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ENTREVISTA

“Los colombianos seguimos hablando de violencia, pero de otra manera”

La Casa Encendida muestra la primera antológica que se le dedica en España al dibujante colombiano José Antonio Suárez Londoño

Jose Antonio Suarez Londoño, en La Casa Encendida.
Jose Antonio Suarez Londoño, en La Casa Encendida.claudio Alvarez

Hace más de treinta años desde que José Antonio Suárez Londoño (Medellín, 1955) empezó a dibujar cada día en sus cuadernos. Considerado uno de los artistas más notables del boom protagonizado por su país en las últimas décadas, el artista paisa es dueño de una obra fuertemente ligada a la literatura. A partir de hoy, La Casa Encendida muestra la primera antológica que se le dedica en España; un millar largo de obras agrupadas bajo el título Muestrario, una palabra alusiva al afán compilador y clasificatorio de Suárez Londoño. La exposición, que se podrá visitar hasta el 5 de abril y después viajará a Burdeos y Medellín, forma parte del desembarco de más de 50 artistas protagonistas de veinte exposiciones organizadas en torno a Arco 2015 con Colombia como país invitado que se inaugura el próximo miércoles.

Suárez Londoño es uno de los primeros en lanzarse a la pista de las inauguraciones masivas que estos días se van a suceder en Madrid. Tímido y reservado pese a las muchas exposiciones en su haber (formó parte del pabellón oficial en la última bienal de Venecia, ha expuesto numerosas veces en Nueva York en Europa) empieza definiéndose como un dibujante y grabador que quiere ser pintor. Abrumado ante el trabajo comisariado por Yara Sonseca, confiesa que apenas reconoce los meticulosos dibujos que recopila con lo que ahora ve desplegado en las vitrinas del museo.

Pregunta.: ¿Se puede hablar de un boom artístico colombiano?.

Respuesta: Estoy poco enterado, pero parece que cada cierto tiempo toca descubrir América. Yo creo que están un poco descrestados con esta historia y me temo que algunos creen que han descubierto el nuevo Dorado.

P.: ¿Podría hablar de algunas características comunes del nuevo arte colombiano?.

R.: Yo puedo hablar por los de mi generación, todos tocados por la violencia. Nací en Medellín en 1955 y crecí sin saber que en la puerta de al lado teníamos a Al Capone. La nuestra es una sociedad que aplaude al más verraco, al más machote y al más malo. Ese era Pablo Escobar, por el que muchos sentían una admiración enfermiza que permitió que el monstruo creciera. Nadie midió el desastre y, de alguna manera, nos buscamos lo que tuvimos.

P. Tenemos sobrada información sobre la tremenda repercusión en la vida cotidiana. ¿Cómo afectó al ámbito artístico?.

R. Con ventipocos años, en los 70 yo me dedicaba a dibujar e incluso tenía galería (Alberto Serra). Me marché a estudiar a Suiza con 22 años (entre 1978 y 1984 ) y fue a la vuelta cuando me topé con una sociedad machacada por los atentados y tiroteos. Yo venía de un país (Suiza) en el que el atropello de un gatito era tema de portada en los periódicos y me encuentro con que, en medio de un atentado en la plaza de toros, con casi cincuenta muertos, lo que hace la gente es robar las carteras a las víctimas. ¿Cómo no a a afectar eso a la obra artística?.Yo hago una especie de reportería de lo que ocurre. Desde siempre. Y a la fuerza, mis cuadernos se fueron llenando de brazos, cabezas y piernas saltando por los aires.

P.: Después del impacto, ¿fueran cambiando las cosas?.

R. La tensión del carro-bomba desapareció, pero la violencia sigue estando en la obra de muchos. Con representaciones más sutiles porque todo se hace de otra manera. Las salvajadas sanguinarias con exhibicionismo ya no se producen, pero el problema no ha terminado.

P. ¿Es usted optimista con las conversaciones de paz en la Habana?.

R. No. Y prefiero no entrar en detalles. Lo que sí puedo decir es que el problema del narcotráfico no ha terminado. Seguimos siendo u país productor. Han cambiado las formas, pero el peligro sigue ahí.

P. Pero el ambiente que se respira en la sociedad sí que parece más tranquilo.

R. Nada que ver con lo que ocurría durante las décadas de los 80 y 90. Pero la sociedad paisa está adormecida. Tienen los ojos puestos en Miami. Resulta increíble que en esos grandes centros comerciales donde los antioqueños pasan su tiempo libre, estén llenos de grandes plantas de plástico…¡En pleno trópico! Y eso, por ponerle un solo ejemplo. Una locura.

P. Puede que por eso su obra esté tan vinculada a la literatura. Héctor Abad realizó una serie en la que él escribía sobre lo que usted dibujaba.

R. Empezamos a hacerla, casi por el método, por obligarnos a trabajar, pero él se cansó antes que yo. Necesito rutina y orden. De lo contrario, me pierdo.

P. ¿Por eso hace series como la titulada 365 días?

R. Esa la hice entre 1994 y 1995, durante 365 días, a dibujo por día. De ahí fueron surgiendo mis cuadernos anuales. En libretas corrientes dibujaba temas sobre biografías de gente como Brian Eno, Rimbaud, W. G. Sebald, Rainer Maria Rilke y otros muchos.

P. ¿No le inspira nada lo que ve en su entorno?

R. Claro que sí. Cuando viajo en el avión, paso las horas llenando hojas con mis dibujos ocupando los espacios en blanco con palabras que, en el fondo, no se si tienen algún sentido.

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