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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La fiesta

Con Cristiano y Messi se ejecuta cada semana una telecomedia que consiste en un juego de vasos comunicantes. Pasan de estar acabados a la gloria casi por turno

David Trueba

La película Foxcatcher trata de cómo el dinero y el poder se apropian del deporte en estos tiempos en que el deporte es la marca blanca más anhelada. En el relato real, un adinerado desequilibrado y enfermo, interpretado por el cómico Steve Carell en otra exitosa muestra de reparto a contratipo, se compra el equipo olímpico norteamericano de lucha libre. Pero la historia del deporte de competición está plagada de ejemplos que van del mecenazgo a la simbiosis. En España, donde el fútbol es tan hegemónico que no existe asunto al que los telediarios dediquen más minutos a lo largo del año, anomalía establecida sin escándalo, la posesión de los equipos ha servido de trampolín para negocios, para la celebridad, pero también de estación final para algunos corruptos y escarnio público de quienes creyeron que el cariño se compraba, como el desolador John du Pont revivido por la película de Bennett Miller.

En la trama fiscal en torno al fichaje de Neymar los responsables han querido que se entendiera como un ataque orquestado. Sucede a menudo; es una forma derivada del patriotismo, que es esa cosa que consiste en parapetarse tras los símbolos colectivos para obtener rendimientos personales. Aliados a patrocinadores que van de casas de juegos que fomentan la ludopatía, tras ser prohibido el alcohol y el tabaco en un agravio comparativo evidente, a dictaduras asentadas en el petrodólar, los últimos días hemos asistido a la indignación por la fiesta del 30 cumpleaños de Cristiano Ronaldo tras la derrota de su equipo en el Manzanares, estadio condenado a la desaparición porque la rueda no deja nunca de girar.

Con Cristiano y Messi se ejecuta cada semana una telecomedia que consiste en un juego de vasos comunicantes. Pasan de estar acabados a la gloria casi por turno. Potros de lujo hasta que se les quiebre la cerviz, hay alguien que quizá no ha entendido que el cumpleaños no lo programa la Federación ni la FIFA. Los que se escandalizan por la inoportunidad de la fiesta no corren a escandalizarse a diario al ver el deporte puesto al servicio de intereses y valores que no figuraban en el invento original. Pero es que alguien se lo ha comprado todo mientras nosotros jaleamos la victoria y afilamos la guillotina en la derrota.

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