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PABLO BERÁSTEGUI | Director general de San Sebastián 2016

“Sería muy triste una capital cultural europea con Chillida-Leku cerrado”

“No hay patrocinios privados cerrados, lo admito”, dice Pablo Berástegui, director general de la oficina de la capitalidad cultural europea San Sebastián 2016

Borja Hermoso
Pablo Berástegui, director general de la oficina de la capitalidad cultural europea San Sebastián 2016.
Pablo Berástegui, director general de la oficina de la capitalidad cultural europea San Sebastián 2016.ÁLVARO GARCÍA

Lo menos que puede decirse es que los tres años y medio desde que San Sebastián fuera elegida por la Comisión Europea capital europea de la cultura para 2016 han transcurrido bajo la tormenta. Aunque tormenta es una palabra suave.

San Sebastián 2016 navega en una situación de crisis abierta: todo empezó con sendas impugnaciones de la designación por considerar que la ciudad resultaba elegida solo por motivos políticos (otras candidatas como Córdoba y Zaragoza interpusieron sendas demandas, sin éxito); siguió con nombramientos sin las suficientes garantías de transparencia, por no decir a dedo (como la de la directora general Itziar Nogeras, candidata de Bildu) y denuncias de injerencias políticas (como la de la misma Nogeras, que abandonó el cargo en abril de 2014 junto a su responsable de programación cultural); más tarde se sucedieron las críticas entre los partidos que se sientan en el Patronato de la Fundación San Sebastián 2016 (Bildu, Partido Nacionalista Vasco, Partido Popular, cuya representante, María Teresa Lizaranzu, del Ministerio de Cultura, dijo en este diario que la dirección del proyecto era “muy poco profesional”). Todo, salpimentado con todo tipo de dudas, parones y trabas en el devenir del proyecto y, sobre todo, la ausencia total —a día de hoy— de patrocinios que garanticen la viabilidad de una capitalidad cultural solvente a nivel económico.

En este contexto fue nombrado, el 7 de septiembre de 2014, Pablo Berástegui (Pamplona, 1968) como nuevo director general del proyecto. El comentario fue generalizado: ya son ganas. En su primera entrevista a un medio de ámbito nacional, Berástegui niega la mayor: “No creo que sea una patata caliente, sino una oportunidad. No quiero que se entienda como una forma de edulcorar la realidad, pero realmente creo que es un proyecto que trata cuestiones muy importantes, no solo del País Vasco sino en general, y en el que tenemos la oportunidad de que la cultura se convierta en un instrumento de transformación social”.

La génesis del proyecto de capitalidad, que nació del anterior alcalde de la ciudad, el socialista Odón Elorza, respondía mucho más al concepto de un foro de ideas y debates que a una programación de actos culturales. Y en ello insiste Berástegui, que huye como de la peste de la cuantificación y cosificación de la cultura y sus alrededores: “Lo que es éxito y no éxito es una cuestión interesante. Porque en este caso el éxito estaría muy alejado de las cuestiones numéricas, que hubiera muchas actividades, que hubiera muchos visitantes… yo creo que el éxito sería el hecho de que se aborden temas complejos para una sociedad y se discuta sobre ellos, aunque no llegues a un acuerdo. Temas de convivencia, de superación de conflictos, de gente que piensa distinto y que no canaliza su relación más que desde la diferencia… después de los atentados de París, Slavoj Zizek escribió: ‘Ahora es tiempo de pensar, y no de tomar decisiones radicales desde posiciones encontradas”. En opinión del director general, que antes gestionó contenedores y actividades culturales de fuste como Matadero Madrid, PhotoEspaña o La noche en blanco, “vivimos un momento muy delicado a nivel europeo y mundial, con temas como la inclusión, la redistribución de la riqueza, la democracia participativa, la sostenibilidad… sobre los que hay que reflexionar... y lo haremos”.

No todo el mundo —y desde luego, por lo que se ve, menos que nadie los hipotéticos patrocinadores privados de la capitalidad, más que remisos por el momento— entiende bien semejante batería conceptual. Seguramente demasiado intangible, seguramente demasiado etéreo para los deseables pero ausentes donantes de dinero, este proyecto de capitalidad se vende mal, o se vende difícil. Pero su responsable no desiste: “Las ciudades que están siendo seleccionadas por Europa como capitales culturales ya no son ciudades con un patrimonio histórico muy grande, como pudo ocurrir en el pasado con Salamanca por ejemplo, ni se están valorando demasiado positivamente proyectos que impliquen la construcción de grandes infraestructuras. A la Comisión Europea lo que le está interesando ahora es cómo se puede utilizar la cultura para transformar la sociedad”.

¿Hay miedo? ¿Se ha hecho ya demasiado tarde para San Sebastián, ahora que queda menos de un año para el arranque de la capitalidad y la Comisión Europea ya ha mostrado varias tarjetas amarillas al proyecto por los retrasos en presupuestos y programas? “Las tarjetas amarillas son muy constructivas”, asegura Berástegui. Y añade: “Es cierto que el proyecto tenía una temporalidad que a veces no se ha podido cumplir porque ha habido muchas interrupciones. Modelos como este, que son más de experimentación y de laboratorio, necesitan sus períodos de tiempo”.

Para contrapesar esto, su equipo ha puesto en marcha contenidos más tangibles, digamos más de capitalidad cultural, es decir manifestaciones culturales más estándar, como espectáculos teatrales, conciertos, exposiciones, etcétera: “Es una responsabilidad nuestra entregar también a la ciudadanía un programa de capitalidad cultural que la gente identifique como tal”. Uno de sus platos fuertes, sostiene, tiene que ver precisamente con el binomio que podría denominarse Guerra y paz, una dicotomía que está en la base de San Sebastián 2016 y que ha sido merecedor de no pocas críticas. “Se está haciendo una investigación muy potente sobre cómo, desde 1520 hasta nuestros días, los acuerdos de paz y su reverso, la guerra, la violencia, han sido representados desde el mundo del arte. Para darle forma habrá un conjunto de exposiciones, intervenciones, debates, en total 17 iniciativas que discurrirán a lo largo del 2016”, argumenta el director del proyecto.

Un proyecto que, dígase sin rodeos, no tiene precisamente embelesada a la ciudadanía donostiarra, y no digamos a la no donostiarra. Escepticismo en el mejor de los casos e ignorancia supina en el peor de ellos, la capitalidad cultural sigue en el limbo del anonimato. “Es verdad que hay desafección de la ciudadanía. Mantener durante cinco años la tensión de un proyecto conceptual, ciudadano, no demasiado tangible como es el lema Olas de energía ciudadana es terriblemente complicado. Pero no ha pasado nada extraordinario en San Sebastián que no haya pasado en otras capitales culturales, porque en algunas de ellas también ha habido un nivel de contestación alto”.

Cronología de la polémica

Martes, 28 de junio de 2011. Donostia es nombrada Capital Europea de la Cultura 2016 en medio de la polémica. La victoria electoral de Bildu en Gipuzkoa, poco antes de la designación oficial, despertó críticas contra la coalición abertzale, desde los ayuntamientos de Córdoba, Zaragoza, Burgos, Segovia y Las Palmas, las otras candidatas.

Martes, 23 de abril de 2013. El Tribunal Supremo admite el recurso de Córdoba por el fallo de la Capitalidad. Burgos también presenta uno. Ambos son desestimados en mayo de 2014.

Martes, 23 de julio de 2013. San Sebastián 2016 elige para su dirección a la candidata de Bildu, Itziar Nogeras. Su nombramiento fue confuso porque Nogeras se despidió de sus compañeros de la fundación Elhuyar antes de que se abriera el concurso público, en un email en el que contaba que le habían dado el cargo.

Miércoles 2 de abril de 2014. Nogeras dimite de su cargo y asegura que la directora cultural, Guadalupe Echevarría, había estado bloqueando el proyecto. Al día siguiente el patronato prescinde también de Echevarría.

Domingo, 7 de septiembre de 2014. El Patronato acuerda por unanimidad nombrar a Pablo Berástegui responsable del proyecto.

¿Y el dinero privado? ¿Acabará siendo San Sebastián un niño pijo de las ayudas públicas? ¿Y la generación de recursos propios y patrocinio privado? “Es increíble, pero aún no se ha dirigido a nosotros nadie de San Sebastián 2016 para pedirnos patrocinio”, comenta en ese sentido un alto cargo de una importante entidad española tradicionalmente acostumbrada al mecenazgo cultural. “No hay patrocinios confirmados a día de hoy, lo admito, pero hay líneas abiertas que creemos que pueden consolidarse en patrocinios efectivos”, según Berástegui, que añade sin complejos: “Los patrocinios son importantes pero a mí no me preocupan en exceso. No tengo la menor duda de que habrá marcas que a lo largo de este año se sumarán al proyecto. No debemos ir con prisa, eso sería ir en contra del proyecto”. Y propone una fórmula: “Vamos a crear un Club de Empresas, un grupo de pymes —ya sin necesidad de tener que acudir a grandes corporaciones— que trabajan en el ámbito de la innovación tecnológica y a partir de las cuales podamos crear una nueva imagen de marca, algo así como Innovación 2016, y desde el cual todas esas empresas puedan hacer aportaciones económicas al proyecto”.

Y una última guinda. ¿Alguien se imagina una capitalidad cultural para una ciudad como San Sebastián con su máximo activo cultural, el museo Chillida-Leku, cerrado como está ahora mismo por desacuerdo entre la familia Chillida y las instituciones? “Espero que el marco de la capitalidad ayude a que los interlocutores lleguen a acuerdos”, avanza el director, “me cuesta mucho imaginar Chillida-Leku cerrado durante la capitalidad cultural… sería muy triste. El visitante a San Sebastián no lo entendería”.

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Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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