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CRÍTICA | OJOS DE AGUA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Con palomas blancas, de picos pardos

Javier Vallejo
Charo López, en 'Ojos de agua'.
Charo López, en 'Ojos de agua'. DAVID RUIZ

Un poeta, reinterpretando a otro poeta. La historia de la Celestina, contada por ella misma a las monjas del convento salmantino de las Dueñas, donde ha de refugiarse tras sobrevivir (en esta nueva ficción y contra lo que Fernando de Rojas dice) a sendas cuchilladas de Sempronio, criado de Calisto.

Álvaro Tato le da una prórroga a la madre de todas las alcahuetas, para que glose su vida sin corsé moral alguno, interpolando palabras suyas entre las del autor original y usos del siglo XXI entre los propios del reinado de Isabel y Fernando.

Ojos de agua es un soliloquio luminoso, interpretado vigorosamente por Charo López, que relata los años mozos de su personaje, revive alguna de sus andanzas y representa su encuentro con Melibea, mientras el actor Fran García y el músico Antonio Trapote tejen un tapiz de canciones originales, estribillos, pregones y evocaciones sonoras que nos teletransportan al corazón de otra época. La escenografía sinóptica de Carolina González, la luz acogedora de Miguel Ángel Camacho y el vestuario transversal de Tatiana de Sarabia evocan la calidez del agro, al tiempo que dibujan un espacio poético a la altura del texto.

OJOS DE AGUA

Dramaturgia: Álvaro Tato, a partir de

La celestina,

de Fernando de Rojas.

Intérpretes: Charo López, Fran García y Antonio Trapote. Composición musical y dirección: Yayo Cáceres.

Teatro Español, sala Xirgu. Hasta el 26 de abril.

Charo López crea una Celestina en las antípodas del lugar común. Llana, luminosa, empática, vitalista, con la sensualidad a flor de piel, aúna en sí todas las edades del personaje: es la joven Afrodita salpicada por el cura en el confesionario, la remiendavirgos deseosa de remediar en otras lo que no pudo remediarse en ella y la puta vieja (palabra de Rojas) que recoge todavía algún piropo. No se puede dar más ni puede hacerse mejor.

El espectáculo tiene el desenfado de los de Ron Lalá (véase ese prólogo en verso, donde se relata que la Trotaconventos del Arcipreste, la Fabia de Lope y la Brígida de Zorrilla van a reunirse alegremente con Mary Shelley y Sylvia Plath, en las exequias de su compañera de fatigas), amén de la calidad formal y musical y de la punzada alegre características de Yayo Cáceres, su director. Será un éxito cantado.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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