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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Modernidad

TVE ha decidido recurrir a sus "glorias" de antaño para ver si puede recuperarse de su desastroso presente

Carlos Boyero
José Luis Moreno, ventrílocuo y productor televisivo.
José Luis Moreno, ventrílocuo y productor televisivo.

Sería arduo no otorgarle la razón al doliente y lúcido Jorge Manrique cuando, tras la muerte de su padre, escribe: “Cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”. O al antiguo traficante de caballo Carlito Brigante, en busca de imposible redención, reconocer: “Con el tiempo no cambias, solo pierdes fuerza”.

A diferencia de empresas con estrategias inteligentes (no hablemos de ideologías, las enterraron convenientemente hace tiempo y las empresas nunca se han regido por ellas, solo por el éxito traducido a dinero) como laSexta, que ha descubierto con sentido de la lógica que la clientela de Podemos, o simplemente de los infinitos ciudadanos que están hasta los genitales del fango que representan los de siempre, podía ser suya a cambio de un periodismo tan inaplazable y potente como el que encarna Jordi Évole, o que la información mas creíble sobre el repugnante estado de las cosas, también consiga despertar las higiénicas sonrisas y carcajadas del espectador, algo que logra con notable regularidad Wyoming, ese asunto permanentemente ruinoso para el contribuyente conocido como TVE ha decidido recurrir a sus ¿glorias? de antaño para ver si puede recuperarse de su desastroso (no exageremos, solo inane) presente.

Su sentido del espectáculo de calidad ha tenido la genial y revolucionaria idea de recuperar al graciosísimo ventrílocuo y nada viscoso personaje José Luis Moreno. También a Buruaga, aquel pulcro ordenanza de la vergonzosa y honesta madame Aguirre en las plurales e inolvidables tertulias políticas de Telemadrid, y a Bertín Osborne, ese machote de toda la vida, aunque hombre cultivado, que tanto me recuerda a Sinatra en su estilo cantarín, para que haga de Oriana Fallaci en entrevistas que intuyo apasionantes.

Y me merece respeto como comunicador y como persona Paco Lobatón, aunque terminara ligeramente harto de aquel humanista y lírico programa titulado ¿Quien sabe dónde?, que debería haberse terminado llamando Wanted, en el que acababan trincándote aunque la libre voluntad del desaparecido hubiera sido la de largarse de su mundo sin dar explicaciones a nadie.

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