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PURO TEATRO

'The Nether': el infierno en la Red

Inquietante, imaginativa y espléndidamente escrita, la nueva obra de la dramaturga estadounidense Jennifer Haley es una de las cinco nominadas para el Premio Olivier

Marcos Ordóñez
Isabella Pappas e Ivanno Jeremiah, en una escena de 'The Nether', de Jennifer Halley.
Isabella Pappas e Ivanno Jeremiah, en una escena de 'The Nether', de Jennifer Halley.

The Nether, de Jennifer Haley, uno de los éxitos de la temporada anterior en el Royal Court y ahora en el West End (Duke of York’s), es un cóctel de thriller de ciencia-ficción, debate moral e historia de amor que podría haber firmado Charlie Brooker, el creador de Black Mirror.

Año 2050. El cielo es permanentemente gris. Ya no hay árboles, y tener uno está solo al alcance de millonarios. La detective Morris dirige una unidad que investiga delitos en la Red. La Red se llama ahora “The Nether” y lo abarca todo, desde la educación y los negocios hasta la vida sexual. La pornografía se ha convertido en una reliquia del pasado desde que un magnate llamado Simms creó un “reino” revolucionario, The Hideaway (el Escondite), que promete “una inmersión sensorial absoluta” en una Arcadia que tiene mucho de infierno: una lujosa mansión victoriana en mitad de un bosque, con niños y niñas que parecen salidos de las fotografías de Lewis Carroll. Morris acusa a Simms de lucrarse (tiene una cuenta en Burkina Faso) ofreciendo a sus clientes una doble atrocidad: tras violar a las criaturas, descubrirán una nueva sensación asesinándolos a hachazos. La policía no puede detenerle, porque la terminal no está en su jurisdicción, pero quiere conseguir el código del programa para cerrar el acceso. Simms está convencido de que las acusaciones son una mera pantalla para arrebatarle el invento, y proclama que no hay ningún delito. Nadie muere, todo es virtual. Y no son niños, sino avatares, como los clientes que, a la manera de los viejos juegos de rol, pueden entrar en el Escondite con otra identidad, otro aspecto, otro género.

Simms vende “la oportunidad de seguir los instintos más secretos en total anonimato, sin culpa ni daños”. Ha creado su reino para pedófilos irrecuperables como él: mejor dar rienda suelta a sus tendencias en un espacio virtual que en la realidad. “Solo son imágenes”, repite. “Sí, pero todo lo que se hace en la Red acaba por repercutir en el mundo real”, le responde Morris. “Las imágenes crean la realidad. Y usted, amparándose en la libertad, legitimiza y promueve las peores perversiones”. Ese sería, a grandes rasgos, el eje del intenso y provocativo debate, con un juego relampagueante y muy bien repartido.

La acción transcurre entre la sala de interrogatorios y el universo victoriano de Simms, al que allí todos llaman Papa”

La acción de The Nether transcurre entre la sala de interrogatorios y el universo victoriano de Simms, al que allí todos llaman Papa. Sabemos (en la segunda escena) que Morris ha infiltrado a otro policía en el Escondite para que redacte un informe, pero solo le conoceremos por su avatar (o perfil imaginario): su apodo es Woodnut y no tarda en sentir una rotunda fascinación por Iris, la niña preferida de Papa.

“No le pregunte a su agente encubierto lo que vio o lo que hizo. Pregúntele cuán libre se sintió, como nunca se había sentido en su vida diaria”. Quien así habla, cerrando el quinteto de personajes, es Doyle, un viejo profesor de física y cliente asiduo del Escondite, al que Morris acude para atrapar a Simms, y que está a punto de convertirse en una “sombra”: así es como se llama en el mundo futuro a los seres atados al ordenador, que acaban ingresando mental (y sensorialmente) en su reino favorito. No puedo revelar aquí el astuto mecanismo de lo que sucede luego. Avanzaré tan solo que el relato (breve: una hora y veinte) ofrece una sucesión de sorpresas, así como una impensable, delicada y desesperada historia de amor, posible compensación por lo espinoso de su asunto central.

The Nether es una de las obras más brillantes e imaginativas que he visto últimamente, y también de las más incómodas: esquiva cualquier escena de sexo o violencia, y mantiene un complicado equilibrio entre el horror y la ternura, que remata con una conmovedora escena final; pero por mucho que nos digan que hay un avatar adulto tras el personaje de Iris, a quien vemos en escena es a una actriz/niña de nueve años.

Su autora, Jennifer Haley, es una joven dramaturga estadounidense. Estrenó la función en 2013, en el Center Theatre Group de Los Ángeles. El pasado verano, como decía al principio, triunfó en el Royal Court londinense; pasó luego al Duke of York’s, donde la vi hará unas semanas, y ha estado dos meses en el MCC/Lucille Lortel Theater, una de las salas más activas del Off-Broadway, en un montaje dirigido por Anna Kauffman. La puesta británica ha corrido a cargo de Jeremy Herrin, uno de los directores de moda en Reino Unido gracias al enorme éxito de Wolf Hall, la producción de la Royal Shakespeare sobre las novelas de Hilary Mantel (que, por cierto, se habrá estrenado ya en el Winter Garden de Nueva York cuando lean estas líneas).

Un momento de la representación.
Un momento de la representación.

Herrin decía que, a diferencia de la mayoría de obras sobre Internet, “en The Nether no sale nadie sentado ante un ordenador, sino que vemos el universo creado en la Red”. Tiene razón, aunque a mí lo que menos me convence del espectáculo es precisamente la plasmación (al parecer carísima) del Escondite de Simms, con los árboles y los espejos diseñados por Es ­Devlin y las imágenes proyectadas por Luke Halls. Los cambios de escena me resultaron lentísimos, y esa apabullante escenografía apenas deja espacio (un estrecho pasillo) para los interrogatorios: creo que una mayor desnudez hubiera centuplicado la imaginación del espectador.

El reparto me pareció desigual. Amanda Hale, a la que aplaudí hará cinco años en Our Class (NT) y que posiblemente hayan visto en series como Dates y The Crimson Petal and the White, imprime a la detective Harris un tono uniformemente veloz y crispado que acaba por fatigar. Me gustó mucho el veterano David Calder: a ratos hace pensar en el Fernán-Gómez maduro y da muy bien la tristeza y vulnerabilidad de Calder, que encuentra en el Escondite su único refugio, su única fuente de felicidad. Un poco plano Ivanno Jeremiah en el rol de Woodnut, y poderoso pero con toques excesivos de Santa Claus siniestro el Simms de Stanley Townsend.

Estupenda en su difícil papel Isabella Pappas, que interpreta a Iris con una perfecta mezcla de inocencia y malicia. Creo que The Nether funcionaría en España. Es una propuesta arriesgada, pero no deja a nadie indiferente.

The Nether. Escrita por Jennifer Haley. Dirigida por Jeremy Herrin. Interpretada por Amanda Hale, David Calder, Ivanno Jeremiah, Stanley Townsend, Isabella Pappas. Duke of York’s Theatre. Londres. Hasta el 25 de abril.

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