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CRÍTICA | EL MAESTRO DEL AGUA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Otra memoria histórica

Russel Crowe, en un fotograma de 'El maestro del agua'.
Russel Crowe, en un fotograma de 'El maestro del agua'.

Imaginemos una contradicción que, en el fondo, no es tal: encontrar en las salas donde se proyecte este debut en la dirección de Russell Crowe a alguno de nuestros compatriotas soliviantados con la ley de Memoria Histórica. Detectar un brillo en sus ojos, que le delate como sujeto visiblemente emocionado… por este drama épico que aborda, de hecho, un conflicto de memoria histórica. De otra memoria histórica: la australiana. En efecto, la contradicción es sólo aparente: no se trata sólo de una cuestión de distancia cultural y geográfica, sino, también, de la habilidad (o la torpeza ética) del actor/director por neutralizar un tema conflictivo usando la lengua franca, hecha de lugares comunes y golpes bajos emocionales, del drama, revestido de pompa, importancia y convención, dirigido al mínimo común denominador del público global.

EL MAESTRO DEL AGUA

Dirección: Russell Crowe.

Intérpretes: Russell Crowe, Olga Kurylenko, Jai Courtney, Yilmaz Erdogan, Cem Yilmaz, Dylan Georgiades, Steve Bastioni, Isabel Lucas, Salih Kalyon.

Género: drama.

Australia-Turquía-Estados Unidos, 2014

Duración: 111 minutos.

Con un guión firmado por Andrew Knight y Andew Anastasios, El maestro del agua cuenta la historia, con base real, de un granjero, con habilidades de zahorí, que, tras el fallecimiento de su esposa, viaja a Turquía para localizar –y dar honrosa y justa sepultura- a los cuerpos de sus tres hijos caídos en la batalla de Gallipoli. La película tiene sus momentos más estimables en la descripción de los protocolos de gestión de bajas y balance de daños en el paisaje después de la batalla, con el personaje de Crowe abriéndose paso, como una fuerza obcecada, en medio del tenso equilibrio de fuerzas entre británicos y otomanos. La trama abre el camino a la idea de reconciliación –con el actor turco Yilamz Erdogan aportando las notas más precisas al pulso-, pero, tanto una puesta en escena al servicio de la egolatría expresiva del director/estrella como una historia romántica, saturada de tópicos y colocada con calzador, conspiran para desviar la atención de lo esencial, sobrecargar el conjunto de grasa formal y sub-trama prescindible y, en definitiva, convertir El maestro del agua en esta película sobre memoria histórica, tan conservadora en sus maneras, que, sin duda, gustará mucho a quienes por aquí sostienen que ese asunto, en lugar de hacernos más humanos, nos coloca al borde de otra Guerra Civil.

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