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EXTRAVÍOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Microlitos

En sus aforismos el poeta Paul Celan se aproxima a la dificil reconcialición de entre sabiduría y razón, esperenza y reinvención.

El poeta Paul Celan.
El poeta Paul Celan.

"Microlitos son piedrecitas, apenas visibles, diminutas chispas en la densa toba de tu existencia —¿y ahora intentas tú, pobre en palabras y tal vez ya irreversiblemente condenado al silencio, reunirlas en cristales? Pareces esperar refuerzos —¿de dónde deben venir, di?". Esta ­autoinvocación la esgrime el poeta Paul Celan (1920-1970) en uno de, vamos a llamarlos así, "aforismos", compilados con otros escritos en prosa en un libro recién traducido a nuestra lengua precisamente con el título de Microlitos. Aforismos y textos en prosa (Trotta), por la editorial española que ha hecho accesibles el grueso de sus versos, cartas, ensayos y otros escritos de este extraordinario poeta en lengua alemana, de vida trágica y errante, al que quizá debe considerarse como uno de los mejores de la segunda mitad del siglo XX. De todas formas, al margen de su considerable labor como traductor, propia de quien dominaba ocho lenguas, el tema casi exclusivo de toda su producción literaria gira en torno a la poesía, como así lo corroboramos en esta variopinta selección de sus textos en prosa.

Hay muchas formas de hacerse poeta en nuestro mundo, el único empeño artístico verdaderamente no profesional y la mejor manera de que todo el mundo te respete sin prestarte atención, por lo que suele ser una querencia adolescente, que fragua sólo entre almas ­desesperadas. Tal fue rotundamente el caso de Paul Celan, originario de la región multinacional de Bukovina, que se agarró a la tabla de salvación del alemán, su lengua materna, pero también la de quienes asesinaron a sus padres y otros familiares, todos ellos judíos. El desafío de mantenerse a flote tuvo el alto precio de que finalmente se hundiera ahogado en las orillas del Sena a su paso por París, un día de primavera de 1970, cuando contaba 49 años. Pero si la muerte tiene un precio, la moneda en el paladar que saboreó el trasterrado Celan para pagar a Caronte en su postrer y definitivo viaje tuvo los visos dorados de un puñado de inolvidables versos, "diminutas chispas en la densa toba de la existencia".

¿Por qué se desespera el poeta, más allá de las odiosas truculencias que le han asediado dentro del siempre decepcionante mundo? Porque, como él mismo dijo a contraluz, "derribaron las columnas de la sabiduría y construyeron el templo de la razón". Una historia sincopada la de este templo, en el que fluye todo menos lo fundamental: "Una historia extraña, la historia de nuestro mundo: no toda del mundo, no toda nuestra, no toda historia, no toda extraña (…) para nosotros que estamos orgullosos de haber dejado atrás la época glacial". Es, por tanto, entre los entresijos de lo olvidado en el basurero de la historia donde el poeta busca los luminosos cristales despreciados: "Sobre las propias ruinas se alza y tiene esperanza el poema". Se trata, en todo caso, de una esperanza escandalosa, porque demanda un aspecto ignorado del lenguaje, que, además de transmitir información, no se conforma con ella, siempre un cúmulo de baratijas. Pide más, como, por ejemplo, inventar, cada vez, el previsible y desvencijado mundo.

Se agarró a la tabla de salvación del alemán, su lengua materna, pero también la de quienes asesinaron a sus padres

¿Por qué entonces se desespera el poeta? Por mirar a otra parte incógnita, por ver claro lo que los demás atisban como espesa negrura, por aportar oscuridad en el solaz del mediodía; por, en definitiva, dejarse arrastrar por el amor en vez de por el interés, porque "hay ojos que van al fondo de las cosas. Que divisan un fondo. Y hay otros que van a lo profundo de las cosas. Esos no divisan ningún fondo. Pero ven más profundo", y también porque "sólo el incomprendido comprende a los otros". De manera que el poeta precisa de amor y paciencia, mediante los cuales el pensamiento se troca en gratitud. ¿Por qué, en fin, se desespera el poeta? No tengo descifrado el exacto porqué, pero, al menos, digamos con Celan que "para construir casas, por encima de la desesperación. Un techo. Para eso".

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