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Matthew Weiner: “Escribir es mi manera de lidiar con la ansiedad”

'Mad Men', la aclamada serie de AMC, llega a su fin esta noche en Canal + Series

Como dirían The Doors en su canción The End, Matthew Weiner es de los que viven el final como un amigo, “sin seguridad ni sorpresa”. Será la última vez que podrá mirar a los ojos de ese amor en el que ha invertido más de la mitad de su vida llamado Mad Men. “Han pasado casi 14 años desde que escribí el piloto hasta que acabe la serie —afirma a EL PAÍS sobre una historia que esta noche llega a su fin en Canal + Series, un día después de su adiós en EE UU— y no te quiero ni contar la de años que la tuve en mente”.

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Pero no por ello siente responsabilidad al atar cabos al final de Mad Men, una serie que refleja los EE UU de los sesenta y que sigue reflejando, en su opinión, el país que es ahora, un análisis de la sociedad actual y pasada, de su cultura y de la gente que utiliza la agencia de publicidad Sterling Cooper y su principal creativo, Don Draper, como prisma. “Siento los mismos temores y responsabilidades con este final que los que sentí cuando terminaba una temporada”, añade quien admite haber aprendido mucho en este viaje televisivo. Por ejemplo a confiar en su equipo de guionistas, afirma alguien celoso de cada una de sus palabras. “A ver que sus ideas son tan buenas como las mías y a confiar en su gusto. A tener más paciencia”, añade quien es conocido por reescribir casi todos los capítulos aunque mantuviera la firma del guionista original. Como dice, es parte del medio el ver tu obra reescrita. Además no puede evitarlo. “Escribir es mi manera de lidiar con la ansiedad. Cuando escribo estoy bajo control”.

Weiner llegó al campo de la televisión gracias a Los Soprano y todavía hoy cita a David Chase como una de sus mejores influencias pero incluso entonces ya llevaba el universo de Mad Men debajo del brazo. Había aprendido del medio gracias a los mejores, Norman Lear, Jim L. Brooks, Garry Marshall, Carl Reiner o Sheldon Leonard, pioneros en su opinión a la hora de darle calidad a la televisión.

“El término de showrunner no es nuevo. Solo la palabra. El trabajo siempre existió y hace referencia a alguien capaz de entregar un material de calidad semana a semana. Nombres como los de David Milch o Steven Bochco no son menos que los de David E. Kelley o David Chase”, resume en referencia a los creadores de Canción triste de Hill Street o Policías de Nueva York, los primeros, o de Ally McBeal o Los Soprano, los segundos. “Me da vergüenza cuando se ponen a hablar de la edad de oro de la televisión y nadie tiene la decencia de incluir algo como Dimensión desconocida (Twilight Zone)”, le recuerda a aquellos que solo valoran como literatura televisiva esta última edad dorada del medio.

Las cosas no han cambiado tanto en estos años de éxito que le ha proporcionado la emisión de Mad Men. “Me dicen que ahora puedo hacer lo que quiera pero todas las ofertas que recibo sólo quieren que haga lo mismo”, se ríe entre grandes carcajadas. Sus planes son los de recargar pilas en casa, junto a su esposa, la arquitecto Linda Brettler, y sus cuatro hijos. Llenar el pozo de ideas mientras trabaja en una obra de teatro, en un par de películas y desea volver a la televisión.

¿Echará de menos a Don Draper? Quizá en la crisis existencial de este personaje pero no en el resto. Como asegura Weiner, él es de los que sigue viendo en el espejo a ese chaval que desde pequeño quería ser escritor.

“Si Charles Dickens estuviera vivo sería ‘showrunner”

Si quieres adular a Matthew Weiner llámale escritor. “En mi casa los escritores eran héroes”, afirma quien se acerca peligrosamente a los cincuenta, producto dice de una educación muy cara. Ernest Hemingway y Joseph Heller, J.D. Salinger o el autor de novela corta Don Cheever fueron sus influencias. También ama a F. Scott Fitzgerald, Charles Dickens, Emily Brontë y Emily Dickinson. “Durante la serie leí de todo, Jane Addams, Betty Friedan, Helen Brown, Sherwood Anderson... Unos como referencia cultural, otros por leer”, admite. Otros solo los tocaba como si el placer de tenerlos en sus manos se destilara en palabras. Pero pese a lo que pueda parecer, en Weiner no hay un literato frustrado. Siempre quiso trabajar en televisión. Y es que como le dijo a EL PAÍS, “si Charles Dickens estuviera vivo sería showrunner”.

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