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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Bancaloret’

Bancaja fue una falla diseñada para arder desde dentro. Dos emprendedores compraron una finca por 49 millones y se la vendieron al banco, que además era su prestamista, por 125 días después

David Trueba
José Luis Olivas
José Luis Olivas

Ahora sabemos que Bancaja fue una falla diseñada para arder desde dentro. Dos emprendedores compraron una finca por 49 millones y se la vendieron al banco, que además era su prestamista, por 125 millones solo días después. Según las informaciones publicadas, 40 millones los llevaron a Suiza y Andorra y el resto, para entretener a los benefactores. Al frente de la falla bancaria estaba José Luis Olivas, que fue mano derecha de Rita Barberá, Zaplana y luego vicepatrón de Bankia con Rato. Describir los años del pelotazo y el España va bien comienza a ser tarea para el humorismo trágico español. La falla es un comentario jocoso que oscila entre la estética de los parques Disney y el desprecio a toda institución. Es un humor que padece la más misteriosa contradicción. Acaba por hacer tolerable hasta la indignidad. Es el humor como un acuerdo de supervivencia.

En la balconada de Rita Barberá durante la cridá de Fallas se cruzan alcohol de sobremesa y festejo popular, para propiciar el desbarre desorejado en valenciano de chirigota. Pero la repetición del suceso, el asombro boquiabierto de los espectadores al ver comportarse a un alcalde como un zopenco, no termina por despertar el espíritu crítico ni otra indignación diferente a la superficial y tontuela de las redes sociales, sino una forma de empatía irracional. Seguramente la misma que lleva décadas consolidándose con mayorías absolutas, basadas en un sentido esperpéntico de la cotidianidad, en una celebración sumisa del disparate, instaurando la teoría carpetovetónica que Gila resumió en aquella aldeana que tras los brutales festejos de boda afirmaba : “Me habrán matado al hijo, pero lo que nos hemos reído”.

La primera vez que vi actuar al cómico Xavi Castillo tuve la percepción de que ese grado de desbordamiento era obligado porque no es fácil disparatar sobre lo disparatado. Sus parodias grotescas de la autoridad, reyes, alcaldes, presidents, no son exageraciones, sino explosiones. Porque a sujetos caricaturales, grotescos, dotados de esa bonhomía fraudulenta y chocarrera, solo se los puede imitar desde la autoinmolación, la palabrota, la dinamita, poniendo los genitales en la boca del escenario como ellos los posan sobre la urna. El humor de Xavi Castillo en Valencia es realismo delicado. Búsquenlo.

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