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El enorme trasero de América Latina

El congreso LASA reclama autocrítica por la velada pervivencia del racismo en la región

Lynn Stephen, Mare Advertencia y Mayra Santos-Febres.
Lynn Stephen, Mare Advertencia y Mayra Santos-Febres.NEYSA JORDÁN

"Tuve miedo de ser una mujer negra que escribe", dijo en la inauguración del congreso la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres. Luego recordó a una compatriota también negra, la poeta Julia de Burgos, que murió desahuciada en Harlem un día del verano de 1953, en la calle 106.

"Julia fue mi heroína, mi modelo y mi pesadilla. Julia se asumió como negra y como escritora. Ella no se murió de desamor. Ni de alcoholismo. Julia de Burgos se murió de una inmensa depresión por no encontrar su lugar en el mundo". Santos-Febres, profesora en la Universidad de Puerto Rico, también recuperó la memoria de Sara Baartman, la esclava africana que fue paseada por Europa hace dos siglos para que los blancos contemplasen el tamaño de su trasero. La llamaban La venus hotentote. Este miércoles, primera jornada del congreso en San Juan de la Asociación de Estudios sobre América Latina, una de otras muchas ponencias estuvo dedicada al aniversario de un libro que en 1975 le recordó a Puerto Rico que también era negro; escrito por Isabelo Zenón y titulado precisamente Narciso descubrió su trasero.

El enorme trasero de América Latina.

"Hoy, los estudios, los discursos sobre literatura afro se siguen haciendo en inglés o en francés. Hay una ausencia sistemática de un discurso sobre literatura afrodescendiente en lengua española", criticó Santos-Febres.

En México, la semana pasada, se difundió una grabación en la que un importante funcionario bromeaba por teléfono sobre la manera de hablar de los indígenas con los que a veces se reúne: "Yo jefe gran nación chichimeca", dijo. De México es la otra inauguradora del congreso, Mare Advertencia Lírika, indígena zapoteca. Ella no habló porque no es escritora. Rimó, porque es rapera. Rapera, mujer, zapoteca. Con el pelo recogido en una trenza negra del color negro obsidiana que tiene el cabello de los indígenas mexicanos. El mismo color de pelo, probablemente, que el de un gran jefe chichimeca, y diferente, a buen seguro, al de un funcionario importante.

Yasmín Portales Machado.
Yasmín Portales Machado.N. JORDÁN

"¿Has tenido la sensación de que las cosas andan mal?", cantaba Advertencia Lírika; lo rapeaba, lo repetía: "¿Has tenido la sensación de que las cosas andan mal? Últimamente-me-ha-pasado-muchas-veces".

Otra afrodescendiente ("Yo me llamo negra", dice) que hizo una ponencia en la jornada de apertura fue la cubana Yasmín Portales Machado. "Pon Machado, pon Machado, por mi madre". La madre de Yasmín se puede cabrear si no aparece el ibérico Machado de su hija negra. Negra, escritora y activista LGBT, se define. Venida de La Habana para hablar de una tribu juvenil de la isla, los otakus, amantes compulsivos del anime japonés.

"Ante ellos la cultura modélica emplea más o menos los mismos argumentos que contra la cultura afrocubana: la negación de sus gustos, la invisibilización, la infantilización", dijo.

Portales Machado explicó que esta afición se remonta a las películas japonesas que se empezaron a exhibir en Cuba en los años setenta. "Algunas mujeres, como mi madre, siguen enamoradas de Toshiro Mifune", bromeó. Los nietos de aquella generación se desvelan por las historietas manga y los juegos de rol. "Los otakus reclaman el derecho de consumir cultura pop", añadió la ponente.

La última moda en la isla, contó Yasmina Portales Machado, también es asiática. "Están apareciendo muchachos y muchachas fanáticos del cine hindú. Seguidores de Bollywood". Dijo que se debe a que el cine de India es especialmente socorrido para la televisión cubana: "Son películas muy largas. Permiten llenar muchas horas de transmisión". Latinoamérica es diversa. Por eso es posible que en Cuba el deshielo pueda dejar un ligero aroma a curry.

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