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El cine sin trampas de Diego Lerman

El realizador argentino estrena 'Refugiado', la huida de una mujer maltratada con su hijo

Rocío García
Diego Lerman, en el Festival de Cine de San Sebastián.
Diego Lerman, en el Festival de Cine de San Sebastián.Xavier Torres-Bacchetta

Más allá de la estética, la narrativa o la utilización de la cámara, Diego Lerman parece poseído por una obsesión: la honestidad de lo que se cuenta, la mirada desde donde un director está mostrando su película. “Yo amo el cine sin trampas”. Así es Refugiado, el cuarto filme de este realizador argentino que hoy se estrena en España tras su paso por la Quincena de Realizadores del Festival de Cine de Cannes y la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián. Lo que iba a ser una comedia, se convirtió por azares de la vida en una dura y seca historia sobre el maltrato a las mujeres a través de la mirada de un niño de apenas 7 años. Un viaje de huida entre la madre y el hijo a través de una ciudad con la presencia siempre implacable de ese maltratador que no aparece nunca en pantalla, pero que no por eso es menos amenazador. Con los ojos inocentes y extraños de un niño ante una situación tan dramática.

Cuenta Lerman que estaba escribiendo una comedia cuando una mañana llegando a su productora, en Buenos Aires, se topó un par de portales más arriba, con una multitud de policías, periodistas y mucha sangre. Le dijeron que un hombre disfrazado de anciano acababa de disparar a su ex mujer delante de sus tres hijos cuando salían de casa hacia el colegio. “Me produjo tal impresión el suceso y la manera de cómo esos hijos habían visto a su padre disfrazado disparando a su madre que dejé en un cajón la comedia y me puse a investigar sobre la violencia de género que hoy en Argentina es una de las temáticas de mayor actualidad”, “Sí, ya sé que también aquí en España”, advierte rápido Diego Lerman, durante la entrevista realizada en el marco del certamen de San Sebastián. Durante año y medio, Lerman, autor del guion de la película junto a María Meira, visitó refugios de mujeres maltratadas, entrevistó a centenares de ellas, que le fueron contando casos de violencia física pero también de esa destrucción callada y sin gritos.

Mi  intención era no tener planeado todo a cada momento, sino ir encontrando la esencia de ese viaje

Refugiado, interpretada en sus papeles principales por el niño Sebastián Molinaro y la madre, Julieta Díaz, una actriz muy popular y querida en Argentina, deja la violencia fuera de campo. “Los testimonios de las mujeres con las que me entrevisté me hablaban de los rastros que esa violencia genera, que en muchos casos son más tremendos que los golpes propios, ese estado psíquico y de destrucción que genera a su alrededor. Eso fue lo que más me interesó”, explica el realizador, que se propuso rodar cronológicamente ese viaje -“incluso si teníamos que repetir una escena, entrábamos de nuevo en la locación elegida y empezábamos desde el principio”- con el objetivo valioso de buscar naturalidad y vida. “Todo esto nos permitió rodar escenas que fueron improvisadas, que fueron surgiendo a lo largo de los días”. Incluso el final fue ideado y escrito según iba avanzando el rodaje como una manera de vivir la experiencia de la que surgiría ese fin de la historia. En más de una ocasión, la filmación de una jornada cambiaba lo que se iba a rodar al día siguiente. “No sé si es lo más saludable, pero era una especie de búsqueda, era como la experiencia de hacer la película y de que se fuera creando cada día. Fue un rodaje muy activo, con jornadas muy cortas por el niño, en el que mi intención era no tener planeado todo a cada momento, sino ir encontrando la esencia de ese viaje. Quería una historia viva, que no fuera cerebral, sino física”.

Como si de un thriller se tratara, Diego Lerman impone a la historia una acción llena de suspense que te captura y entretiene. El filme viene a llenar, asegura su director, un vacío en Argentina sobre la reflexión pública de la violencia de género. Lerman invitó a algunas mujeres maltratadas a participar en la película -“las que aparecen en los refugios”- lo que supuso una experiencia catártica para muchas de ellas. “No existe la reparación frente a esta barbaridad, pero sí creo que el filme puede ser un elemento, un lugar desde donde identificarse, encontrarse e intentar sanarse de alguna manera”.

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