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PURO TEATRO

Tren de cercanías destino cielo

'El curioso incidente del perro a medianoche', de Mark Haddon y Simon Stephens, triunfa en montaje de Julio Manrique y un extraordinario trabajo de Pol López

Pol López, en un momento de la representación.
Pol López, en un momento de la representación.Ros Ribas

En el verano de 2012, The Curious Incident of the Dog in the Nightime, adaptación de la famosa novela de Mark Haddon, se convirtió en un rotundo éxito en el National londinense. Un año más tarde saltó al Apollo del West End, donde yo la vi, y se llevó siete Olivier, pero como se cayó un buen cacho (literal) del techo del Apollo, pasó al Gielgud en el verano de 2014, y allí sigue llenando. El montaje que acaba de estrenar Julio Manrique en el barcelonés Lliure de Gràcia, en formidable versión catalana de Cristina Genebat, es más cercano, en todos los sentidos: una filigrana admirable de ritmo, de intensidad, de humor y emoción. Como demostró recientemente en La partida y Santa Nit, Manrique es un director experto en resolver retos narrativos y jugadas a muchas bandas. El espectáculo de Marianne Elliott en Londres es maravilloso, pero con unas animaciones digitalizadas que acaban apabullando. Con una centésima parte de sus medios, las soluciones escenográficas de Lluc Castells y el trabajo de vídeo de Mar Orfila rebosan imaginación y vitalidad. Elliott ganaba un poco por despliegue de infantería motorizada y misiles tierra-aire. Manrique y los suyos ganan por fulminantes avances de guerrilla.

El gimnasio de la escuela de Chris Boone, el chaval protagonista, abarca todos los espacios, iluminados por Jaume Ventura. Hay una batería y unos teclados, que tocan Norbert Martínez y Xavier Ricart, para marcar los ritmos (y los sonidos que estallan en la cabeza del chaval). Hay que aplaudir también (mucho, mucho) a Nuria Legarda, responsable de coreografía y movimiento. Y a Eva Fernández por sus caracterizaciones, esenciales para que ocho intérpretes se transformen en una veintena de personajes. La segunda parte de la función es una virguería absoluta: cómo amplían el decorado con espejos y juegos de luces, cómo construyen un vagón de tren y…, basta, no me tiren de la lengua. Ya lo verán. Y lo aplaudirán también.

Releo mi crítica de la función en el Apollo y observo que hablaba más de la impresionante puesta que de los actores: detalle significativo. Todos buenísimos, desde luego, empezando por Luke Treadaway, que encarnaba a Chris, pero la compañía del Lliure me llega más al corazón: esa es su baza.

Me descubro ante él Pol López.Todo lo que le pasa (y le pasa a cada paso), le pasa por la cara. Y por el cuerpo, en continuo movimiento.

La adaptación de Simon Stephens consigue meterte en el cerebro de su joven protagonista y que veas el mundo como él, una turbamulta de sensaciones, entre la belleza y la amenaza. Para calmar el vértigo, Chris planifica sus días al milímetro, pero la conjunción de un perro muerto y unas cartas ocultas le impulsarán a romper su esquema vital y vivir una aventura inimaginable. Quizá baste esto como resumen de la trama. En el Lliure, Chris es Pol López. Me descubro ante él: descomunal interpretación. Andará por la treintena, calculo, pero te convence de que tiene 15 años, y menos también. Y que es un aspergeriano de pura cepa. Todo lo que le pasa (y le pasa a cada paso), le pasa por la cara. Y por el cuerpo, en continuo movimiento. No te fatiga, todo lo contrario: no puedes apartar los ojos. Pol López emergió en American Buffalo y nos dejó boquiabiertos en Ivan i els gossos, y luego en El caballero de Olmedo y en Enric V. Actor lunar, escribí, procedente de la Luna o de otro planeta muy lejano, pero El curiós incident del gos a mitjanit es su requeteconsagración: centro y motor absoluto de la obra, dos horas sin abandonar la escena. No es nada fácil mostrar entero a Chris, que se describe como “un matemático con algunos problemas de conducta”. Cuenta la realidad como quien cuenta un sueño, pero no entiende la mentira. Es inteligentísimo, lleno de gracia y coraje, y la pura quintaesencia del niño: un egoísta monstruoso. Lo quiere todo y lo quiere ya. Quiere esclavos a su servicio. Como un niño o como un gato. Aunque se comprende que la relación con sus padres no sea precisamente óptima, por razones que ya descubrirán ustedes. Yo he visto a los padres de Chris en esta función como no los había visto en Londres. Ivan Benet es Ed, y me ha hecho ver sus contradicciones, su bronca amargura y su cariño por Chris. Ahora me parece el personaje más conmovedor de la historia, mucho más vulnerable que su hijo, porque tiene menos recursos. El más solo, el más perdido. Benet está emocionantísimo cuando le revela al chaval lo que pasó, al final de la primera parte. Juby, la madre, es Cristina Genebat. Veo a una mujer cobarde pero cargada de motivos, absolutamente desbordada por las circunstancias. Y también me pongo en el lado de Roger (Xavier Ricart), el nuevo compañero de Juby.

Hay mucha verdad profunda, muchos claroscuros en el libro, en la adaptación y en el montaje del Lliure. Está muy bien que la señora Alexander (olé Carme Fortuny, de nuevo en la brecha, como está mandado) no sea una abuelita de postal y que le cuente a Chris lo que no debe contarle: ahí tiembla otra verdad. Marta Marco es ­Siobhan, la profesora. Y “narradora adjunta”, a partir del texto en el que Chris cuenta su aventura y su “investigación”. Cuánta humanidad, cuánta ternura en su mirada. Cómo quiere y protege a esa criatura. Y qué bien toca el chelo, por cierto. Hay un segundo ángel guardián, bordado por Norbert Martínez: el policía que guía los pasos del muchacho en su laberinto londinense. Quiero celebrar igualmente la capacidad de Mireia Aixalà para multiplicarse (que ya demostró en Santa Nit) y construir un personaje aunque no tenga más de cuatro frases: me quedé bobo viéndola dibujar a la taquillera del metro con dos réplicas y una mirada. Esta actriz hace brillar por igual los roles celéricos (la vecina rusa) como los que tienen mayor entidad (la angélica profesora de matemáticas o la furiosa señora Shears). Pocas horas antes del estreno corrió la voz de que se estaban agotando las entradas para todas las funciones. Eso no es frecuente, y es otro motivo de alegría. El curiós incident del gos a mitjanit es ya, desde su primera noche, todo un triunfo. Debería prorrogar y verse en toda España.

Otra recomendación: Aquellos días azules, en el Círcol Maldá. Un retorno a la infancia (de los años ochenta) con mucho humor, mucha melancolía y mucha música, armado por Marc Artigau y maravillosamente cantado y contado por Robert González, Jordi Llovet y Joan Solé. Joya a descubrir.

El curiós incident del gos a mitjanit. De Mark Had­don. Adaptación: Simon Stephens. Dirección: Julio Manrique. Intépretes: Pol López, Mireia Aixalà, Ivan Benet, Cristina Genebat, Marta Marco, Norbert Martínez y Xavier Ricart. Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 10 de mayo.

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