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Ciencia y política

La expresión “ciencia políticamente correcta” no tiene más sentido que afirmaciones tales como que “la hemoglobina transporta el oxígeno de mi sangre de forma decididamente calvinista”. Es una desafortunada mezcla de conocimiento objetivo y valores subjetivos. La ciencia pretende obtener información sobre el mundo mediante la descripción y la explicación de los hechos. Y los hechos por sí mismos no tienen significado ético: son ciertos o falsos. Es lo que nosotros decidimos hacer con esa información lo que está bien o mal. Por supuesto que los valores aparecen en el científico y en su modo de investigar, o en el poder político al asignar recursos. Hay ejemplos claros sobre la confluencia de ciencia y moral: la participación en la construcción de la bomba atómica supuso para cada científico una delicada decisión de índole ética (de la que algunos después se arrepintieron). Las bombas caían, y las leyes físicas sobre fisión del átomo continuaron impertérritas, ajenas a nuestros debates morales

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