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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El éxito entendido como repetición

El Premio Mies van der Rohe lleva dos ediciones con el el mismo patrón confuso

Anatxu Zabalbeascoa
Interior del edificio de la Filarmónica de Szczecin construido por Fabrizio Barozzi y Alberto Veiga en la ciudad polaca de Szczecin.
Interior del edificio de la Filarmónica de Szczecin construido por Fabrizio Barozzi y Alberto Veiga en la ciudad polaca de Szczecin. SIMON MENGES

El Premio Mies van der Rohe lleva dos ediciones repitiendo el mismo patrón confuso. La confusión nace de una contradicción. Parece juzgar de manera distinta la arquitectura realizada por proyectistas jóvenes que la que merece el galardón principal. De los primeros valora la sensatez, la capacidad de priorizar y de apuntar estrategias para el futuro. De los segundos, sigue aplaudiendo el impacto, la monumentalidad, el componente formal de una disciplina que lleva años reconociendo que muchos de sus problemas derivan de haberse preocupado más por la imagen de la arquitectura que por su uso.

En esta ocasión, la contradicción ha llegado al paroxismo porque los arquitectos emergentes -el estudio barcelonés Arquitecturas G- son casi tan jóvenes como los consagrados en esta edición Fabrizio Barozzi (Rovereto, 1976) y Alberto Veiga (Santiago de Compostela, 1973). Los autores de la premiada Filarmónica de Szczecin, en Polonia, abrieron estudio en Barcelona hace poco más de una década. La unión de dos profesionales de distintos países en una ciudad que no es la suya rompe con la manera tradicional de empezar. Sin embargo, su fructífera trayectoria ha resultado ser clásica, del tiempo en el que los arquitectos eran educados para convertirse en estrellas globales. Así las cosas, la obra formalista de Barozzi y Veiga -que en este caso resulta tan monumental como fría a pesar de la referencia al vecino castillo ¿de hielo?- ha conseguido entrar en ese círculo desbancando a proyectos más arriesgados, -como la "ciudad vertical" De Rotterdam de Koolhaas (OMA)- o más ejemplares -como la ampliación de Rijksmuseum de Ámsterdam de Cruz y Ortiz-Enhorabuena. El pero no es tanto al premiado como al premio. El efecto Guggenheim no funciona ya como fórmula: un edificio no transforma una ciudad. Así, ¿puede la Unión Europea indicar un camino arquitectónico -el de la monumentalidad- que ya sabemos que no tiene futuro? Valorar más la imagen de un edificio que sus consecuencias y los valores que transmite es una manera anticuada de entender el potencial transformador de la arquitectura.

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