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El ‘rosebud’ de García Márquez

El documental 'Gabo' incide en la influencia de la vida del Nobel colombiano en toda su obra literaria

Gregorio Belinchón
Gabriel García Márquez, retratado por Colita en 1969 con un ejemplar de 'Cien años de soledad'.
Gabriel García Márquez, retratado por Colita en 1969 con un ejemplar de 'Cien años de soledad'.Colita

¿Cómo pudo un crío de un pueblo del Caribe colombiano, Aracataca, hijo de un telegrafista que acabó como farmacéutico, escribir las novelas que cambiaron la historia de la literatura del siglo XX? A punto de cumplirse -el próximo viernes 17 de abril- el primer aniversario de la muerte del nobel Gabriel García Márquez, el documental Gabo, la magia de lo real, ahonda en la vida del impulsor del realismo mágico para encontrar las claves de su escritura. Y como en pocos artistas, las vivencias de García Márquez, en especial su infancia, marcaron toda su obra, así que Gabo busca ese rosebud -parafraseando a Ciudadano Kane- que explique el universo de Macondo. El filme se emite hoy a las 23.35 en Canal + 1, tras su estreno internacional en el festival de Cartagena de Indias el pasado 13 de marzo, y se proyectará en los madrileños Teatros del Canal el 20 de abril.

El británico Justin Webster, su director, realizador también del sobrecogedor Seré asesinado, asegura que rehuyó el academicismo: "Está pensado para un público internacional, gente que no sabe mucho sobre él. Intenté que hubiera un hilo narrativo, el asombro de otro escritor colombiano, Juan Gabriel Vásquez, sobre la obra de alguien que nace en un entorno tan distinto al artístico. A mí me interesa mucho el proceso creativo y busqué de dónde venía este empeño, esta sensibilidad". El colombiano, que ilustró su discurso del Nobel con una sobrecogedora sentencia -"Una nueva y arrasadora utopía de la vida [...] donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra", que se refería tanto a su novela como a su ideología, nacida de su pasión por William Faulkner-, vivió los primeros ocho años de su vida con sus abuelos, un coronel y una mujer muy supersticiosa, mientras sus padres se ganaban la vida en Barranquilla y seguían teniendo hijos. En el filme, dos de los hermanos del autor, Jaime y Aída, recuerdan a su madre como una gran lectora amante de la "palabra precisa". Pero son las charlas del autor con su abuelo -la influencia directa de El coronel no tiene quién le escriba- las que cimentan todo su devenir posterior. "Por un lado es un momento maravilloso; por otro, es una experiencia terrible", cuenta Webster, "porque es abandonado por sus padres en una ciudad repleta de violencia y muerte. Es una construcción especial que deviene en una sensibilidad especial".

García Márquez, de niño.
García Márquez, de niño.

El proyecto nace de la productora Kate Horne, y Webster -gran fan de García Márquez- se sumó posteriormente al proyecto, meses antes del fallecimiento del autor. "Cuando murió, el proyecto corrió peligro. Lo milagroso del proyecto es que lo hemos acabado en menos de un año". Y aunque el realizador no lo diga, también sorprende la cantidad de material que maneja y muestra, además de voces de todo tipo: exnovias, hermanos, amigos, discípulos, periodistas y hasta dos expresidentes, César Gaviria (Colombia) y Bill Clinton (Estados Unidos). "Sí hay muy pocas entrevistas de García Márquez en cámara, porque era un gran tímido. Y las que existen no son realmente buenas, ya que le costaba relajarse. El Gabo real solo sale en las charlas con sus amigos. Así que pesqué en esas declaraciones televisivas algunos momentos que reflejen su personaje y su vida".

Política y letras

Gabriel García Márquez fue también un literato muy volcado en la política, amigo de Fidel Castro. Bill Clinton -que aparece feliz de hablar sobre él, y dice "En mil maneras hizo la crónica de la futilidad de negar la trascendencia del espíritu humano en todas sus esferas"- cuenta ante las cámaras como el colombiano medió entre Estados Unidos y Cuba, y que estuvieron a punto de acabar el bloqueo.

Como amigo de Castro, el escritor dice en una entrevista que "lo fundamental de Cuba es su resistencia en su soberanía". Y algunos de los testimonios confirman su mediación a la hora de liberar presos políticos del régimen castrista, una dictadura con la que tuvo sus más y sus menos ideológicos.En realidad, Carmen Balcells, su agente literaria, cuenta: "Era un genio, y con alguien así puedes montar un partido político, fundar una religión o liderar una revolución". Por suerte para todos los lectores, Balcells optó por lo tercero, pero en "el terreno editorial".

Sobre Colombia, el escritor siempre fue más cauto, aunque no dejaba de declarar el dolor que le provocaba su país. Nunca volvió a residir allí (falleció en su casa mexicana), y los duros años de la guerrilla y el narcotráfico -que incluye la muerte de uno de sus grandes amigos, Guillermo Cano, director de El espectador- marcaron el no retorno a Colombia de alguien que escribía sus libros tras haberlos meditado al menos durante las dos décadas previas.

Por la pantalla el espectador va descubriendo cómo logra publicar en El espectador sus primeros cuentos a los 13 años, cómo conoce a su esposa Mercedes cuando ella tiene 9 años y él 14, su pasión por el periodismo, su primera visita a Europa y su vida en París en 1955, donde ve por primera vez nevar (y se le escapa un "Mierda", posterior final clásico de uno de sus clásicos), y cómo, ya casado, con hijos, asentado en México y con éxito como publicista y guionista, le confiesa a Mercedes que no puede más en un viaje a Acapulco. Él quiere escribir. Ahí nace Cien años de soledad (1967), un éxito instantáneo, best seller desde su primera semana en las librerías. De repente se convierte en el escritor más famoso del mundo. "Sin embargo, a pesar de su conexión con el público, su historia no es tan conocida".

Casi todas sus novela se pueden rastrear en acontecimientos que vivió y que le contaron durante su infancia y adolescencia. Así que la vida le dio un mal requiebro en sus últimos años borrándole la memoria, él, tan obsesionado por ella. "Quedó su ternura", se oye en Gabo. "Para todos la muerte tiene un gran peso, obviamente, pero para García Márquez estaba mucho más presente desde su infancia. Eso lo hizo más vivo", dice Webster. En una entrevista, el Nobel habla de la injusticia de la muerte, a la que solo se puede evitar de una manera: "Escribiendo mucho".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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