Interés en la denuncia
El margen de maniobra para abordar desde una perspectiva crítica una obra como Difret es exiguo. Producción etíope realizada con ahínco, a la que tras su filmación se une una estrella relacionada con el activismo, Angelina Jolie, para colaborar en la posproducción, distribución y venta, dejando libertad creativa al autor, el novel Zeresenay Mehari, nacido y crecido en Etiopía, la película narra un hecho real clave en la historia de los derechos de la mujer en el país, un caso que a la desgracia y a la barbarie contrapone la valentía. Si además el relato se articula de un modo tan didáctico como reivindicativo, y se acaban consiguiendo premios del público en sendos festivales internacionales —Sundance y la sección Panorama de Berlín—, los resquicios negativos casi adquirirían la condición de aguafiestas. Y, sin embargo, aunque esté claro que Difret es irreprochable desde el ámbito más humano y solidario, lo es bastante menos desde el punto de vista cinematográfico.
DIFRET
Dirección: Zeresenay Mehari.
Intérpretes: Meron Getnet, Tizita Hagere, Haregewine Hassefa, Mekonen Laeake.
Género: drama. Etiopía, 2014.
Duración: 99 minutos.
Las músicas que a través de un tono grueso y estereotipado adelantan acontecimientos y la añeja presentación de personajes de los primeros minutos hacen temer lo peor. Pero, poco a poco, la tosquedad va cediendo terreno a la crudeza del caso, centrado en la terrible costumbre en zonas rurales de la telefa: el secuestro de niñas y jóvenes por parte de los hombres para casarse con ellas.
Eso sí, resulta imposible dudar sobre lo que va a ocurrir en el desenlace, y sobre los personajes (santos y demonios), porque además es justo que sea así. Lo que es más dudoso es que el cine únicamente necesario, didáctico, justo y solidario sea interesante más allá de ciertos eventos.