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La Bienal del deshielo

Artistas cubanos, que emigraron hace décadas, exhiben sus obras en La Habana junto a creadores estadounidenses en el actual momento de distensión política

Obra 'Sweet Emotion' del artista Alexander Guerra, en El Malecón dentro de la Bienal de Arte de La Habana.
Obra 'Sweet Emotion' del artista Alexander Guerra, en El Malecón dentro de la Bienal de Arte de La Habana.Eduardo Bayer

La capital cubana se ha convertido estos días en una gigantesca galería de arte. Museos, fortalezas coloniales, calles, malecones, barrios marginales y una barbaridad de casas y apartamentos particulares han abierto sus espacios a los cientos de artistas de Cuba y de 50 países del mundo que participan en la 12 Bienal de La Habana, una cita marcada por el actual momento de distensión política entre Washington y La Habana y que, más allá de calidades artísticas, pasará a la historia como la Bienal del diálogo y del reencuentro.

Desde su inauguración, el pasado 22 de mayo, en La Habana se habla inglés: literalmente, son cientos -¿miles?- los coleccionistas, galeristas, curadores, directores de museos y ojeadores de arte norteamericanos que han tomado la ciudad por asalto. Oficialmente, los organizadores calculan en 1.400 los estadounidenses con credencial. Pero son muchos más los que desde la semana pasada recorren las salas de exhibición y los talleres de los artistas cubanos en busca de oportunidades.

- “Ohh! ¡Wow! It’s amazing!”.

La exclamación era de un miembro del Museo del Bronx ante Obstáculos, pieza del marroquí Mounir Fatmi, situada en el malecón habanero como parte de la muestra colateral Detrás del muro. La obra, una acumulación de obstáculos de madera pintados con los colores de la bandera de las barras y las estrellas, “ya no es un estorbo infranqueable, sino que está a nivel del suelo”, al decir de Juan Delgado, comisario de la exposición, que exhibe obra de 51 artistas a lo largo de las 14 manzanas más emblemáticas del paseo marítimo de La Habana.

Allí mismo, frente al mar, el artista de Nueva York Duke Riley inauguró el domingo una pista de patinaje sobre hielo (sin hielo) de 8,5 metros por 25, donde los niños del barrio, sin camisa y deslizándose bajo el sol tropical, eran parte de la performance. Vacio, la propuesta del cubano Glexis Novoa -quien se marchó de su país hace 20 años- intervino un espacio semiderruido en el malecón (donde habitan dos personas) reflexionando sobre el pasado y el futuro que espera a sus compatriotas. En uno de sus 15 dibujos en grafito se adivina un Lenin derribado que llama la atención sobre la revolución que sobrevendrá tras la decisión de Cuba y EE UU de normalizar sus relaciones. Una revolución que, a juicio de Novoa, conservará “poco de romántica y tendrá mucho de individualidad”.

De La Habana a Nueva York

El artista cubano Carlos Garaicoa, con estudio en Madrid y La Habana, es otro ejemplo del momento tan especial que se vive en Cuba. El pasado fin de semana Garaicoa inauguró en la fachada de la embajada de España El cuarto Oscuro, una reflexión sobre la manipulación de la noticia y la información en las sociedades contemporáneas a partir de una selección de periódicos (incluido EL PAÍS) en los que se cancela la información escrita y se dejan ver nuevas relaciones y lecturas a través de lo que se destaca. Una semana antes de intervenir el edificio diplomático, estaba en Nueva York presentando Aniversario' una instalación que incluye una colección de sellos en que se muestra como el poder manipula la niñez (Obama, Fidel Castro, el Papa, Stalin o Hitler aparecen acariciando niños). Durante la Bienal se inauguró además el espacio 'Artista x Artista', con el que Garaicoa pretende promover a partir de 2016 el intercambio entre artistas de diversas partes del mundo, a los que se acogerá en residencia en La Habana durante varias semanas.

La Habana se ha llenado estos días de múltiples espacios independientes y alternativos para promover el arte cubano. Los hay que funcionan en casas particulares donde el arte se mezcla con la vida misma –entre la cocina, el baño o el cuarto de los niños. Otros, como el abierto por el coleccionista cubano Cristian Gundín, es un sofisticado apartamento en el Vedado que ha quedado abierto con ‘Karaoke’, una colectiva que propone revisar los parámetros que suelen utilizarse para calificar y definir la obra artística…. Espacios novedosos e impensables hace poco tiempo, hoy tomados por los coleccionistas norteamericanos.

Detrás del muro es sólo una de las múltiples exhibiciones colaterales de esta Bienal, pero es bien simbólica. Además de la interacción de artistas cubanos y norteamericanos, comparten espacio creadores que residen en la isla y otros que marcharon hace tiempo y que regresan ahora para mostrar su obra. Es el caso de José Rosabal, pintor exiliado en 1968 y que no había vuelto desde entonces. Novoa, Florencio Gelabert o Nereida García también se fueron y volvieron invitados al malecón, e igualmente estaba Emilio Pérez, neoyorquino hijo de padres cubanos emigrados en 1961. Pérez hizo el gigantesco mural A simple verse (un verso sencillo), tomando como inspiración el poemario Versos Sencillos, de José Martí -el Héroe Nacional de Cuba- quien, como sus padres, se exilió en Nueva York. Su familia cubana, a quien no conocía, se acercó al malecón a ayudarle a instalar su obra.

Los dos edificios del Museo de Bellas Artes albergan hasta el próximo 22 de junio importantes muestras de esta Bienal, convocada bajo el título ‘Entre la idea y la experiencia’, en la que predomina el arte efímero y donde algunos espacios fantasmagóricos son protagonistas, como la antigua fábrica de bicicletas Claudio Argüelles, en el barrio del Vedado, hoy derruida, o la abandonada central eléctrica de Tallapiedra. ‘Wild Noise/ruido Salvaje’, es la exposición de arte urbano, político y militante traída por el Museo de Bronx de Nueva York, compuesta por un centenar de obras, incluidas fotos de Andy Warhol. Se trata del más importante intercambio entre pinacotecas de EE UU y Cuba realizado en 55 años.

En el edificio de arte cubano de Bellas Artes se mostró la obra de consagrados como Tomás Sánchez y Gustavo Pérez Monzón (ambos miembros del mítico grupo de Volumen I, rompedora exposición colectiva que en 1981 revolucionó el panorama del arte cubano). Se da la circunstancia de que Pérez Monzón se marchó del país y sólo ha regresado ahora de la mano de la coleccionista Ella Fontanals Ciseneros, que atesora buena parte de su obra.

En el museo más importante de Cuba presentaron sus piezas artistas jóvenes pero bien conocidos, como Wilfredo Prieto o Alexandre Arrechea, que con la impactante ‘El mapa del silencio’ viajó de la arquitectura a la intimidad, donde sobres de correo construidos en madera son abiertos por manos de acero (pieza que se llama ‘La vida de los otros’, por si quedaban dudas).

En estos días revueltos Los Carpinteros (Arrechea durante años formó parte de este grupo creativo) inauguraron un estudio con todos los hierros en el que a partir de ahora trabajarán coordinadamente con su taller madrileño. Acudió a la apertura de este espacio su galerista de Nueva York, Sean Kelly, que destacó “la oportunidad histórica de este momento, tanto para el arte cubano como para las relaciones entre Cuba y EE UU”. “El arte puede transformarlo todo. No hay que desaprovechar la coyuntura”, dijo Kelly, otro de los que lleva tiempo apostando por el diálogo y el reencuentro.

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