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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘The Affair’

El adulterio en la ficción norteamericana suele acabar en tragedia, en crimen, en obsesión y en derrota. Muy pocas veces es un festejo puntual

David Trueba

Antes de que pasen 10 minutos del primer episodio, en la serie The Affair el protagonista ha descubierto a su hijo adolescente ahorcado en su cuarto, pero era una broma, y su niña pequeña se ha tragado una canica, pero no muere asfixiada, sino que la escupe a tiempo. Con todo el derecho, un espectador puede sospechar que se va a encontrar con una serie más fabricada con golpes de efecto que con verdades narrativas. Y pese a todo, es tal el anhelo de encontrarse con una serie sobre seres adultos, con sus necesidades y carencias, una serie que respira deseo y ansiedades, que le perdonas ese arranque y hasta le perdonas los trazos gruesos. The Affair, ganadora de diversos premios, desembarcó en España a través de Movistar Series. Tiene además una estructura peculiar: está narrada por tres voces, la parte del hombre adúltero, la parte de la mujer amante y una encuesta policial que cobra relevancia en los capítulos finales.

Esa construcción en paralelo no siempre ofrece un reto al espectador, por más que las pequeñas variaciones exploten la distinta manera de recordar de los implicados en una aventura. A ratos se convierte en una carga, que no sirve tanto para propulsar sino para alargar una trama de adulterio donde un hombre casado y con cuatro hijos ejemplifica la fatiga de materiales de una gastada unión matrimonial y una mujer deseable, pero herida por la pérdida de su único hijo acarrea con el lado más carnal del triángulo. El adulterio en la ficción norteamericana suele acabar en tragedia, en crimen, en obsesión y en derrota. Muy pocas veces es un festejo puntual o un razonable reenganche a la felicidad perdida. Esta es una verdad moral de su ficción.

Dominic West, memorable en The Wire, y Ruth Wilson, procedente de la televisión británica, sostienen la electricidad del invento con sus interpretaciones. Los creadores, el israelí Hagai Levi, inventor de la original In Treatment, y Sarah Treem, que adaptó aquella serie a los Estados Unidos y ha colaborado también en House of Cards, no logran que la fuerza de esta aventura tórrida en el verano de los Hamptons convenza del todo. Tendrán una segunda temporada para lograrlo o perder la mano en la partida.

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