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CAFÉ PEREC
Columna
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América en el ojo

Enrique Vila-Matas

De la revista literaria Buensalvaje, fundada en Lima por Dante Trujillo, hay una versión española, editada por Demipage, y en el número dos pueden leerse sagaces reseñas sobre Levrero, Gaddis, Ismael Grasa y Doctorow, así como muy buenas entrevistas con Marta Sanz y con el crítico cultural Jordi Costa. Y hay una columna de Lina Meruane que mientras la leía he pensado que tendría que reproducirla entera aquí, convencido como estoy a veces de que, como decía Wallace Stevens, las citas tienen un interés especial, ya que uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito.

Lina Meruane es chilena, vive en Nueva York y es autora de una novela de genio y de perturbadora inteligencia, Sangre en el ojo (Caballo de Troya). En su columna dice que, de paso por Madrid, no ha dejado de escuchar esta queja: en América Latina no se lee a los escritores españoles; éstos leen a los latinoamericanos, pero no sucede lo mismo en dirección contraria. Y se pregunta: “¿No será que en esa acusación sigue en pie una distorsión de perfiles virreinales donde existen sólo dos polos? España (los escritores españoles) resintiendo el desinterés de ‘América Latina’ como si ésta todavía (o alguna vez) fuera una argamasa homogénea, un continente-colonia, en vez de 20 naciones contradictorias y dialogantes que contienen incluso dentro de sus fronteras, una diversidad asombrosa”.

A esta pregunta encadena otra, aún más oportuna: “¿Por qué España ha de medirse contra toda ‘América Latina’ siendo apenas un país entre muchos que escribe en castellano y en otras lenguas?”.

Sugiere Meruane que estaría bien que los literatos españoles renunciaran a esos idearios metropolitanos y pasaran a ejercer una mirada horizontal a la altura de los tiempos, lo que yo apruebo de inmediato, además de ver en ello un modo perfecto de relajarse, incluso de empezar por fin a divertirse. ¿O acaso no sería divertido medir la literatura española con cada una de las literaturas de esas 20 naciones contradictorias y dialogantes y así de paso evaluar, de una en una, con interés de verdad, esas literaturas; analizar los contrastes, y, en un viaje infinito, adentrarse en la diversidad interna de cada una de ellas?

En otras palabras, extender por fin de un modo quizás humilde (horizontal) la mirada, y descubrir de paso algo que no dice Meruane y es el porqué en cada una de las hoy transnacionales literaturas americanas gran parte de la narrativa española no interesa nada.

No le vendría mal a esa narrativa medirse de entrada, por ejemplo, con ese sector de la literatura argentina que considera que a la mayoría de escritores y críticos no les gusta la literatura por sí sola y por eso siempre buscan adherirle temas políticos o sociales. ¿Qué les diríamos, en situación horizontal de igualdad, a quienes quieren acabar con “todas esas pavadas de la literatura comprometida o de la literatura sociológica”? Ahí sin duda hay un largo trayecto por recorrer. América no es Cuatro Caminos.

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