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Santa Teresa, entre pasión y razón

La Iglesia y la literatura conmemoran hoy el V Centenario de la religiosa y escritora

Santa Teresa de Jesús, vista por Sciammarella.
Santa Teresa de Jesús, vista por Sciammarella.EL PAÍS

Corrían tiempos en que aún había eruditos y médicos que se preguntaban si la mujer era “un ser humano”, cuando Teresa de Ávila, con tanta pasión como claridad intelectual emprendió la reforma del Carmelo. La niña que a los siete años intentó partir a tierras de moros con su hermano Rodrigo para sufrir martirio, demostró el mismo ímpetu cuando tras ingresar en la orden, de tanta oración y penitencia, cayó enferma, entró en coma profundo y estuvo amortajada y en sepultura abierta tres días enteros, y luego tres años sin poder andar. Pero una vez recuperada, sin desterrar el entusiasmo, desarrolló su contrapeso: la visión objetiva.

Estos dos aspectos, pasión y razón, unidos a una honradez orientada hacia la verdad, son los puntales en que se apoyaron su personalidad, sus actos y sus escritos. Así, dentro del Carmelo, fue despojando situaciones e ideas de falsos ropajes para que algunas cosas quedaran en su sitio; desenmascaró costumbres engañosas y se atrevió a escribir y comentar textos que podían poner en peligro su persona (la Inquisición estaba al acecho). Todo ello hace que sus obras estén vivas y nos transmitan a la vez su fuerte carácter y el pulso de la época.

Dejando a un lado los poemas, en general de raigambre popular y que sabemos eran improvisados, cantados e incluso bailados, en el resto de su producción literaria podemos diferenciar, por un lado, los libros que contienen relato autobiográfico, como la Vida, los que van claramente dirigidos a la comunidad de religiosas, y aquellos en los que cuenta su experiencia interior. Estos dos últimos grupos nos descubren tanto el entusiasmo como la inteligencia de la santa y sus grandes dotes psicológicas que propiciaron el consejo y la enseñanza y le permitieron descubrir los abismos místicos. Entre otros libros, podemos destacar por un lado Camino de perfección, y, por otro, las Meditaciones sobre los Cantares y las Moradas del castillo interior. <TB>

El primero, escrito a modo de tratado, se centra en distintas cuestiones, desde la verdadera humildad, la pobreza y el desasimiento, hasta la falsa seguridad que supone la clausura. Así dice a sus religiosas: “¡Oh hijas mías!, no os aseguréis ni os echéis a dormir, que será como el que queda muy sosegado de haver cerrado muy bien sus puertas por miedo de ladrones y se los deja en casa”. También advierte contra la vanidad y la autosuficiencia, aconsejando huir de “razón tuve”, “hiciéronme sinrazón”, “no tuvo razón la hermana”. ¡De malas razones nos libre Dios! [...]La que no quisiere llevar cruz, sino la que le dieren muy puesta en razón, no sé yo para qué está en el monesterio”.

Año teresiano

Éxtasis, poeta, mística, religiosa, Dios, feminista, pasión, reformadora, meditación, visionaria, delirio, sabiduría… son algunas de las palabras que suelen acompañar al nombre de Santa Teresa de Jesús. La monja y escritora de la cual hoy se cumplen 500 años de su nacimiento: Ávila, 28 de marzo de 1515 y Alba de Tormes, 4 de octubre de 1582. Nacida como Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, perseguida por la Inquisición, fundadora de la orden de las Carmelitas descalzas, fue beatificada en 1614. La Fundación V Centenario de Santa Teresa de Jesús ha organizado congresos, exposiciones y publicaciones, actividades que reivindican su feminismo o su portentoso talento literario. También se proclama su religiosidad, como los actos de hoy en la Iglesia-convento de la Santa y la catedral de Ávila.

Igualmente imperioso es su elogio de la vida práctica a través del ejemplo de las figuras evangélicas Marta y María, pues “Si entrambas se estuvieran, como la Magdalena, embevidas, no huviera quien diera de comer al huésped celestial”. Por otra parte, el invitar a la oración, tanto vocal como mental o de quietud, no le hace perder de vista la realidad, aconsejando amor y temor: “yo os asiguro: el amor os hará apresurar los pasos; el temor os hará ir mirando adónde ponéis los pies para no caer”.

Pero Teresa de Ávila sabía que junto a las cosas terrenales se daba la elevación mística, es decir, conocía la posibilidad de vivir a distintos niveles, aunque algunos, al principio, le parecían incomprensibles y, para penetrarlos, empleó todas sus armas intelectuales. Por este motivo resulta conmovedora la obra que llamó sencillamente mis “Meditaciones”, que fue pronto conocida como Meditaciones sobre los Cantares. La empezó cinco años después de que Fray Luis tradujera del hebreo el libro bíblico atribuido a Salomón, saltándose la norma eclesiástica imperante de respetar la Vulgata, lo que comportó su encarcelamiento. También para Teresa esas “Meditaciones” resultaron peligrosas. Los inquisidores no admitían una interpretación femenina de las Escrituras, ni una lectura de ellas en romance. Con todo, aunque el confesor de la santa recibió la orden de quemarlas, se salvaron, había copias en distintos conventos. En ellas, Teresa nos transmite el asombro y desconcierto ante palabras bíblicas que, de hecho, eran un epitalamio que ya los mismos judíos del siglo I, escandalizados, obligaron a leer “a lo divino”. Escribe citando: “Béseme con beso de su boca’. ¡Oh Señor mío y Dios mío, y qué palabra ésta, para que la diga un gusano a su Criador! [...]Es cosa que espanta”.

Su obra está viva y transmite su fuerte carácter y el pulso de la época.

Si la Inquisición mandó quemar las “Meditaciones” también requisó la Vida. Debido a ello, escribe la fundadora sus Moradas del castillo interior, libro autocensurado luego, donde representa el trayecto del alma a través de siete espacios, en el último de los cuales halla su objetivo: Dios. Asín Palacios y Luce López-Baralt estudiaron sus posibles bases islámicas y judías, pero lo cierto es que el recorrido de siete etapas hasta alcanzar una forma de unión con la deidad se encuentra ya en tradiciones más antiguas, enmarcadas todas en el concepto del inconsciente colectivo y los arquetipos defendidos por Jung, al hablar de los cuales cita “los peligros del inconsciente” que identifica con “the perils of the soul” (los peligros del alma).

El alma, en efecto, está en peligro, incluso respecto a sí misma. Y esto lo sabía muy bien la santa. Por ello, la transformó en caballero lanza en ristre, para que alcanzara el “centro del diamante”. Logrado esto, la unión es tan fuerte que al alma: “no le falta tantito para acabar de salir del cuerpo: a la verdad, no sería poca dicha la suya”.

Este es el punto clave que diferencia el verdadero éxtasis, y esta la sabiduría sin enseñanza de Teresa de Jesús: “De estas mercedes tan grandes queda el alma tan deseosa de gozar del todo al que se las hace, que vive con harto tormento, aunque sabroso; unas ansias grandísimas de morirse, y ansí, con lágrimas muy ordinarias, pide a Dios la saque de este destierro”. En este punto regresa a ella el yo pasional y no teme declararlo. Su enunciado es válido para todos y fue siglos después hermosamente definido por Ciorán: consiste en el “deseo abrasador de no sobrevivir a la emoción”.

Clara Janés es poeta y autora de Poesía y pensamiento. Antología de Santa Teresa de Jesús (Alianza).

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