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Aguascalientes espera a José Tomás

Cinco años después de estar a punto de perder la vida, el torero reaparece en la ciudad con máxima expectación

José Tomás (a la izquierda) charla con el grupo musical Mariachi Azteca durante la grabación de un videoclip en Aguascalientes.
José Tomás (a la izquierda) charla con el grupo musical Mariachi Azteca durante la grabación de un videoclip en Aguascalientes. yazmín garcía (efe)

Una camiseta parduzca y desgastada, una prenda que simboliza la vuelta del mito. Así es como se presentó José Tomás en un modesto acto público en Aguascalientes dos días antes de volver a pisar el ruedo donde hace cinco años el toro Navegante estuvo a punto de segar su vida. La excusa para enfundarse ese peculiar terno era la interpretación de un pasodoble en su honor. El mensaje era claro. Con ese mismo atuendo, con esa humilde camiseta que seguramente era lo que le quedaba en una improvisada maleta, salió del hospital Hidalgo en 2010. Pálido, se asomó a la puerta del centro en silla de ruedas para declarar que a partir de ese momento él era también mexicano, pues así era la sangre nueva que corría por sus venas, y que si seguía en este mundo algo le debía a la Virgen de Guadalupe. Él, que era un torero sin capilla, sin devoción conocida, también cayó del caballo al verse al filo de la muerte.

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Pocos minutos después de la cornada hubo una peregrinación de aficionados en la puerta de la enfermería con la camisa remangada, dispuestos a donar sangre para que el ídolo no dejase de bombear. No hizo falta pero, desde entonces, el matador exige en su contrato una exigente equipación en la enfermería de la plaza que incluye varias bolsas del grupo A-. Además, la prensa debe comprometerse a no grabar o difundir vídeos de más de un minuto, la cantidad que consideran suficiente para cumplir con la labor informativa. Una forma, argumenta su entorno, de mantener la verdad de su toreo y la emoción que tiene el misterio del toreo en directo. El último requisito es un cupo determinado de entradas para poder asegurar que aquellos de su entorno más íntimo no se quedan fuera.

Tras el percance de Aguascalientes, la vida de José Tomás es otra. Los toros nunca le habían castigado hasta el punto de tenerle alejado de los ruedos durante un año y medio. Desde entonces su vida es otra. Y su físico también. La taleguilla le hace pliegues, disimula una cojera. La bicicleta de montaña fue su mejor aliada para recuperar la fuerza y el riego en una pierna mermada. Esta delgadez, bien entrado en la treintena, le ha marcado las facciones, y un mechón blanco le acerca todavía más al ídolo de juventud con que le obsesionó su abuelo, Manolete.

En este tiempo el torero ha madurado. Siempre fue una figura de reposo, de cruzar la línea para llegar al pitón contrario recreándose. Con el paso de los años el compromiso ético, ese tratar al público con la misma entrega al margen de la categoría del ruedo, sigue intacto; pero ha cambiado el fondo. Los alardes de valor ya no son necesarios. Pisa terrenos comprometidos, aunque con una finalidad técnica y artística. Pone el cuerpo donde los demás ponen la muleta -eso no cambia-; sí la concepción de sí mismo. Ya no quiere ser el torero del ‘ay’, del sobresalto, de estremecer al recreándose al cruzarse. Ha ganado en profundidad y expresión artística, también en repertorio. Es un torero más largo, más poderoso. Es como si el cuerpo le pidiese cambiar la técnica. Menos pies juntos, menos verticalidad. Esos recursos solo quedan para el final de las faenas. Ahora lidia con más cabeza. La propia fragilidad de un cuerpo castigado le obliga a abrir el compás, a citar presentando más el pecho, con un resultado mucho más clásico y profundo.

Mañana sus manoletinas volverán a hacer el paseíllo en el albero hidrocálido. Si sigue el guiño de la camiseta raída, aparecerá de grana y oro, como aquella tarde fatídica en que dejó un reguero de sangre camino a la enfermería. La cita, a las seis de la tarde, será mano a mano con un veterano que probó suerte en España y se le encasilló con las ganaderías más duras, Eulalio López “Zotoluco”. Los astados serán de Fernando de la Mora y Los Encinos.

Como ya sucedió en la histórica tarde de Nimes, los días en que José Tomás trae consigo a todo tipo de aficionados y seguidores del diestro. Andrés Calamaro es uno de ellos. Joaquín Sabina, amigo del matador, se anuncia el mismo día en el DF, así que será una ausencia notable. La expectación ha dejado a los hoteles sin camas. No quedan habitaciones para el sábado en la ciudad, tampoco en las afueras. La única manera de asegurarse una entrada hasta hace dos semanas era comprar el abono para todo el ciclo. La reventa pide más del triple por las localidades más altas.

El torero ha conseguido hacer de cada tarde, una ocasión especial. Huye de las temporadas largas, no compite con los compañeros. Ya no sabe qué es aquello de torear un día en Bilbao y pasar la noche en el coche de cuadrillas para cumplir con el compromiso en Almería al día siguiente. Agosto ya no es agosto para José Tomás, pero a él tampoco se le mide como a un torero al uso.

El ambiente festivo no poner freno al ritmo frenético de una ciudad próspera. Con casi un millón de habitantes, Aguascalientes vive una transición rápida del sector agrario, una vez cerrada la Hacienda Peñuelas, que fue el gran vivero de empleo para jornaleros, el sector automovilístico es el pulmón económico, junto al turismo. Los carteles en japonés y alemán son frecuentes. Mercedes-Benz y Nissan, con dos plantas donde se monta el modelo Sendra y una tercera en construcción, tienen la culpa de este extraño gusto por estos idiomas. Un taxista trata de reflejar la entidad del cambio: “Ensamblan un auto en el tiempo que precisas para hacerte un sándwich. Lechuga, tomate, queso, aguacate… y ya está montando, uno por minuto”.

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