_
_
_
_
_

Cuatro millares de castas

Agustín Pániker publica un libro exhaustivo y claro sobre un tema rodeado de tópicos

1. Cuatro o cuatro mil. Todavía muchos aficionados a la India confunden las varnas, que son cuatro, con las castas, que suman, según censos oficiales, casi 5.000. Las varnas, de hecho, son parecidas a nuestras clases sociales, aunque lo que las cohesiona son los rituales profanos y religiosos que les están reservados (y el modo en que los realizan) más que el poder económico o de otro tipo. Brahmanes o sacerdotes, ksatriyas o guerreros, vaisyas o comerciantes y sudraso servidores se distinguen por estar más cerca o más lejos del conocimiento revelado, al que los primeros tienen acceso directo y del que los últimos están excluidos.

2. Quién retira la basura. Los intocables, situados fuera de esta estructura basada, según el hinduismo, en sólidos principios mitológicos y cosmológicos, y que incluye a los que pertenecen a las 300 tribus de la India, no son ni siquiera una clase social: son la sombra que proyectan las otras cuatro (y por eso los que pertenecían a ella tenían prohibido, bajo penas muy duras, dejar que su sombra rozara a cualquier miembro de las varnas canónicas), las sobras abandonadas por el sistema (lo que les ha llevado a asumir profesiones como basureros, limpiadores de letrinas o encargados de retirar cadáveres de las calles), un punto ciego sobre el que es imposible que se fije la mirada porque, de hacerlo, la reduciría a cenizas.

3. Ser o no idéntico. Hoy en día las castas, en efecto, y aunque están prohibidas, suman varias miles. Castas y subcastas de todos los tamaños que se rigen por regímenes dietéticos (muy estrictos en la mayoría de los casos), reglas matrimoniales (la mayoría endogámicas), ocupaciones, zonas geográficas, leyendas, dioses tutelares, religiones, ornamentos y vestiduras (la persona avisada puede distinguir a los miembros de una casta de lejos por sus pendientes, collares, saris o lunguis) o lenguas y dialectos. Las cuotas reservadas a los más desfavorecidos (¿pero no estaban prohibidas?) en puestos gubernamentales o en plazas universitarias y la marea irresistible de la globalización han logrado que cada vez más personas salten la barrera trazada por este marcador identitario.

4. Bodas y negocios. Las castas, sin embargo, siguen usándose de manera masiva en la India para pactar bodas (no hay más que consultar las secciones matrimoniales de los periódicos), para hacer negocios (más fáciles si uno pertenece a la misma "familia" en sentido amplio o restringido) o para encadenar los sucesos cotidianos a principios metafísicos y religiosos. Los reformadores hindúes agitaron y agitan un poco las aguas para luchar contra las supuestas desigualdades que provoca este orden de cosas, pero los indocentristas fervorosos (un Gandhi o un Vivekananda) enseguida salen a corregirlos e invocan la solidaridad entre el individuo y el cosmos y una suerte de coherencia trashistórica de la que es arriesgado apartarse. El caso es que funciona, o al menos un poco mejor de lo que creemos en esta otra orilla del universo.

5. Un libro definitivo. En las más de 700 páginas de su reciente libro La sociedad de las castas. Religión y política en la India (Kairós, 2014), Agustín Pániker consigue abrirse paso en el intrincado laberinto de este asunto, y en sus mil y una ramificaciones, dando datos para entender de qué se trata y también para combatir las inercias colonialistas, conceptuales y culturales en las que, desde Hegel, Marx o Weber y desde los siglos de dominación inglesa del subcontinente, estamos enredados los occidentales. Un libro riguroso que no hace turismo y sí sociología, antropología, filosofía e historia de manera exhaustiva y entendible. La quinta pista es: si por fin se quieren enterar de qué va esto, búsquelo en las estanterías.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_