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Beethoven entre olivos y almenas

Los conciertos de Música en Segura se cuelan entre las montañas o el castillo

Una de las formaciones que intervino en el festival Música en Segura, durante su interpretación.
Una de las formaciones que intervino en el festival Música en Segura, durante su interpretación. JESUS PENHA (EL PAÍS)

Suena un cencerro en la puerta de la antigua iglesia del convento jesuita de Segura de la Sierra, en Jaén. El sonido metálico indica a los ciudadanos que están reunidos en la plaza que el intermedio del concierto ha acabado y que deben volver a sus asientos. “Esto lo hicimos el año pasado como una broma, pero tiene su encanto y va camino de convertirse en una tradición”, dice Domingo, quien se encarga del cencerro y también de los equipos de sonido y de lo que haga falta. Dentro, en la tercera jornada de conciertos del festival Música en Segura, aguarda el guitarrista malagueño Rafael Aguirre. En medio del recital de guitarra clásica, con Astor Piazzolla de fondo, las campanas de la iglesia de arriba repican y su sonido se cuela entre las rendijas de la piedra.

Es la segunda edición de este festival, que se celebró del miércoles pasado hasta ayer, en el que todo parece ser igual, pero todo es distinto. A la salida del concierto, los músicos que estaban hace un momento en el escenario se mezclan con los presentes y charlan con ellos un poco de todo, de la música y de la vida en general. Un adolescente del pueblo, en el que hasta la llegada de este festival no estaban muy acostumbrados a escuchar música clásica —de hecho, algunos vecinos han visto durante estos días por primera vez un piano de cola—, cuenta durante el concierto que se ofrece en el espectacular patio de armas del castillo que corona el pueblo: “Al final, mi madre tenía que hacer la comida y mi tía tenía que quedarse con mi abuela; así que me he venido yo para no perder la entrada. Pero el año que viene me pillo un abono para mí solo y vengo a todo”.

Esta muestra es la historia de un emigrante, Daniel Broncano, un clarinetista segureño que ejerce como hechicero para que, pese a vivir en Londres, el festival reúna, sin apenas apoyos económicos, a instrumentistas que hablan tres lenguas diferentes en un pueblo al que ni siquiera llega el autobús. “Llevo viviendo en Londres unos años, pero siempre he querido traer a mi pueblo lo que es mi pasión, que mis vecinos, con los que me he criado, escuchen a Bach, a Beethoven… y que la gente venga aquí a conocer mi pueblo”, cuenta Broncano.

Las actuaciones se reparten por escenarios espectaculares: ante la torre del homenaje del castillo, perfectamente conservada; en unos baños árabes o en un restaurante entre copas de vino y raciones de croquetas y carne de monte, mientras suenan fados de fondo. Y hasta se puede escuchar la Suite para violonchelo número 1, de Bach, en la era de la cercana aldea de Moralejos, mientras los buitres sobrevuelan los picos cercanos, un burro mira desde la distancia y los pocos aldeanos aguardan a que acabe el recital para agasajar a los asistentes con dulces caseros y mistela.

El año pasado, una agencia de viajes llevó a Segura de la Sierra a un grupo de extranjeros, que se quedaron prendados de este lugar casi virgen, ajeno al turismo masivo y que conserva un entorno natural excepcional. Y este año, sin visitas organizadas de por medio, algunos de ellos han vuelto pues les parece que esto es único. Cinco días que, por ejemplo, convencieron a un matrimonio holandés de que vendiese su segunda residencia en Londres y comprase una casa-palacio en la localidad jienense, donde ahora veranean. La cantaora Rocío Márquez, tras su concierto del sábado, toma una copa de cava bajo un cielo estrellado que difícilmente puede verse en una ciudad: “Vas a festivales, cantas en muchos sitios, pero lo que hay aquí es magia; es como estar en casa”.

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