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foro internacional del español

Día 3: el valor del monólogo

Los centros de enseñanza del español reflexionan sobre los métodos más eficaces

Julio Martínez Mesanza es el director académico del Instituto Cervantes, la entidad que desde el año 2002 tiene la misión de acreditar y certificar a aquellos que deseen aprender español como lengua extranjera. Después de un curso, cada uno realiza un examen donde se evalúa comprensión de lectura y auditiva, así como la expresión oral y escrita. Dice Martínez Mesanza que, en más de una década, unas 600.000 personas han solicitado hacer el examen. “Los italianos y los brasileños son los que más estudian español y, hasta hace cuatro años, los griegos estaban en lo más alto de la lista. Pero la crisis también ha hecho mella en todo esto y su presencia ha disminuido en la realización de nuestros exámenes”.

La tercera jornada del Foro Internacional del Español está dedicada a la enseñanza del idioma. Miembros de escuelas y universidades que imparten clases de español para extranjeros han estado hablando sobre los recursos que utilizan para la formación y debatiendo acerca de los elementos pedagógicos y prácticos que dan mejores resultados. Uno de ellas es pedirle a los estudiantes la preparación de un monólogo sobre el tema que más les apetezca.

Esta mañana, Javier Santaolalla, un físico e ingeniero que se dedica a divulgar la ciencia, estuvo al frente del Taller de Monólogos. Explicó la estructura que deben tener (un inicio que enganche, información definida y una conclusión que englobe los principales aspectos del tema y sea digna de recordarse), las maneras de utilizar el escenario, la importancia de los gestos y de la modulación de la voz. Luego les dio 20 minutos a los asistentes al taller para que apuntaran palabras y frases sobre un tema, material con el que construirían su monólogo. “La lengua nos une”, les dijo, “todo es cuestión de empeñarse en informar sobre cualquier cosa de manera entretenida.”

Cuando Santaolalla pidió voluntarios para pasar al frente y desarrollar un monólogo, Lula, una profesora de español de la Universidad de Salamanca, levantó la mano. Le pusieron un micrófono inalámbrico y, enseguida, se soltó a hablar sobre “el chollo que es enseñar nuestra lengua”. Minutos después, Óscar, traductor de profesión, subió al estrado para contar “la desgracia de ir al cine con alguien que se dedica a la traducción, porque no para de cuestionar todo”. Y, al final, Juan Manuel, psicólogo, se enrolló al explicar su particular manera de aprender a nadar. Hubo risas, pero sobre todo explosión de formas lingüísticas.

A unos metros de ahí, la Fundación San Millán de la Cogolla, cuna del español milenario, presentó los primeros tres volúmenes de su colección Piensa en español, “creada para editar aquello que aparece como un modo de pensar propio de las culturas hispánicas y promover así el pensamiento hispánico en sus varias formas y modalidades”. Todo ello sin obviar las diferencias, pero partiendo del territorio común de una lengua que busca y perfila una comunidad con identidad propia expresada a través de un numeroso acervo cultural recogido en numerosos ensayos y obras literarias y filosóficas. El primer libro de la colección es del mexicano Leopoldo Zea y se titula Discurso desde la marginación y la barbarie.

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