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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rótulos

Deduzco que en los últimos años alguien se ha propuesto montar la revolución en los informativos mediante el arte del sabotaje. Su metodología es pérfida

Carlos Boyero
Pablo Iglesias es, según un rótulo aparecido en TVE, el secretario general del PSOE
Pablo Iglesias es, según un rótulo aparecido en TVE, el secretario general del PSOE

Sigo asociando el término “el parte” a actividades bélicas, pero se supone que los españoles se enteraban de las noticias del mundo y de su próspero y feliz país, aunque solo de las que convenía al modélico franquismo, porque en casi todas las casas se seguía como un ritual diario, fijo e inviolable aquel programa informativo (o desinformativo) de Radio Nacional popularmente conocido como 'el parte'. Todavía no existían las televisiones en aquella época de mi infancia y recuerdo que en mi casa nadie abría la boca (me la habrían cerrado de un sopapo) mientras que los locutores nos informaban de que todo iba bien porque el señor del bigotito, la patria y el Altísimo velaban por la felicidad colectiva de los oyentes.

Nunca he abandonado aquella costumbre informativa, aunque cambiara de aparato. La televisión jamás ha ocupado un lugar privilegiado en mi equipaje vital ni en mis símbolos de aprendizaje, diversión y entretenimiento. No siento la menor nostalgia hacia su pasado (qué gracioso el lema del 25º aniversario de Antena 3, qué sentido lírico el de los audaces tituladores, qué ajustado a la realidad lo de 25 años emocionando) y abomine de la temperatura estética y ética que caracteriza a la abrumadora mayoría de la programación actual, no consigo librarme de la ancestral costumbre de encender la tele a la hora de los informativos. Y por supuesto, cambio en plan espídico de uno a otro.

Y deduzco que en los últimos años alguien se ha propuesto montar la revolución en ellos mediante el arte del sabotaje. Este ejercito de infiltrados se ha propuesto arruinar mediante eso tan peligroso del ridículo a las empresas públicas o privadas que les procuran el sustento. Su metodología es pérfida. Consiste en que aparezcan todo tipo de dislates, nombres equivocados, noticias ajenas a lo que están narrando los presentadores, faltas de ortografía, en los rótulos que acompañan a las imágenes.

Vamos a suponer que esa permanente exhibición de lo grotesco no obedece a la estrategia de la subversión, de los que quieren destruir el sistema desde dentro. A lo peor es que antes había 100 personas en vez de una (con sueldo de becario, y gracias) para ese extenuante trabajo o de que los responsables actuales superan su angustia colocándose todo el rato. Luego pasa lo que pasa.

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