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Una ‘soirée’ discreta para Teresa Berganza

La mezzo Vivica Genaux protagoniza una noche de canciones ante la cantante española en el Teatro de la Zarzuela

Cuando faltaban apenas dos minutos para el inicio del recital, el cortinaje rojo de uno de los palcos laterales dio paso a una cabellera blanca y el público cogió aire para comenzar una ovación. La mezzosoprano Teresa Berganza entraba en un Teatro de la Zarzuela en pie en compañía del director, Paolo Pinamonti. Los gritos de “brava” se escuchaban por encima de los aplausos y la cantante inclinaba levemente la cabeza en señal de agradecimiento. “Solo han aplaudido así en un teatro a mi entrada en Nueva York hace muchos años, pero iba con María Callas y después me di cuenta de que eran para ella y no para mí”, contaría después en el descanso.

Una vez atenuadas las luces de la sala, salía a escena envuelta en una blusa de plumas la mezzo de Alaska Vivica Genaux. Lo que venía a proponer en su velada de recital era en realidad un triple homenaje: a Berganza, pero también a Pauline Viardot y su obra, y a la memoria del compositor sevillano Manuel García. Curiosamente, 16 años antes era la propia Berganza la que estaba sobre ese escenario dentro del Ciclo de Lied. Algo comedida empezaba Genaux su interpretación de canciones de Haydn y Bellini, pero al llegar la Serenata fiorentina de Viardot, la mezzosoprano encontró su sitio y la confianza, que no la abandonaría en toda la noche. Gesto y rostro iban narrando cada una de las frases de las partituras de la propia Viardot, de Gounod y Fauré. Brazos al cielo, manos al pecho, dedos delicados para acunar a un niño imaginario en las dos nanas antagónicas de la francesa que hilvanó anoche, francesa y cosaca, dulce y trágica.

Berganza recordaba a Viardot, y aquellos cursos que daba en la que había sido su casa. Una casa llena de historia, donde dice la cantante que Wagner probó por primera vez su Tristán e Isolda. El alemán interpretaba al héroe, Viardot cantaba la parte de la desdichada Isolda y Franz Liszt los acompañaba al piano. Por aquel salón, según Berganza, pasaron otros como Chopin o Schumann. Ahora aquella casa se cae a pedazos, y la mezzo habla de hacer allí una “gran escuela de canto”. También recuerda que, al otro lado del Sena, está la vivienda donde Bizet dio su último aliento –el compositor francés, cuenta Berganza, pidió consejo a Viardot en algunos pasajes de Carmen-.

Los motivos del homenaje a Berganza los explicaba muy claros el director del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), Antonio Moral, en el intermedio: “No lo hacemos ni porque cumpla 70 años ni porque cumpla 80, lo hacemos porque queremos”. La mezzo española, a sus 82 años, sonreía nostálgica desde el palco. Hasta anoche, Berganza llevaba tres meses sin salir a la calle por una luxación al caerse por las escaleras de cabeza. “Porque yo las cosas las hago a lo grande”, bromeaba mientras recogía un ramo de rosas amarillas que le entregaba la otra protagonista de la noche –no es la primera vez que recibe rosas del color que para muchos es de la mala suerte, pero al que ella dice ser inmune-.

Para la segunda parte, con una Genaux vestida de rojo pasión y mantilla negra en el pelo, llegó el momento de rendir tributo a Manuel García. El compositor y tenor sevillano, cantante predilecto de Rossini y figura de fama mundial a principios del siglo XIX, usaba una técnica y un método que luego utilizó Berganza en sus años de estudiante. Años después, Berganza le devolvería el favor interpretando sus Canciones españolas y grabándolas. Esas mismas canciones fueron las que revivió anoche Genaux, con descaro y pasando por un amplio abanico de registros –incluso con un abanico de verdad en la mano con el que se marcaba los tiempos en la mano y la cadera-.

Tras las canciones de García con destellos a ratos de un Falla y un Bretón que en aquella época aún estaban por venir, terminó con cuatro poemas rusos llevados alemán con música de Viardot. A esas alturas de la noche, ya se habían interpretado canciones de la francesa en su lengua natal, ruso y español. Con El Conjuro cerraba Genaux una noche para el recuerdo cuyos aplausos condujeron a cuatro bises, canción en inglés incluida. Con el último bis, La Tarántula de Gerónimo Giménez, Berganza la observaba recordando cuando ella la cantaba acompañada de las castañuelas de Lucero Tena, o cuando era la mejor encarnando a Rosina en El barbero de Sevilla.

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