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Día 1 | Bajamar

La primera gran noche del Primavera ha empezado

Siberian Wolves, tras el concierto.Vídeo: I. Valdés
Isabel Valdés

Jueves 28 de mayo | 18.58

Ha llegado la marea, aunque aún no haya invadido el recinto del Fòrum. El año pasado fueron 190.000 pulseras las que se pasearon por el festival. Este año se espera que pasen de las 200.000. "Nosotros hemos venido tanto por la música como por la gente. ¡Adoramos las multitudes!". Rick, un holandés enrojecido por un sol que no está dando tregua, espera el comienzo del concierto del grupo Siberian Wolves, en el escenario H&M Pro a las 19.00. Son 16 alojados en tres hoteles distintos. "No había habitaciones suficientes cuando nos pusimos a buscar, de todas formas, los 16 en el mismo hubiera sido un desastre".

Una pequeña fortificación de cervezas los rodea. No están todos. Y eso es parte de la organización interna del grupo holandés: "Cada uno ve lo que le gusta y nos vamos reuniendo cada par de horas".  No es lo común en grupos grandes, pero sí lo mejor cuando se quiere disfrutar de la música o, al menos, cuando es la intención primera para comprar el abono.

El escenario H&M desde la parte de atrás.
El escenario H&M desde la parte de atrás. I.V.

Siberian Wolves, que sacaron disco el pasado 3 de marzo, están terminando de preparar el equipo y hacen pruebas de sonido mientras apuran unas cervezas. Delante de ellos, alrededor de 100 personas esperan, entre ellos Rick. El grupo de holandeses no conoce a la banda de Xátiva, pero alguien les ha dicho que "tocan cojonudo". Eso también es parte del Primavera. Descubrir. Siberian Wolves empiezan ya.

21.18

Se acabó tener espacio para ver cualquier concierto. Y se acabó la manga corta. Una vez que se va el sol ocurren dos cosas: a los que se les ha ocurrido venir en chanclas empiezan a lamentarlo (si es que su conciencia térmica sigue en pie) y empieza a haber colas para todo. Antony and the Johnsons, The Replacements o The Black Keys tienen un poco, o un mucho, de culpa. Pero el Primavera va mucho más allá de las bandas cabezas de cartel. Descubrir. Siberian Wolves fueron un descubrimiento para muchos de los que se quedaron a verlos. "No solo venimos por los grandes nombres, a los que nos gusta la música, este es un sitio de la leche para conocer grupos nuevos", cuenta, mientras mira hacia el escenario, Jorge, un casi treintañero asturiano.

Poco después de que pase esa maquinaria de la fórmula 1 festivalera que son los montadores, un grupo desaparece bajo los focos, otro los hace suyos. El público cambia. El sonido se modifica. Y así, empieza un nuevo mundo cada 45 minutos. Este festival, que este año cuenta con uno de los diez mejores carteles internacionales del mundo, es un escaparate de unas dimensiones brutales. Y en uno de ellos, en el escenario Heineken, toca en media hora (son las 21.50) Antony and The Johnsons. Y hay cosas que no se pueden dejar escapar.

01.03

Hay un intenso olor a hamburguesa; algo que resta un poco de la magia que ha quedado después del concierto de Antony and The Johnsons. No. No había que perdérselo. La música es como cualquier otra cosa que produzca algún tipo de movimiento interno: no puede explicarse lo que no se puede sentir. Y lo que ha pasado hace apenas una hora en ese escenario forma parte de ese grupo: el de los imposibles de explicar. Al menos para los que lo haya sido. Dos franceses se han marchado en la segunda canción refunfuñando porque ellos no venían a "morir de tristeza".

Pero otros cuantos cientos se han quedado. Quizás parte de ellos haya tenido la misma sensación, durante la hora aproximada que ha durado, las cosas podían o no tener sentido, pero no importaba. Palabras como "joder" y "dios" (con la o prolongada) y enfatizadas con gestos y cabeceos son los ejemplos más sutiles que pueden ser transcritos para reflejarlo. Alguien en un lateral no ha abierto los ojos ni un solo momento, aunque su cuerpo acompañaba cada acorde; una finlandesa se escondía de sus amigas para limpiarse un par de lágrimas que la avergonzaban un 50% y la emocionaban otro tanto. El silencio de una pista en la que apenas había hueco ha sido brutal. Las críticas de los críticos dirán. Las emociones andan solas.

Uno de los puestos de comida detrás del escenario Heineken.
Uno de los puestos de comida detrás del escenario Heineken.I.V.

Hope There's Someone ha cerrado esa pequeña obra maestra del directo y disuelto, en desbandada, a la masa, que se ha dado la vuelta para terminar de llenar el escenario enfrentado, el Primavera. Tocaban The Black Keys. "Ahora una guitarra viene de la hostia. La necesito", ha pronunciado alguien entre la multitud. Y la nostalgia que ha dejado un escenario, la ha engullido en apenas 20 minutos el otro. La nostalgia, y a la mitad del público del Primavera. Mientras tocaba el dúo norteamericano era el mejor momento para comprar algo de comer. Hay que aguantar hasta la madrugada. O no. Hay quienes ya se marchan a dormir.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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