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SILLÓN DE OREJAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sobre ‘corbufascismo’, ferias y milicia

Todd critica el movimiento de solidaridad hacia 'Charlie Hebdo' y varias biografías exploran el supuesto fascismo 'blando' del arquitecto Le Corbusier

Manuel Rodríguez Rivero
El arquitecto Le Corbusier.
El arquitecto Le Corbusier.G. Meguerditchian

Dos querelles ideológicas, de distinto alcance y significado, alimentan últimamente las páginas culturales de los medios franceses. La más llamativa es la polémica suscitada, incluso antes de que el libro llegara a las librerías, por Emmanuel Todd con su Qui est Charlie? Sociologie d’une crise religieuse (Seuil), un provocativo ensayo que arroja más leña al fuego de la enconada discusión a cuenta de la clamorosa respuesta social al brutal atentado de Charlie Hebdo. En el libro, y tras constatar una vez más el extraordinario poder movilizador de la religión en un mundo del que parecía estar desapareciendo, Todd critica el movimiento de solidaridad hacia Charlie Hebdo, sosteniendo que denota la enorme impronta del catolicismo francés en el incremento de la “islamofobia”. Las tesis del mediático historiador y sociólogo —formado en las enseñanzas de Braudel, Le Roy Ladurie y los historiadores de la segunda generación de la revista Annales— no han sentado nada bien en amplios sectores de la sociedad (particularmente de la izquierda sociológica), a los que el asesinato en serie de los dibujantes sacó en masa a la calle. El segundo debate, de alcance más limitado, se refiere al controvertido pasado ideológico de Le Corbusier, desenterrado una vez más con motivo de la gran exposición retrospectiva de su obra con que el Centre Pompidou conmemora el cincuentenario de su muerte (hasta el 8 de agosto). Corbu —un suizo nacionalizado francés y elevado en el Hexágono a categoría de gloria nacional— es —quizás con la excepción de Gaudí— el arquitecto del siglo XX que cuenta con más bibliografía. A ese caudal libresco, constantemente alimentado, se añaden ahora —además del muy recomendable catálogo Le Corbusier, mesures de l’homme (Centre Pompidou) y el demasiado agresivo Le Corbusier, un fascisme français (Albin Michel), del periodista Xavier de Jarcy— Un Corbusier (Seuil), del arquitecto y crítico François Chaslin, quien ha compuesto un retrato biográfico de carácter literario en el que pretende mostrar las diferentes facetas de la vida, la obra y la ideología del arquitecto. En él se explora ese fascismo “blando” de Le Corbusier que le llevó a acercarse a finales de los años veinte a Le Faisceau de George Valois, el mismo movimiento que también atrajo, durante el tiempo de un suspiro, a Paul Nizan, en una época (finales de los años veinte) en que el descrédito de los sistemas parlamentarios provocaba que numerosos intelectuales se movieran ágilmente por puertas giratorias que tan pronto conducían al fascismo como al comunismo. Chaslin también se extiende en el acercamiento del arquitecto a la Italia de Mussolini o al régimen títere de Vichy, encontrando un intento de explicación para esas simpatías en su deseo de conseguir grandes encargos que le permitieran llevar a la práctica ambiciosas creaciones o remodelaciones de grandes conjuntos urbanísticos, como ya había ensayado con su proyecto de Ville Radieuse (1933), una idea utópica y puritana (como la llamó Chueca Goitia) con la que pretendía rehacer integralmente el centro de París, y que tanto ha influido en el urbanismo de mediados del siglo XX.

Ferias, ¡uf!

Quienes recuerden algunas de mis críticas a la Feria del Libro de Madrid (FLM) podrían pensar que me estoy volviendo blando —o pussy, para emplear el feroz escarnio que Rushdie dedicó a los seis conspicuos escritores anglófonos opuestos al homenaje del PEN norteamericano a Charlie Hebdo—, pero lo cierto es que me parece que este año las cosas de la FLM apuntan mejor. Para empezar, ahí tienen el estupendo cartel —moderno, alegre, directo, sin metafísicas— de Fernando Vicente que servirá para anunciarla. También es de celebrar que los organizadores hayan aceptado, por fin, la propuesta de prolongar el horario de cierre, a ver qué pasa: este año habrá un día (poco, pero es lo que hay) en el que será posible “leer bajo la luna”, con música y fanfarrias diversas; y, quién sabe, quizás la gente responda y haya más, algo importante para un certamen cuya programación cultural ha sido siempre bastante precaria, por emplear un término misericordioso. Otra cosa son mis sentimientos hacia el bicéfalo y perpetuamente provisional Líber, que regresará al Ifema del 7 al 9 de octubre, después del desastre con pocos paliativos que fue la edición del pasado año. Si lo que desean los organizadores es hacer olvidar el mal sabor de boca, lo mejor que podían hacer, para empezar, sería sustituir la página web de Líber del año pasado. Es verdad que en la web de la Federación de Gremios de Editores se anuncia el “salón” de 2015, pero lo que allí se dice no pasa todavía de la etérea vaguedad. Sin embargo, también allí me entero (con el mismo doloroso sobresalto que me produciría que me deslizaran una almohaza por la columna vertebral) de dos cosas que me parecen significativas. En primer lugar, que el honor de “país invitado” ha recaído en Arabia Saudí, que, como quizás no ignoren mis improbables lectores, se trata de una de las más relevantes potencias editoriales y literarias del planeta; aunque el país petrolero y wahabista no figura entre los patrocinadores, no sé por qué sospecho que algo tendrá que ver con la financiación del evento. Y, en segundo lugar, que sigue en pie el programa Liberatura, que llevará actividades culturales a librerías y “espacios emblemáticos” (¡glup!) de Madrid: tampoco sé por qué me malicio que a cargo de él podría seguir la misma afortunada dama “especialista en marketing creativo” —y apoyada desde Planeta— que se encargó de ello el año pasado. En fin, respecto a lo último, crucemos los dedos para que este año las actividades culturales le salgan mejor. Y, respecto a lo primero, lo único que espero, por el bien de las relaciones diplomáticas entre los dos países, es que mis adoradas chicas de Femen, a las que la sharía les importa un pimiento, no acudan al stand saudí en pelota picada y blandiendo botellas de Johnnie Walker y jugosos hot dogs patrocinados por Oscar Mayer.

Militaria

Nueva vuelta de tuerca de Kailas. La editorial fundada (2004) por Ángel Fernández Fermoselle y que, en un principio, mostró particular interés por la literatura asiática (editaron, entre otros, al Nobel Mo Yan) ha incorporado a la dirección editorial al muy curtido (Alianza, Planeta, RBA y no sé si me olvido de alguna) Ricardo Artola, que, además de publicar, ha escrito varios libros de divulgación sobre la Segunda Guerra Mundial. Los primeros volúmenes de esta nueva etapa que he recibido son dos divertidos y muy reveladores manuales oficiales dirigidos a los soldados británicos en Francia y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, y otro con instrucciones para los soldados estadounidenses en Gran Bretaña, que es el que más me ha entretenido. En este último librito, publicado (1942) por el Departamento de Guerra de EE UU, encuentro un par de consejos que no me resisto a transcribirles: “Tu cobras más que el Tommy británico. No se lo restriegues”. Y este otro: “Si una familia te invita a comer a su casa, contén tu apetito. De lo contrario podrás estar comiéndote tus raciones semanales”.

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