_
_
_
_
_

Una ‘Muerte en Venecia’ entre apolínea y dionisíaca

Neumeier presenta en el Teatro Real de Madrid su ballet sobre Thomas Mann

El coreógrafo estadounidense John Neumeier.
El coreógrafo estadounidense John Neumeier.Holger Badekow

El Ballet de Hamburgo, con su director artístico al frente, John Neumeier (Milwaukee, Wisconsin, 1942), presenta entre este miércoles y el próximo sábado en el madrileño Teatro Real su versión de Muerte en Venecia, estrenada en la Staatsoper de dicha ciudad alemana el 7 de diciembre de 2003, y donde el ya mítico personaje de Gustav von Aschenbach de la novela de Thomas Mann se reencarna en un prestigioso coreógrafo en crisis.

La obra coréutica, dividida en diez escenas, utiliza la música de Juan Sebastian Bach y de Richard Wagner para ilustrar el viaje de este peculiar Aschenbach desde los meandros vivenciales de su vida y su arte hasta la sombra y la cercanía de la inevitable muerte.

Neumeier, un verdadero y prolífico intelectual del ballet contemporáneo, lleva más de 40 años dirigiendo la formación de Hamburgo y su universal prestigio se ha afianzado con piezas creadas para la Ópera de París y el Mariinski de San Petersburgo, entre otros grandes entes líricos.

Desde su sede alemana, el coreógrafo responde a EL PAÍS sobre algunos aspectos claves de su estilo y de la obra inspirada en la novela corta de Mann. Y el escritor germano ha sido el eje de su creación, dejando de lado las reputadas versiones de Luchino Visconti para el cine y de Benjamin Britten para la ópera. “Mi único puente es la novella de Thomas Mann, en eso no hay dudas. Obviamente, tenía vistas versiones precedentes, pero Mann es mi fuente”, reconoce.

Para la música, tuvo un verdadero debate entre selección intelectual y emocional: “Para escoger la música primero hubo que idear el personaje de Aschenbach, un intelectual, y Mahler no me cuadraba, de modo que fui hasta Bach, y me serví de Wagner, y esto compagina con la forma de Mann, que tanto tiempo se tomaba en la elaboración y pulimento de las frases. Y de ahí sale el personaje del coreógrafo, en el conflicto entre lo dionisíaco y lo apolíneo, en la dependencia de la forma. Después de mis estudios estoy convencido de que el modelo de Mann para Aschenbach fue Richard Strauss”.

El modelo del escritor para su Aschenbach fue Richard Strauss”

Sobre estas premisas, hay que aclara que el amplio catálogo de ballets con música de Mahler de Neumeier es único: “Mahler usa formas musicales muy accesibles, como el vals, y eso lo lleva a algo sublime y elevado cuando entra en función el cuerpo del bailarín, que seduce al público y transmite esa esencia, y eso es lo que me ha llevado desde lo inmediato a lo metafísico”.

John Neumeier es un apasionado del coleccionismo y especialmente de la figura de Vaslav Nijinski: “Nací en Milwaukee, que no tenía ballet ni escuelas de danza, pero desde muy temprano hubo en mí un sentimiento de acercamiento al ballet, intuyendo que ese iba a ser mi destino. Sacaba libros de la biblioteca o los compraba, los devoraba, y ya entonces me impactó la tragedia de Nijinski. Entendí pronto que detrás del artista estaba un ser humano, la persona real de Nijinski. Después seguí investigando, y era como un rompecabezas que debía armarse correctamente. A eso me ayudó también el coleccionar objetos relativos al su vida”.

Recientemente, Neumeier volvió a la ópera de Viena para remontar uno de sus grandes ballets: La leyenda de José, que había estrenado en 1977, y que ha supuesto una vuelta gradual en varias revisiones: “Ahora se hace con decorados nuevos, como los que repuse en Hamburgo en 2008, que luego fueron a Múnich y retornaron a Hamburgo. He hecho muchos cambios. Para reponer, veo todas las versiones anteriores, las analizo. Siempre cambio muchas cosas”.

Siempre está la misma polémica: la emoción o el estilo”

Entonces viene al hilo dialogar sobre la permanencia del repertorio histórico del ballet: “Está claro que no hay un repertorio permanente, sino en evolución, en transformación constante. Los ballets de Petipa no eran el día de su estreno como los vemos hoy. Ni siquiera los de Balanchine en los años 40 y 50 del siglo XX son equivalentes literales a lo que vemos ahora”.

Y esto probablemente incide en la evolución de los últimos 30 años. Pero, ¿se baila hoy mejor que antes? El coreógrafo no duda: “Depende de a qué se refiera, depende del punto de vista. Detrás está siempre la misma polémica: la forma o el contenido, la emoción o el estilo. Es obvio que las maneras han cambiado, como el físico mismo de los bailarines”.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_