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ARTE / REPORTAJE

Arte de este siglo ‘made in Senegal’

La Fundación Josef y Anni Albers abre el centro cultural Thread, un ambicioso proyecto para artistas locales y extranjeros

Edificio del centro cultural Thread, obra de la arquitecta Toshiko Mori.
Edificio del centro cultural Thread, obra de la arquitecta Toshiko Mori.Fundación Josef y Anni Albers

Son poco más de las diez de la mañana del miércoles 4 de marzo y todos los habitantes de las aldeas próximas a Sinthian, en la región oriental de Tambacounda, a 450 kilómetros de Dakar, están dispuestos a participar de un momento extraordinario: la inauguración oficial de Thread (hilo, en español), un ambicioso proyecto de centro cultural y residencia de artistas de Senegal. Llegan caminando descalzos sobre la tierra roja de la zona, montados en carretas arrastradas por burros o apiñados en viejas camionetas. Es temporada de sequía y el termómetro supera los 35 grados. Todos visten sus mejores trajes. No es para menos porque van a asistir a la puesta en marcha de un lugar en el que los artistas locales tendrán la posibilidad de mostrar su talento en cualquier ámbito del arte: pintura, escultura, cine, danza, música o escritura, y confrontarlo con creadores internacionales. El bellísimo edificio creado gratuitamente por la arquitecta Toshiko Mori, premiado por el Instituto Americano de Arquitectos (AIA), es toda una invitación al intercambio de talento sin rastro de paternalismo.

Nicholas Fox Weber (EE UU, 1947), director ejecutivo de la Fundación Josef y Anni Albers de Estados Unidos, es el inventor y financiador (75 millones de euros) de este insólito proyecto. Comisario de exposiciones y autor de ensayos biográficos sobre Balthus, Le Corbusier o la Bauhaus, está empeñado en difundir el espíritu solidario de los Albers y recuerda su implicación en la enseñanza desde la Bauhaus. “No eran de esos artistas que se quedan en lo superficial, sino que formaban parte del mundo que les rodeaba. Tuvieron que abandonar la Alemania nazi y conocieron muy de cerca la injusticia. El intercambio cultural que se va a producir en Senegal casa perfectamente con sus principios. Ellos creían que el acto de crear y el placer de ver eran la mejor manera de luchar contra la adversidad y de proporcionar equilibrio y esperanza. Anni mantenía que empezar de cero es fundamental en la vida, mientras que su esposo elogiaba las maravillas que entraña la experimentación”.

Ese empezar de cero y con todas las posibilidades de experimentación lo percibió Weber hace dos años cuando tuvo la oportunidad de visitar Sinthian, una aldea con 12 tribus en la que hay registrados 705 habitantes y 2.815 animales (vacas, cabras, ovejas). Llegó por unos talleres de la compañía británica Random Dance de Wayne McGregor. Lo siguiente fue hablar con los líderes locales y religiosos (el 90% son musulmanes, y el resto, cristianos y animistas). La colaboración y el entusiasmo fueron totales. Conscientes de las necesidades más básicas de la región, el centro sería un caladero de artistas, abierto al mundo y vincu­lado a una escuela y un centro sanitario de atención básica.

Para la construcción del edificio contaron con Toshiko Mori, la primera mujer responsable del departamento de arquitectura de Harvard y arquitecta de referencia con estudio propio en Nueva York. Mori aceptó el encargo y renunció a un sueldo, convencida de que el arte también es salud y de que las oportunidades tienen que llegar a todas partes. Famosa por conseguir que sus edificios sean una prolongación del paisaje en el que se construyen, creó un complejo multifuncional rodeado de espacios escénicos y zonas de alojamiento para los artistas. Los materiales básicos son locales —bambú y bloques de tierra compacta—, y las técnicas, artesanales. “Durante un año han trabajado aquí un millar de personas de la región. Queríamos que aplicaran sus conocimientos sobre construcción, los mismos con los que levantan sus casas, para que sintieran que el edificio es una prolongación de sus viviendas”. El inmueble cuenta con cuatro depósitos en los que se almacena y depura el agua que cae en temporada de lluvias, en una cantidad suficiente para cubrir el 40% del consumo de agua potable en la zona. El único capricho externo está en los suelos, en los irregulares y geométricos trozos de mosaico insertados en el cemento con los que ha querido homenajear la pasión por las formas de Josef Albers. Los muros calados que dividen las estancias también reproducen las inspiraciones geométricas de Albers.

El artista senegalés Sidy Diallo, de 29 años, uno de los más conocidos en el país por sus instalaciones, participa entusiasmado en la ceremonia de inauguración. Señala que es una oportunidad para que a los artistas se les mire sin paternalismos o como algo exótico: “Es extraordinario tener un lugar en el que podamos presentar o realizar nuestros proyectos junto con otros artistas internacionales”. Diallo recuerda que en Dakar no hay un museo de arte contemporáneo y que solo existen tres galerías. ¿Qué cuentan en su obra los artistas senegaleses? Diallo responde que se habla del entorno, lo mismo que en otros lugares del mundo. Pero aquí se hace hincapié en asuntos como la alta mortalidad infantil o la persecución a homosexuales.

Los primeros artistas extranjeros en Thread son tres jóvenes cineastas británicos. Durante los próximos tres meses realizarán un documental sobre los habitantes de Sinthian. Uno de ellos, Dylan Williams, explica que antes de viajar a Senegal sabía pocas cosas del país: que es uno de los más estables de África, pero que es muy pobre, que la poligamia es común. Su proyecto “consiste en hablar con cada uno de ellos y que nos cuenten sus historias. La de los jóvenes y la de los viejos. Queremos trabajar con ellos en equipo. Como ellos quieran. Nada me enfada más que ese paternalismo tan peligroso con que muchos ­europeos se acercan aquí dando conciertos benéficos para mayor gloria de sí mismos, como hace Bob Geldof, por ejemplo”. Otro de los miembros del equipo de cineastas, Roland ­Walters, de 22 años, añade que cada uno de ellos, además del documental, realizará un cortometraje de ficción con artistas de la aldea.

Alan Riding, de 71 años, célebre periodista británico conocido en todo el mundo por sus crónicas de Latinoamérica para el Financial Times y The New York Times, se ocupa de un taller de escritura con los jóvenes de la zona. Su intención inicial era que los chicos bucearan en la memoria de sus mayores para conocer su propia historia. Ha celebrado ya varias reuniones: una con 26 alumnos de primaria y otra con 4 adolescentes. Alguno le escribió un poema donde denunciaba injusticias, pero los más se apasionaron por un tema tan universal como la traición en el amor. Lo peor para todos era amar a alguien que no te ama. Una de las niñas prefirió hablar de la necesidad de que se las respete, algo muy importante, apunta Riding, porque es una alumna de 14 años que ha preferido estudiar a casarse y tiene ya las cosas bien claras.

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