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El explorador rescatado por Viggo Mortensen

El actor, en su faceta de editor, presenta ‘Hijos de la selva’, sobre el etnógrafo Max Schmidt y sus fotos de las gentes del Matto Grosso y el Chaco

Jacinto Antón
Viggo Mortensen, ayer en Barcelona con el libro.
Viggo Mortensen, ayer en Barcelona con el libro.EFE

¿Qué tienen en común Aragorn, hijo de Arathorn, y Diego Alatriste con el flacucho, patoso y desgraciado antropólogo alemán Max Schmidt, muerto en el olvido en Asunción (Paraguay) en 1950, rodeado de los ñandúes que criaba y enfermo de lepra? La respuesta es: Viggo Mortensen. El famoso actor que interpretó en la gran pantalla a los dos valientes literarios ha sido decisivo en el rescate de Schmidt, “un verdadero antihéroe”, dice, al publicar en su editorial (Perceval Press) Hijos de la selva, un libro de gran formato que recupera la memoria del etnólogo y explorador y a la vez ofrece una selección de sus sensacionales fotografías etnográficas, realizadas especialmente durante su trabajo de campo entre las poblaciones indígenas del Mato Grosso brasileño y el Chaco paraguayo.

Mortensen presentó ayer en Barcelona el libro del que es editor junto con los dos autores del mismo, los antropólogos Federico Bossert y Diego Villar, que han investigado de manera concienzuda la vida y la obra de Schmidt para ofrecer una panorámica de la vida y la obra de un personaje sensacional inmerecidamente desconocido. El acto tuvo lugar, con la previsible expectación que despierta la presencia del actor, en el Museo Blau, la sede del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. Actuó de maestro de ceremonias el arqueólogo, naturalista y también explorador Jordi Serrallonga, que colocó la figura de Schmidt a la altura de grandes como Alexander von Humboldt, Darwin y Alfred Wallace, nada menos, o modernos colosos de la antropología como Malinowsky y Margared Mead.

Una de las fotos del libro.
Una de las fotos del libro.

Viggo Mortensen, zapatos gastados, camisa tejana y americana, muy atractivo (incluso en la distancia corta: esos ojos grises destellantes y esa pequeña cicatriz sobre el labio), se mostró condescendiente con el interés que despertó su persona (una joven periodista no dejaba de suspirar y murmurar “qué guapo” mientras tomaba notas) y se dejó retratar con paciencia aunque recalcó que él no era ni mucho menos el protagonista real de la cita: “Yo no escribí el libro, solo lo edito”. Explicó que Bossert y Villar le propusieron editar el volumen y que proyectan hacer otros dos en común, también de tema antropológico. “El Museo Etnográfico Andrés Barbero de Asunción guarda el legado de Schmidt y fuimos allí a ver a ver qué había. Él murió de lepra y la gente, por ignorancia y aprensión, para evitar el contagio, quemó buena parte de sus pertenencias, cuadernos de campo, mapas, objetos etnográficos, textiles, pero quedaban cosas y fue muy emocionante tocar las placas de vidrio fotográficas, extrayéndolas de sus viejas cajas de madera”. De hecho, me contaron luego Bossert y Villar, en la última época, muy patética, de Schmidt, le daban la comida empujándola con un palo. Mortensen continuó: “Yo no soy un científico, publico libros de arte, de fotografía, de poesía. Miraba esas extraordinarias, bellísimas fotos de Schmidt y entendía que tienen un interés científico, pero también que son arte. La idea ha sido hacer un libro con valor artístico tanto como académico”.

El actor califica las fotos de “increíbles” y destaca sobre todo los “hermosos retratos”, que le recuerdan el trabajo con los indígenas norteamericanos de Edward Curtis. La selección de fotografías, a medias entre el actor y los antropólogos, ofrece la doble mirada del interés académico y el gusto artístico. Entre las fotos hay varias en las que aparece el propio Schmidt, una figura escuchimizada y frágil. El mismo Mortensen envolvió las frágiles placas en trapos y las llevó a EE UU para realizar las nuevas copias con la mejor resolución digital.

"Se podría hacer una película muy conradiana con sus aventuras"

El intérprete de Promesas del Este destaca que en Schmidt hay junto a la parte científica “una aventura vital con algo novelesco y conradiano”, que queda recogida también en el libro. “Fue un pionero de ir a los lugares, de tratar con la gente. Hay una cosita linda” –al expresarse así el actor hubo un cruzar de miradas rendidas en la sala- “y es que a esas gentes no las miraba con superioridad ni prejuicios”. Al respecto, leyó un texto del etnógrafo: “Cuántas veces sentí envidia de los indios al comprobar su superioridad física respecto de los europeos, al verlos meterse en la selva llena de espinas, completamente desnudos, sin salir siquiera rasguñados”. “Los ve como iguales e incluso como superiores”, constató.

Mortensen siente un gran respeto y admiración por Schmidt, “este señor humilde y solitario, con sus cuadernos, sus colecciones, en un ambiente de paz y aceptación, que parece haber sido en cierta manera feliz; me da una cierta envidia la sencillez de su vida”. En la lápida de Schmidt en un cementerio de Asunción reza: “Per silvas pro homines et scientia”, “fue a las selvas por los hombres y la ciencia”, un hermoso y envidiable epitafio.

Villar por su parte subrayó el papel pionero de Max Schmidt (Altona, 1864-Asunción, 1950) en la historia de la antropología, en el pasaje de la ciencia de gabinete a la disciplina moderna. Y lo comparó con el “prepotente” Malinowsky. “Lo que este hizo lo había hecho Schmidt veinte años antes, pero Schmidt quedó relegado. Quizá por ser alemán, porque se enraizó en Paraguay, porque no sabía venderse a sí mismo, y era desgarbado, flacucho, la antítesis del héroe explorador”. La carrera de Schmidt se esencializa en sus tres viajes al Xingú brasileño a principios del siglo XX y su trabajo luego en el Chaco. Por lo visto el hombre era realmente un cenizo, lo que también nos lo aproxima más. “Padecía malaria crónica, aparte de la lepra, iba con expediciones minúsculas, casi solo, se le hundía la canoa, le picaban todos los mosquitos, le mordían las pirañas y las víboras, La gente de la selva a menudo le quitaban sus escasas posesiones…”. Nunca accedió a los círculos académicos de prestigio. “Y sin embargo el suyo es un legado que era vital recuperar”.

"A la gente que retrataba no la miraba con superioridad ni prejuicios"

Bossert apuntó que el gran valor de las fotos de Schmidt es no solo que muestra una visión prolongada de la vida en el Mato Grosso y el Chaco sino la transformación experimentada por esa vida. Recordó que Schmidt pertenecía a una tradición etnográfica alemana que creía fundamental preservar la memoria de las formas de vida indígena. “Aunque él nunca la idealizaba”.

Sería cenizo, Schmidt, pero tenía reaños. Encantó a los guerreros bacairis del río Curisevo tocando el violín. “Fue de los primeros exploradores en entrar en ciertas zonas del Mato Grosso y de hecho estuvo en los lugares en que se perdió el famoso coronel Fawcett”. Detrás de las exploraciones e investigaciones de Schmidt “hay una historia más personal”. La del anhelo íntimo de entrar solo en la selva y fundirse con ella y sus gentes. Se lkanzaba desnudo al agua con ellos, y se tatuaba. Ese camino fue también “una sucesión de fracasos”, que convierten a nuestro etnógrafo en una figura quijotesca. Hay muchos enigmas en Schmidt. Se marchó de Alemania poco antes del ascenso de Hitler y Mortensen y los dos antropólogos creen que no es difícil suponer que su visión de los otros pueblos le hacía completamente opuesto al paradigma racista nazi. Pero no hay evidencias de sus opiniones al respecto.

Dada la fascinación del actor con Schmidt una pregunta era ineludible: ¿no va a haber película? “Es un personaje increíble, hermoso, agradezco mucho que hayamos podido rescatar esta figura valiosa; su peripecia es muy interesante, con esos viajes, esas experiencias terribles y torpes, son cosas de cuento y, claro, de película, podría serlo, una película muy conradiana. Le regalé el libro al director Lisandro Alonso, con el que he hecho Jauja. Le gustó mucho, creo que habla de hacer algo, pero, conociéndolo, no será una cosa muy académica. En fin, de momento no hay planes de película. Schmidt sería un buen objeto para un documental”.

Preguntado por su interés por el antropólogo, Mortensen dijo que considera una misma cosa todos los medios artísticos en que se mueve, la actuación, la edición, la escritura, la pintura. Y que la creación en 2002 de Perceval obedeció a que “me gustan los libros” y “quería editar cosas que no se publicarían sino lo hiciera yo”. En Viggo Mortensen hay, además, un explorador frustrado. Según me contó admira a Nansen y a otros grandes descubridores escandinavos –no en balde tiene raíces danesas-. De joven incluso soñó con cruzar Groenlandia en solitario. Al menos él, si no ha sido un héroe y un explorador ha podido, feliz mortal, encarnarlos o rescatarlos.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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