientas para juzgarse a sí mismos, no han desarrollado el pensamiento como en India..

P. Enseguida hablaré de los libros sobre el islam, pero antes querría tocar otro tema: Usted ha dicho que cada libro siempre debe constituir un avance, que siempre debe ser un paso hacia adelante. ¿Cree que lo ha conseguido con cada libro?

R. Sí, sí.

P. ¿Sigue escribiendo ahora?

R. No sé qué decir.

Nadira. Está escribiendo “Fragmentos”, pero no está seguro de acabarlo. Aunque, cuando llega el momento, dicta. Pero no es un texto coherente. Son... fragmentos.

P. Hablemos del islam, ha escrito sobre el radicalismo islámico. ¿Lo teme?

R. No tengo miedo porque en realidad son débiles y sería muy fácil acabar con ellos, destruirlos, si las grandes potencias se pusieran de acuerdo. Toda esa palabrería islamista tiene poca sustancia. Y lo digo porque se basa en muchas cosas que proceden del mundo árabe y que están tratando de incorporar a su propio pensamiento, hasta ahora sin éxito. ¿Es una buena respuesta?

P. ¿Y qué ha fallado en Occidente?

R. No creo que Occidente haya fallado. El fallo, la falta de pensamiento, la falta de ideas ha estado en el lado del islam.

P. ¿Pero en Occidente cree que hay ideas nuevas o también hay una crisis de ideas?

R. El mundo vive de las ideas, eso es parte de lo que nos entusiasma a personas como yo. Y no hay falta de ideas. No creo que en el islam den mucha importancia a las ideas.

P. Cuando usted empezó a viajar, tenía que ir en barco, tren, tardaba semanas, meses... Hoy, en cuestión de horas, estamos en otro continente. Es la globalización. ¿Cree que eso ha acercado las civilizaciones, o seguimos estando alejados?

R. Creo que no ha tenido ningún efecto. Sería fácil decir que ahora todos podemos viajar, tenemos magníficas vistas, imaginamos el mundo entero, pero la gente no cambia así como así.

P. ¿Sigue la literatura en el mundo? Antes le pregunté si creía que cada libro suyo ha sido un paso hacia adelante. ¿Cree que la literatura mundial ha avanzado? ¿Encuentra literatura interesante?

R. Creo que la gente no piensa en la literatura en esos términos.

P. ¿Pero encuentra usted literatura interesante, autores interesantes en el mundo hoy?

R. Es complicado. No puedo decir que en algunas culturas la literatura sea muy dinámica, porque no lo es. No se pueden sacar grandes conclusiones. Hay que ver las pequeñas cosas de las que escribe la gente.

P. En un momento dado, usted dijo que no veía literatura ni arte en India, por ejemplo, porque no existía una tradición. Pero también dijo “Llegará. El motor de la literatura estará aquí”. ¿Ha sido así? ¿Ha encontrado usted autores interesantes en India o en los países emergentes?

El reconocimiento es fundamental. Da validez a tu trabajo. El autor del ‘Lazarillo’ no lo tuvo, pero tiene la inmortalidad"

R. Es un tema demasiado amplio como para responder deprisa. Si dijera algo ahora, probablemente serían unas cuantas frases estúpidas y provocadoras, y no quiero hacer eso. La verdad es que no he encontrado a ninguno. La verdad es que esperan grandes desilusiones al hombre que empieza a leer la obra de algún autor que publica en India. Recuerdo que leí en 1951 The Unknown Indian (El indio desconocido), de Chaudhuri, y me deslumbró. Por desgracia, con los años, me ha ido deslumbrando cada vez menos. Estamos deseando, quizá demasiado, encontrar cualidades en determinados países. Creemos que están en posesión de la verdad, o que están más cerca de la verdad que nosotros, cuando probablemente no es así. Hoy, el libro de Chaudhuri me resulta insoportable.

Naipaul se niega a escoger entre sus libros. “Nunca haría algo así”. Y su mujer lo corrobora y cuenta: “Se sabe su obra tan bien que no se le puede engañar. A veces me pongo a leerle Señor Biswas, de pronto me canso y quiero llegar a la parte que me gusta y en cuanto empiezo a correr me dice: ‘Para, te estás saltando cosas’.

P. O sea que usted no relee sus libros, pero su mujer se los lee en voz alta.

Nadira. Y me dejo algunos trozos. Y él salta de inmediato y me dice: Para. Y cuando le pregunto: ¿Cómo lo sabes? Él responde ‘Conozco mi música. Sé cómo escribo”. "Tengo que decir que no lee mucho fuera de sus propios libros, porque quiere conservar su propio pulso y su propio ritmo. Recibe muchos libros de India, y yo leo fragmentos en voz alta, y él comenta: “Este chico sabe escribir, pero...” O “Este es bueno, pero vamos a ver si dura”. Me gusta mucho ver a todos esos indios como Amitav Ghosh y todos los demás que hoy dicen que Vidia es muy importante para ellos, que les enseñó otra forma de escribir, y por eso le están muy agradecidos. Están saliendo libros de India, Amit Chaudhury y toda esa gente. Él me pide que le lea cuatro líneas y con eso ya sabe si el autor es bueno o malo. Pero él no lee, porque causa interferencia en su proceso mental.

P. Pero esa es otra forma de releer sus libros.

R. Sí.

P. ¿Y le gustan, cuando se los lee?

Nadira. Le encantan. Le encanta su obra. No tiene usted ni idea de con qué cuidado y minuciosidad escribe, lo tortuoso que es el proceso. Y qué fantástico es. De verdad, no conozco a nadie que merezca tanto como él el Nobel. Porque es un proceso atormentado, le consume. David Campbell, el editor de Everyman, me dijo que debería escribir cómo es el proceso, porque, cuando está escribiendo, se le calienta tanto la cabeza que no se puede tocar. Se le calienta tanto como si fuera una bala. Y es implacable. No hace nada más que pensar y escribir. Es evidente que este es el trabajo al que ha dedicado su vida, y lo hace muy bien, pero eso no le deja tiempo para hacer ninguna otra cosa. Tienes que contarle lo que sueles decir, estará bien que se enteren tus lectores. Siempre dice que un hombre debería tener tres vidas. Una, para vivir, otra, para leer y experimentar, y otra para escribir. Siempre dice: “Mi vida es demasiado corta. Nunca he tenido tiempo de vivir, no he hecho nada más que escribir”. La gente debería tener tres vidas.

P. Y la suya siempre ha estado y está dedicada a la escritura.

R. Sí.

P. ¿Y se arrepiente de algo?

R. No, no me arrepiento de nada. He dedicado demasiado tiempo a escribir como para arrepentirme de ello.

Nadira. Pero tienes el concepto de dharma. Háblale del dharma. El dharma es la fuerza que le empuja.

Él acepta hacerlo, y se explica de una forma recogida.

R. Es una noción india. El hombre debe tener su dharma, su idea de qué debe hacer consigo mismo y con su vida. Yo encontré ecos de este concepto en ciertas partes de Proust, la reflexión sobre cómo pasa uno su tiempo, cómo hace las cosas.

Es entonces cuando las lágrimas nublan los ojos de Naipaul y ella le consuela. “No te preocupes, está bien”, dice con cariño. Y explica: “Él ha dedicado su vida entera a escribir. El dharma le ha impulsado. Eso es el dharma. Es casi como una religión”.

P. Usted escribió sobre su padre como escritor: “Mi padre nunca llegó a un punto de descanso desde el que revisar su pasado. Al final, tenía poco de lo que escribir”. ¿Cuándo sintió usted que había llegado a ese punto? Su padre nunca encontró ese momento desde el que examinar su pasado, pero usted sí, desde el principio. ¿Cuándo fue?

R. Qué difíciles son todas estas preguntas.

Nadira. Alguna vez me has dicho que a los 40 años. Me contó que entonces fue cuando sintió que era famoso y que conocía bien su obra.

P. ¿Cuándo sintió confianza en su trabajo? Porque he leído que, al principio, no tenía ninguna confianza, era muy inseguro.

Nadira. En realidad, todavía es inseguro ahora, cuando se pone a escribir los fragmentos. Dice que estar seguro de uno mismo es síntoma de estupidez. Sentirse inseguro es lo que le obliga a examinarte. Siempre se siente inseguro mientras escribe, pero luego es consciente de la calidad de su obra. Una vez terminada, está convencido de que es buena.

Es hora de ir terminando. El agente y su esposa le ayudan a trasladarse a un sofá donde posa dócilmente. Está cansado y cada vez deja más que sea su esposa quien se extienda en las respuestas mientras él la mira embelesado y obedece. Admite alguna pregunta final.

P. ¿El reconocimiento ha sido importante?

R. Fundamental. Te dice lo que has escrito, es una forma de documentar lo que has hecho. Da validez a tu trabajo.

P. El autor del Lazarillo no lo tuvo. ¿Lo ha pensado?

R. Sí, pero sí lo tiene, es inmortal. Mucha gente que ganó mucho dinero está muerta, pero él sigue vivo en toda la gente que le lee.

Es sin duda lo que siente que le pasará a él. Su mujer reconoce el “enfado” de Naipaul con Patrick French, a quien abrió sus archivos y que dibujó sus trapos sucios. “Nunca cotejó los datos”, cuenta.

Pero su liga es otra. La de la inmortalidad..

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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