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Pyongyang, la ciudad utópica

El holandés Eddo Hartmann retrata el vacío y la inmensidad de la capital de Corea del Norte. Hizo su trabajo durante 10 días, vigilado por cuatro guías

Isabel Ferrer
Unos de los retratos de la Pyongyang capital de Corea del Norte
Unos de los retratos de la Pyongyang capital de Corea del NorteEddo Hartmann

"Pyongyang, la capital de Corea del Norte, es una ciudad utópica. Una metrópoli (de unos 3.250.000 habitantes) convertida en un grandioso escaparate del realismo socialista, plena de mármoles y altavoces que emiten sin cesar música revolucionaria y mensajes del Partido del Trabajo. Una urbe destruida durante la guerra de Corea (1950-1953) que parece hoy un escenario teatral". Así la define el fotógrafo holandés Eddo Hartmann, uno de los escasos profesionales occidentales que ha podido elaborar un reportaje gráfico sobre su arquitectura: edificios siempre demasiado grandes, estatuas que solo deben fotografiarse enteras, y obras públicas que no pueden captarse de ningún modo mientras estén incompletas. Interesado por lo que denomina pruebas circunstanciales, es decir, las huellas que revelan una historia, Hartmann pasó 10 días recorriéndola en 2014. Su intención era brindar al espectador "una mirada neutral de un lugar en construcción permanente", y el resultado es una exposición que ha titulado Preparando el escenario: Pyongyang, Corea del Norte.

No es un título escogido al azar. Después de organizar el viaje con ayuda de Koryo Studio, una agencia británica asentada en China, Hartmann aterrizó en Pyongyang como fotógrafo, no como turista. Durante su estancia, le acompañaron siempre tres guías coreanos y uno británico, que conocía bien el terreno. "El pacto fue que mi cámara debía ser digital para que ellos pudieran comprobar las fotos tomadas. Como trabajo con trípode, despacio y a cierta distancia del objeto, no había forma de eludirles", dice. Escapar, aunque fuera por unas horas, resultaba impensable. "Por un lado, ellos, los guías, habrían pagado las consecuencias. Además, soy muy alto, y es difícil pasar inadvertido", añade, riendo.

El resultado de su búsqueda es una ciudad que parece desierta y en la que resuenan sin parar mensajes y melodías revolucionarias a modo de música ambiental. Ello unido a los retratos y estatuas de la dinastía de los Grandes Líderes, desde Kim Il-sung (abuelo) a Kim Jong-il (hijo) hasta llegar al nieto y actual presidente, Kim Jong-un, produce la sensación del escenario que da título a la muestra. "Había gente, por supuesto. Pero me concentré en los edificios, siempre demasiado grandes y tan limpios que parece que no se usan. Además ponen mármol en todas partes porque les resulta solemne y elegante. Todo está inmaculado y perfecto. Como el uniforme de un soldado, impoluto para demostrar que está vigilante".

El intento de crear la ciudad perfecta, capaz de infundir en el ciudadano el poder de una república socialista inmortal, es el objetivo declarado del régimen. Hartmann, sin embargo, opta por el arte fotográfico y deja que el espectador opine. Así, en su Pyongyang no hay restos de una historia reconocible, como en Ámsterdam, con sus canales. O en Detroit, atada a la industria del automóvil y cuya decadencia atrae hoy a reporteros gráficos de todo el mundo. "La capital norcoreana pretende ser el reflejo de la utopía de la revolución de las masas. Un concepto que alcanzaba incluso el hotel donde me alojaron. Estaba en una isla, y como hay problemas de electricidad en el país, las noches son muy oscuras. De repente, ya muy tarde, se oía una música de ópera que llegaba de lejos y acentuaba el vacío".

La muestra ha sido montada hasta el 7 de junio en Huis Marseille, el Museo de la Fotografía de Ámsterdam. Instalado en un edificio del Siglo de Oro, dispone de una habitación restaurada al estilo decorativo Luis XIV: barroco, clasicista y con atención al detalle. Un entorno singular para la búsqueda del misterio de Pyongyang.

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