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Poder femenino y gargantas que riman

Patti Smith, el punk de Sleater-Kinney y el hip hop más abstracto mandan en la segunda jornada del Primavera Sound

Patti Smith, durante un momento de su actuación.
Patti Smith, durante un momento de su actuación.Massimiliano Minocri

Ellas marcaron el paso. En realidad ella, la más mayor, la veterana, la que presuntamente tendría que haberse desgastado con el tiempo, perdido el filo, mellado por los sinsabores. Pues no. Compitiendo en luz con el sol que entonces declinaba Patti Smith se convirtió en la reina del Fórum mediante la a priori peligrosa y arriesgada tarea de recuperar un disco, el Horses con el que ella enseñó los colmillos allá por 1975. Ha llovido mucho y cabía conjeturar que nada seguiría igual, craso error tras contemplar la fiereza con la que Patti defendió no ya su legado, sino su rabiosa y vigente actualidad. Por su parte otras mujeres, Sleater-Kinney triunfaron poco después en ese mismo escenario, aunque ante bastante menos gente y quizás menos emocionada, mientras que las rimas de Run The Jewells y Shabazz Palaces impusieron el peso del hip-hop en una programación que bebió de sus propias raíces con la exitosa actuación de Belle And Sebastian.

Como en botica. Para todos los gustos. Era el segundo día de festival. Recuperar un disco que tiene 35 años no parece tener mucho sentido artístico, no porque el disco lo haya perdido, sino porque sus canciones en bloque ya no forman parte del presente de la artista que se hizo famosa con él. Otra cosa es que comercialmente la idea tenga sentido, un recuperar el pasado como si éste fuese recuperable y no algo que sólo pueden retener aquellos que lo vivieron, que en realidad es una de las características del pasado. Y si no haber nacido antes. Por eso podría haber dudas de cómo Patti se enfrentaría con su juventud, habida cuenta, además, que el año pasado Televisión naufragaron recuperando su celebérrimo Marquee Moon.

Desde luego, lo de Patti fue otra cosa. De entrada, y rompiendo una tradición que se remonta a cuando ella no tenía el cabello níveo sino negro azabache, “Gloria” sonó como primera pieza y no como última, manteniendo así el orden del disco que recuperaba en su integridad. Y desde el comienzo quedó muy atente que Patti se creía lo que estaba cantando, no sólo por el contenido de sus canciones, sino por su sentido, por ser herramientas de lucha contra los mismos poderes que ella misma cuestionó en los setenta y que siguió cuestionando en el Fórum, derretido ante la estrella que sigue escupiendo en el suelo como una marca de su personalidad. Hubo momentos para el recuerdo, como por ejemplo cuando recordó que Break Up estaba dedicada a Jim Morrison, instante en el público saludó a sus propios mitos, lista luego ampliada con Jimi Hendrix o Lou Reed, algunos de los que ya están en el panteón. Y sí, había personal que vivía una nostalgia de hechos no vividos, pues en el 75 podían estar, en todo caso, escuchando a Gaby y Fofó, pero se notaba que otros, los canosos, sentían que se quitaban años de encima, o quizás se los echaban, al rememorar aquellos lejanos setenta. Recordando que el futuro no estaba en ella sino en los que estaban delante de ella, Patti firmó una actuación creíble y fiera propia de una mujer que no ha perdido ni la dentadura ni las ganas de morder.

Otras mujeres que mordieron fueron Sleater-Kinney con su punk melódico, gritado airosamente y redondeado con estribillos que si no fuese por la mala leche con la que eran gritados podrían ser pop. Tirando tanto de canciones nuevas de su disco de reaparición como Price Tag, Flangess o No Cities To Love, y de temas del fondo de su discografía, el trío, eventualmente cuarteto en algunas canciones, protagonizó una actuación tersa y contagiosa que evidenció que para morder no hace falta salir despeinada a escena. Ellas gritaron con tacones y vestiditos, lo que aumentó la pegada de un cancionero contagioso. Y por cierto, antes de cantar What’s Mine Is Yours afirmaron haber rejuvenecido con Patti y su concierto.

Entre Patti Smith y Sleater-Kinney actuaron Belle And Sebastian, una banda en las antípodas de las artistas antedichas. Al grupo escocés o le adoptas y acunas amorosa y primorosamente o le arreas un cachete para que dejen de llorar por haber tirado un vaso de leche, no hay punto intermedio. Representan con tan nitidez el espíritu indie primigenio que parece que podían haber sido mariposas, frágiles, coloristas y livianas. Pero al margen de ser blanco de chistes fáciles, los escoceses hicieron un concierto impecable, acentuado con trazos bailables procedente de su último disco, expresados nítidamente en temas como The Party Line. Como no podía ser de otra manera, The Boy With The Arab Strap y Getr Me Away I’m Daying marcaron uno de los puntos álgidos de la noche, en la que protagonizaron una de las actuaciones más multitudinarias. Por lo que hace a la palabra rimada, baste decir que fue otra de las protagonistas de esta segunda jornada del Primavera.

La palma se la llevaron Run The Jewells, un dúo formado por Killer Mike, un negrazo tamaño armario ropero con una voz descomunal y El-P, un blanquito no precisamente delgado que dado el calibre de su compañero parecía poco más que una mesilla. Con bases muy elásticas; es decir, bajos que evocarían el sonido de una pelota de baloncesto rebotando en una cama elástica –póngase un poco de imaginación….doing doing- las rimas del dúo fructificaron en un contexto completamente electrónico que explotó con piezas como Oh My Darling Don’t Cry. Y nada que ver con el hip-hop tradicional de ritmos cuadrados, algo extensible a Shabbaz Palaces, otro dúo, este aún más extraño, que con percusión y bases huidizas e impredecibles protagonizaron otro estupendo concierto de hip-hop fuera de los márgenes. El Primavera aún tenía más ofertas, pero ya rayarían con las últimas horas de oscuridad. En esta ciudad musical, sólo por la mañana hay silencio.

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