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CRÍTICA / 'SANTUARIO'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Txomin llorando a Yoyes

'Santuario' no es 'la' película sobre ETA, pero aporta un valioso punto de vista desde Francia sobre el terrible año 1984 y una fallida negociación en medio de una espiral de violencia

Ricardo de Querol
El etarra Domingo Iturbe Abasolo 'Txomin', interpretado por Alex Brendemühl, y el mediador Grégoire Fortin (Jérémie Renier), en una escena de 'Santuario'
El etarra Domingo Iturbe Abasolo 'Txomin', interpretado por Alex Brendemühl, y el mediador Grégoire Fortin (Jérémie Renier), en una escena de 'Santuario'

Al contrario que la Guerra Civil, el terrorismo de ETA —el conflicto en definición aséptica del gusto abertzale— no ha inspirado muchas películas en España. Será que el dolor es tan reciente que el riesgo de herir sentimientos es excesivo, a pesar de que los años de plomo van quedando atrás (el éxito de la comedia Ocho apellidos vascos habría sido impensable en tiempos de funerales semanales).

Esta vez es una producción francesa, aunque con participación española, la que aborda, con intensidad dramática y en toda su complejidad, el terrible año 1984. El telefilme Santuario, que se presentó en el Festival de Málaga y estrenó Canal + este lunes, narra cómo se vivió en el lado francés (de Hendaya a París) un intento fallido de sentar a ETA y al Gobierno de Felipe González en la misma mesa en medio de una espiral de violencia. Dirigida por el belga Olivier Masset-Depasse, pone el foco en tres personajes: el líder de la banda Txomin; el abogado francés enviado como mediador, Grégoire Fortin; y Yoyes, la exetarra que fue asesinada por sus antes compañeros en Ordizia. Entre los secundarios, el presidente Mitterrand y otros jefes etarras como Antxon.

No se eluden polémicas. Salta a la vista que en Francia los etarras eran vistos aún como héroes de la resistencia al franquismo, la desconfianza en la joven democracia española. Se habla y mucho de los GAL y de sus conexiones a ambos lados de la frontera. Y se presenta a una ETA blanda, proclive a dialogar, la del Txomin que llora la muerte de Yoyes, frente a una ETA dura, que liquida a la “traidora” y ordena matanzas de civiles. “Tú quieres salvar tu cabeza, no tu honor”, le suelta Fortin a Txomin al verle más pendiente de retener el control de la banda que de hallar una salida. Falta el punto de vista español, pues solo pasa fugazmente un Barrionuevo de aire siniestro. Los líderes franceses no salen mejor parados: parecen unos oportunistas que, sin creer en la paz y asustados por los GAL, maniobran para ganar tiempo hasta las elecciones, que les gana la derecha.

El filme irritará a quienes gustan de discursos simplistas, ese de que todo terrorismo es el mismo y no se puede hablar de nada. No es la película sobre ETA, porque su ángulo es parcial. Pero aporta una visión que hacía falta.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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