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Toros inválidos, poco público y figuras decepcionantes en Córdoba

Tarde entre silencios de Rivera Ordóñez Paquirri, Morante de la Puebla y Manzanares

El tibio poder taquillero de la terna de figuras marcó negativamente el segundo festejo del abono de Nuestra Señora de la Salud, que también se vio mediatizado por la invalidez del encierro de Juan Pedro Domecq. Los diestros Paquirri, Morante y Manzanares pasaron desapercibidos, y el público salió decepcionado.

Con menos de media entrada, se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq, correctamente presentados. El primero derrochó clase; segundo y tercero, inválidos; el cuarto, blando y noble; quinto y sexto se desinflaron en el último tercio.

El balance de los toreros fue el siguiente: Rivera Ordóñez Paquirri, ovación y silencio; Morante de la Puebla, silencio y silencio, y José María Manzanares, silencio y silencio.

Abría cartel el reaparecido Paquirri, que sorteó en primer lugar un precioso ejemplar castaño y de buen tranco en los capotes que mantuvo su buen son en el tercio de banderillas. El torero no llegó a acoplarse a la bondad y el excelente aire del animal, que derrochó clase desde el principio hasta el final de una faena que no tuvo argumento ni rumbo.

El terciado cuarto tampoco tuvo mal son, pero mostró una preocupante falta de fuerzas que tampoco supo administrar Rivera en una faena tan deslavazada como despegada en la que hubo exceso de precauciones.

La presunta estrella del cartel era Morante de la Puebla, aunque tampoco ayudó a apuntalar el naufragio taquillero. El diestro se encontró, en primer lugar, con un toro de escasas fuerzas y aire noble que se derrumbó al tercer muletazo. Se fue a por la espada y lo despenó de un pinchazo y una estocada. Tampoco había más opciones. Morante formó un lío parando al quinto. Primero, a una mano, y luego, gustándose a la verónica. La escasa parroquia se había despertado de la siesta, pero las pocas fuerzas del toro volvieron a inquietar. Impidieron que el diestro encontrara el acople después del esperanzador inicio de una faena que duró lo mismo que el escaso recorrido del animal. Las esperanzas se truncaron muy pronto.

Y cerraba cartel el alicantino José María Manzanares, que brilló más y mejor con el capote en el templado, variado y brillante recibo al tercer 'juampedro', que abrochó con una garbosa media. El torero comenzó a pies juntos y concluyó con el compás abierto antes de que el toro -que derribó con estrépito al picador- fuera cuajado con los palos por el subalterno cordobés Rafa Rosa. Después, se lo llevó a los medios. Hubo buen trazo y sentido del ritmo en los primeros muletazos, y la faena rompió en una excelente tanda con la diestra que se truncó prematuramente cuando el toro se derrumbó. Se había sentenciado la corrida. Después, se paró cómo un marmolillo mientras el público empezaba a agotar su paciencia. Aún quedaba el sexto del envío de Juan Pedro Domecq, un toro abanto y rajado que se quedó corto desde el primer capotazo. El caso es que no tuvo mal aire en el tercio de banderillas, que Curro Javier resolvió con solvencia. El diestro alicantino aprovechó esa buena condición para estirarse por el pitón derecho y, sobre todo, en un largo cambio de mano que volvió a desperezar al público. No hubo mucho más.

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