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Los males de la industria patria

Roberto Velasco detalla las causas del abandono de un sector clave para todo país avanzado

Jesús Mota
Un trabajador, durante el desguace en los Altos Hornos del Mediterráneo.
Un trabajador, durante el desguace en los Altos Hornos del Mediterráneo.Jesús Ciscar

Dado que en España los análisis políticos y económicos suelen consistir en variaciones finísimas y dolientes del principio “caerse del guindo” —encumbrar sin fundamento hasta la náusea a un personaje o fenómeno para después rebozarse en la decepción que fatalmente produce—, no es sorprendente que empiece a resucitar la preocupación por la industria española, relegada al zulo de la economía por la farsa de política económica que los contribuyentes sufren desde al menos 1996. Después de varias reconversiones industriales, de espejismos con el sector servicios y de burbujeante obnubilación financiera, caemos en la cuenta de que la médula económica de un país avanzado, es decir, el sustrato de valor añadido, es su industria; y que la española está abandonada. ¿Por qué será?, se pregunta el retórico.

Roberto Velasco, catedrático de Economía Aplicada, detalla en Salvad la industria española las causas de este abandono que, probablemente, no afecta sólo a España, pero que aquí se ha convertido en estigma de incuria. El texto explora las causas de la desindustrialización española, de la deslocalización, del secarral inversor en el último trienio y de la miseria en innovación tecnológica. El retrato, con sus causas tasadas y encajadas, está ahí: baja productividad que anula las ventajas de los costes laborales por los suelos, minifundio empresarial en la industria, déficit de infraestructuras, desprecio por el gasto en educación y misterios estructurales mucho más complejos que el de la Trinidad (¿por qué el capital no ha fluido hacia regiones atrasadas? Se pregunta ingenuamente el autor; ¿por qué el precio de la electricidad para la industria es el 30% superior a la media europea?).

Lo que importa de Salvad la industria española es que el cuadro está pintado sin indignación, por acumulación de fuentes y referencias, con el esqueleto conceptual mínimo, pero suficiente para que el lector pueda hilar este estéril suelo industrial hispano con, entre otras cosas, la gestión obtusa de la recesión o con la procesión interminable de presuntos corruptos que recorre el camino hacia la Audiencia Nacional (un día la masa de imputados rebasará el aforo de la Audiencia y la instrucción judicial de rinconetes y cortadillos tendrá que celebrarse en el Carlos III). Este gusto por el número es de agradecer, porque es bien sabido que en periodos de depresión los economistas tienden a convertirse en filósofos de la historia y acogerse a la generalización insustancial.

Velasco ofrece remedios parciales, poco categóricos y sin ánimo totalizador. También es un acierto. La recuperación de la industria española, si llega a producirse, no será sin un esfuerzo largo, penoso y amargo en muchas ocasiones. Sucede con la industria y la innovación tecnológica lo que con la llamada “regeneración democrática”, que es fácil invocarla desde un púlpito con paño que aceptar el enorme esfuerzo necesario para alcanzarla. No está claro que exista claridad política, ni recursos para lograrla. Visto el caso desde hoy, con Mariano Rajoy y José Manuel Soria al frente del negociado, nueve de cada diez casas de apuestas consultadas opinan que España quedará relegada al puesto de sociedad de servicios. Pero, cuidado, porque como recuerda el propio Velasco, hay servicios con mucho valor añadido, que captan los países ricos, y con poco valor añadido, que caen entre los pobres. ¿En cuál de ellos estaremos?, se pregunta el retórico.

Salvad la industria española. Desafíos actuales y reformas pendientes. Roberto Velasco. Catarata. Madrid, 2014. 320 páginas. 24 euros.

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