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Buenafuente busca psicólogo y lo encuentra en una librería

El humorista publica una colección de sus dibujos

Juan Cruz
Andreu Buenafuente, el pasado abril.
Andreu Buenafuente, el pasado abril. carles ribas

Andreu Buenafuente llega muy tarde a casa casi todos los días, se mete en su estudio y en lugar de arañar las paredes se dedica a pintar, a dibujar, a llenar miles de libretas que ahora son parte de la herencia que le dejará a su hija Joana. De momento, parte de esa herencia está en un libro, No entiendo nada, que ha publicado Reservoir y que presentó el cómico catalán anoche en la librería Tipos Infames de Madrid.

En el curso de la presentación, Buenafuente describió el estado de su estudio cuando volvía a la vida por las mañanas. No, no tiene un psicólogo, por eso dibuja. Pero, por cierto, exclamó, “¡¿hay algún psicólogo en la sala?!” Entre los tipos infames no había un psicólogo…, hasta que levantó la mano uno que lo es: el presentador, Edu Galán, colega suyo, fan declarado, que trabaja para la revista Mongolia.

Galán había explicado cómo hace tres años conoció a Buenafuente, para pedirle que les presentara El libro rojo de la revista. "Es más alto en persona”, le dijo a sus compañeros. De esa relación nació una correspondencia. “Andreu me mandaba sus dibujos y yo decía: ¡qué cabrón, qué bueno es! Aunque decía más veces ¡qué cabrón!”. Eran, dijo Edu, “descargas eléctricas ilustradas, zarpazos cómicos, un discurso de alguien que contempla el mundo con plano-detalle”. No es Andreu “un dibujante de ocurrencias”, explicó el psicólogo, antes de darse a conocer como tal.

Dibujo de Andreu Buenafuente recogido en el libro.
Dibujo de Andreu Buenafuente recogido en el libro.

No es un dibujante de ocurrencias: es más bien un existencialista radical que va en la estela de Rafael Azcona, Chumy Chúmez o El Roto, “o quizá Ops, que es más abstracto”. Andreu se sintió halagado por esa saga que lo precede según el psicólogo que lo presentó en Tipos Infames. Él en realidad dibuja “para no pensar… Cuando me preocupa algo, hago otra cosa”. En este mundo, le apuntó Galán, no se entiende que un cómico de tanto éxito dibuje además. Pero Buenafuente no entiende el mundo mirando la horizontal y admirando el paisaje, así que lo puebla de sus fantasmas, y de ahí nace una crítica de la vida como la que Azzcona y otros abordaban en La Codorniz, que por cierto no fue aludida en los antecedentes ilustres de este ilustre compadre de la secta de Hermano lobo.

Con esa colección incontable de dibujos en los que lo negro es más grande que lo neutro o lo blanco, se fue Andreu a ver a la editora Mónica Carmona, responsable de Reservoir. “Vaya, vaya, cuántas cosas”, le dijo la editora. Tenía razón Carmona, a la que Edu y Abndreu llamaron “la gran Mónica”. Él hubiera soñado un libro de 5000 páginas, “para joder las casas, que el puto libro abultara más que las casas”, pero ella lo fue adoctrinando en la realidad de las cosas (y de los libros), de modo que llegó a las sensatas (y también insensatas) 128 páginas de que consta No entiendo nada.

Andreu trabaja desde que cesa la luz del programa que hace en La Sexta, sobre las dos de la mañana, hasta un poco antes de que salga el sol. “Si sale el sol y te halla despierto se te pone cara de mala persona, te hace sentir culpable”. Entonces es cuando pone en curso el establecimiento de sus heridas, de las que vive o de las que ve, y construye esos tableros que ahora lo emparentan con El Roto o con Chumy Chíumez, que son palabras mayores de la tradiciás bien un existencialista radioel libro en la caseta 128 de la Feria del Libro de Madrid. Por la tarde lo hace en la caseta 201ón que enumeró Edu Galán. Cuando deja el estudio “lleno de tintas y de desorden” es cuando ya no necesita el psicólogo sino el sueño. Y se va a acostar.

Dibuja “con una fotocopia de la jornada en la cabeza”; y como él pilló “lo más crudo del crudo invierno de la crisis” lo que sale de sus pinceles y bolígrafos y plumas es oscuro que como la tumba en la que se han situado el deseo, la alegría y la esperanza. “Por eso me dijo la gran Mónica cuando le enseñé los dibujos: ´Hay mucha crisis aquí`. Pues claro. Eso es lo que me acompaña cuando abro la puerta del estudio y le doy rienda a esa fotocopia de la jornada que me sobreviene al final del día”. En el New York Times, donde le pidieron un dibujo, le dijeron que era de la vertiente dark (oscura).

Claro, si tuviera psicólogo lo entendería todo, no se hubiera puesto a dibujar y ahora no hubiera publicado No entiendo nada.

Ahora ha encontrado psicólogo, pero lo prefiere como presentador.

Por cierto, por la sala paseaba su hija Joana, con un papel en la mano. Antes de que el padre acabara de presentar su libro su madre, la actriz Silvia Abril, se la llevó a buscar un plátano. De Canarias, por cierto.

[Esta mañana Buenafuente firma el libro en la caseta 128 de la Feria del Libro de Madrid. Por la tarde lo hace en la caseta 201. No estará el psicólogo]

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