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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tomasazo

Las primarias han muerto y Sánchez sabe por qué matarlas, porque las ganó hace poco

David Trueba

La destitución de Tomás Gómez como secretario general y candidato en la Comunidad de Madrid del partido socialista ha ofrecido componentes de tragedia shakespeariana. En el Lliure de Barcelona, junto a un rey Lear interpretado por la ejemplar Núria Espert, brilla, como siempre en esta función, el bufón de corte, al que da vida la valenciana no menos genial Teresa Lozano. Uno puede volver a escuchar toda la sabiduría irónica de ese personaje. En especial, cuando recuerda que la verdad es un perro al que se echa a patadas de casa, mientras el perro de la mentira puede tumbarse a gusto junto al dueño frente al fuego de la chimenea. Si no hay bufones en la corte ni en los partidos políticos, no es porque falten personajes ridículos y motivos para la burla, sino porque nadie quiere oír las verdades, aunque sean contadas entre bromas.

La verdad es que Tomás Gómez era un candidato al fracaso. Su control de la federación que amamantó el tamayazo le garantizaba el liderazgo, pero en la calle se palpaba el desastre, entendido como la posibilidad, bien cercana, de que se prorroguen cuatro años más las décadas de gobierno conservador, jalonadas por el afán privatizador, la desigualdad y la impunidad descarada frente a la corrupción. No era Tomás el antídoto. Para ello se ha usado una turbia lectura del tranvía de Parla, pero no parece que el sobrecoste sea mayor que cualquier otra obra pública ni que haya indicios claros de corrupción y, lo que es más chocante, es de las pocas infraestructuras que han sido útiles y celebradas por los ciudadanos. Compárese, por ejemplo, con el metro ligero en los barrios altos de la periferia madrileña.

Tomás Gómez era un candidato quemado, tanto que él mismo, al segundo día, aceptaba el castigo a cambio de seguir contando en las estructuras del partido. Sánchez necesita un buen resultado en Madrid dado que Andalucía está capitalizada por el afán de Susana Díaz y en Barcelona el socialismo va a purgar con dolor su inconsistencia. Se ha quitado la careta y, puestos a jugarse la carrera política, prefiere perder con decisiones propias. Las primarias han muerto y Sánchez sabe por qué matarlas, porque las ganó hace poco. Shakespeare no pierde vigencia.

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